Quien se proponga entender la naturaleza del peronismo debe asumir una serie de desafíos propios de todo fenómeno político complejo.
Primero, la relación de opuestos sobre el que se funda su identidad. Segundo, los cambios de orientación ideológica. Tercero, las diferencias entre discurso y praxis política. Cuarto, los discursos diferenciados según sectores sociales.
La lista no es exhaustiva.
Todo estos rasgos aparecen en el discurso del peronismo con ocasión de la reciente discusión en torno a la reforma previsional.
Durante la larga década del kirchnerismo, una de sus líneas argumentales más consistentes fue la rehabilitación de la política, en un triple sentido: como función directiva, como confrontación y como restablecimiento de la lógica comunitaria.
Sería materia de otro análisis comprobar si efectivamente el peronismo K supuso un restablecimiento de la política según las dos primeras acepciones anotadas.
Me interesa centrarme en el aspecto comunitario. En su sentido original, la política responde a una lógica comunitaria, a la que se subordinan los intereses individuales. Hannah Arendt ha escrito páginas luminosas sobre este asunto.
Fue la expresidente Cristina Fernández la que verbalizó elocuentemente esta dimensión de la política cuando afirmó que "la Patria es el otro". No "los otros" ni "los demás", sino el otro (sólo dejaremos anotado el matiz).
Este discurso cautivó tanto a los militantes como a los intelectuales, al punto que lo repitieron hasta el cansancio. Era un discurso diseñado para ellos.
Sin embargo, en el momento más crítico de su gobierno, cuando la contestación creció y cayó su popularidad, el discurso mutó sustancialmente.
Ya no se trataba de halagar al "círculo rojo" K, peronista o filoperonista, sino de retener a la masa fugitiva del electorado. Entonces Cristina le pidió "a la gente que primero mire su vida, en su situación, y luego mire los diarios". La lógica del beneficio individual más cruda y descarada.
En su célebre estudio sobre los orígenes ideológicos del liberalismo, el académico marxista C.B. Macpherson identificó al individualismo posesivo como su postulado central. El peronismo constituye la versión de masas de esa tradición ideológica. Es igualmente transaccional, aunque no a través del mercado sino del Estado.
Se trata de dos discursos claramente diferenciados: el político-comunitario para la élite peronista y el individualista para su base social.
Esta diferencia pudo verse nuevamente en la línea argumental del peronismo en general y el kirchnerismo en particular con motivo de la discusión sobre la reforma previsional.
Un gran número de jubilados afectados por la medida aceptaron de buen grado y hasta defendieron el proyecto del gobierno, aun cuando les producía un claro perjuicio en el corto plazo (en el largo, ya veremos).
Se trató de una manifestación clarísima de lógica comunitaria y por tanto genuinamente política, a contracorriente de las tendencias dominantes de la cultura política nacional. La prioridad del interés general por encima del individual.
Lo primero que habría que señalar es la grave responsabilidad del gobierno en no defraudar la confianza depositada. Uno de los (pocos) aciertos que pueden encontrarse en el último libro de Durán Barba es que "la comunicación [política] no puede centrarse en la necesidad de hacer sacrificios, sino en la posibilidad de conseguir metas".
El gobierno se ha ajustado a ese precepto de la comunicación, sabiendo que posee una contracara poco agradable. Ahora debe honrar el sacrificio de los humildes. ¿Podrá?
Por otra parte es inevitable preguntarse si esta disposición de los más débiles es compartida por todos los sectores sociales, en especial los más poderosos, aquellos de cuyas decisiones dependen muchas personas. Da la impresión de que no es así.
Por su parte, el peronismo-kirchnerismo se burló despiadadamente de los "globoludos", los "amarillos", los "pobres de derecha", los "cambiemitas", que siguen apoyando a un gobierno que los perjudica. Los trató de estúpidos, de ingenuos y de crédulos, burlándose de una actitud que -fundada o no, razonable o no- lo supera en términos morales.
No está en debate la oposición al proyecto oficialista, que es legítima y razonable -aunque el peronismo K difícilmente pueda jugar la carta del argumento de autoridad en este tema-, sino el blanco que eligió para descargar su descontento.
Mostró miserablemente la hilacha. Vaya sensibilidad más fina con los pobres y los humildes. El peronismo dejó así en evidencia su lógica profunda: la compensación inmediata, la incapacidad para articular un planteamiento que suponga algún tipo de renuncia o sacrificio. Ninguna empresa política seria puede sostenerse sobre esta base.
En otros tiempos el pensamiento estratégico, la perspectiva de la gran política y el discurso épico se encontraban en (siempre difícil) tensión con esta lógica de la satisfacción inmediata. Hoy no son ya sino cubiertas miméticas de su verdadera maquinaria interna, estrechamente clientelar y por eso, antipolítica.
La política del peronismo se asemeja a un festejo parroquial de Reyes Magos en los que participa toda la comunidad. Seguramente habrá unos pocos (los organizadores, los que más aportaron) que recibirán el regalo que querían. La mayoría no, pero todos se llevarán algo a sus casas.
Es sabido que a diferencia de Papá Noel, los Reyes son peronistas. También es cierto que sólo vienen una vez al año.