Por Jorge Sosa - especial para Los Andes
A veces me pregunto: ¿qué cantarían los huarpes? Poco o casi nada sabemos de ello. Se cree que utilizaban ciertos primitivos instrumentos de viento y de percusión y hacían música para algunas celebraciones o para algunos funerales. Pero no quedó testimonio de su canto. Ningún cura, que yo sepa, escribió sobre el pentagrama las melodías que seguramente ejecutaban.
Con la invasión llegaron las canciones de la cultura europea y entonces se fue armando un cancionero propio influido directamente por el español. Así surgieron la cueca, la tonada, el gato, la refalosa, la sajuriana y otros ritmos ya olvidados.
Si bien la cueca y el gato son la parte fundamental de nuestro patrimonio musical, la canción que nos define, que nos marca, que nos identifica es la tonada. No puedo contarles, porque no encontraría palabras la emoción, que sentí cuando me dedicaron el primer cogollo en una noche de un marzo profuso de amigos y vinos, en un patio cuyano de hace muchos años atrás.
La tonada es un ruego amoroso, la nostalgia al amor perdido, y en esto se parece al bolero y al tango, pero también es descripción, es paisaje, es emoción, recuerdo a los amigos, saudades por la tierra, esencialmente amor.
¡Vaya si hay tonadas para recordar! Muchos de los que están en vigencia, en plena propiedad de sentimientos, podrían ayudarme con el recuerdo: el Pocho, los Navarro, la Juanita, tantos.
“Quien te amaba ya se va, quien te amaba ya se va supuesto que otro ha venido”; “Tengo una tonada vieja, tengo una tonada nueva, se pelean por ser bellas cuando me hablan de mi tierra”;
“Hace tiempo que quiero escribirle, para darle noticias del pago”; “No es lo mismo el otoño en Mendoza, hay que andar con el alma hecha un niño”; “Regreso a cantar tonadas, de sol a sol por la tarde”; “Ya me voy para esos campos y adiós, a buscar yerbas de olvido y dejarte”; “Dios recibe a los buenos, compadre, y no la descarnada, cuando deje este infierno, compadre, llevaré esta tonada”.
Tantas, tan emotivas, tan nuestras. Por suerte se siguen componiendo tonadas pero habría que incentivar la cosa, darle impulso a la creación. Por ejemplo, sería bueno que en el Festival de la Tonada, precisamente en el Festival de la Tonada, se hiciera todos los años un concurso de composiciones para premiar, pero también para dar a conocer las nuevas creaciones.
Por ejemplo, con cada puestero del campo que muere, muere una tonada y es irrecuperable. Sería bueno, no costaría más que una o dos personas, uno o dos grabadores simples, que la gente de cultura recorriera nuestra geografía, sobre todo en noches festivas, para salvar del olvido a esas composiciones que han venido poblándonos de emociones por tantos años.
Por ejemplo sería bueno que el turista encontrara en nuestra ciudad La Casa de la Tonada, para poder apreciar plenamente nuestra forma de cantar, de nuestro baile, de nuestra forma de ser en el arte. Disfrutar de una noche de vino y tonadas es algo que solamente puede ocurrir aquí, así que usted, que puede hacerlo, no deje de hacerlo; porque de esa manera estará reafirmando la estirpe de esta tierra. Y recuerde: “Las tonadas son tonadas y se cantan como son, se cantan cuando hay motivos, o lo pide el corazón”.