La planta de vid es originaria de una zona de clima templado, es decir, con las cuatro estaciones del año bien marcadas. ¿Y qué tiene que ver esto con la biología de la planta? Es que a través de los tiempos adaptó sus mecanismos para pasar una estación muy adversa para sus tejidos más blandos (toda la parte verde del vegetal). Así la planta durante el otoño tiene que “endurecerse”, tirar las hojas, acumular energía y nutrientes en troncos y raíces y “abrigarse” para pasar el invierno, hasta que vuelvan mejores condiciones de temperaturas para que re inicie su ciclo (brotación en la primavera).
A estas plantas se las llama de hoja caduca (que se cae significa) como muchos otros de los frutales de nuestra zona. Es un mecanismo de supervivencia programada magnífico. Pero, en algunos casos, hace más frío que lo que las plantas pueden soportar y sucede lo peor: la planta muere. Otras veces sólo hay daños parciales que atentan sobre el crecimiento de la planta y calidad de los futuros frutos.
Para entender bien el proceso hay que desglosar los dos factores que influyen en la supervivencia invernal: las temperaturas y las condiciones internas de resistencia de las vides. Las temperaturas del aire son sumamente variables y dependen de múltiples factores como tipo de helada (si es de irradiación o convección), topografía (si es un bajo o un alto), temperatura mínima ocurrida, largo de la helada, humedad ambiente y otros. Cuando hablamos del vegetal hay que tener en cuenta su estado sanitario del ciclo previo, su endurecimiento (o también en nuestra zona se le llama agotamiento), el órgano en cuestión (porque cada parte de la planta tiene distintas temperaturas de resistencia), la variedad (todas las variedades tienen distinta resistencia), etc.
Los factores que influyen son muy variados pero para generalizar se puede decir que las plantas más jóvenes con heladas tardías o tempranas, son las más susceptibles.
¿Pero hay plantas muertas por frío en Mendoza? La respuesta es sí. Los síntomas son tan variados como los factores predisponentes, pero se puede decir que rebrotes desde el suelo, falta de brotación total o parcial en la parte aérea al reinicio del ciclo, brotes atrasados o “pasmados”, son síntomas que se suelen encontrar en nuestros viñedos, a veces en bajas proporciones lo que los hacen despreciables.
Pero en años con fuertes heladas previas a la brotación donde la planta se comienza a “desabrigar”, los daños pueden ser mayores. Son estos años los que llaman la atención a los técnicos de los distintos viñedos y esta temática toma relevancia.
Desde un punto de vista técnico las plantas de vid pasan por un proceso llamado aclimatación a las bajas temperaturas o rusticación a partir del comienzo del otoño. En esta etapa la corteza se pone marrón, la planta se deshidrata, las células se llenan de compuestos que bajan la temperatura de congelación del agua (como hacemos nosotros al agregarle anticongelante al agua del radiador del auto). Así la planta se “abriga” y pasa lo más dignamente posible toda la etapa invernal en estas condiciones. Pero basta que empiece a detectar altas temperaturas para que comience el proceso contrario que, como era previsible, se lo dio a llamar desaclimatación, donde la planta se apresta a brotar, y sucede desde la primavera. Ésta es la etapa más crítica. En términos temporales estaríamos hablando de agosto a octubre.
Como es un proceso biológico que depende de cada vegetal, de su historia productiva y de las condiciones microclimáticas, los daños se pueden observar en plantas aisladas, no necesariamente formando bloques o manchas en el viñedo.
Como dijimos, la planta de vid es originaria de clima templado y está preparada para resistir las temperaturas de invierno en condiciones naturales. Pero con la intervención del hombre para obtener la producción rápidamente, a veces en zonas marginales, con altas producciones, las condiciones de resistencia se pueden modificar para peor.
Las plantas de vid tienen que lidiar con las condiciones ambientales que les tocan mediante cambios externos en sus estructuras y cambios internos en sus células. Son mecanismos biológicos espectaculares, especialmente en estas plantas que detectan las estaciones para pasar las malas y vivir en las buenas.
La mayoría de las noches invernales la planta pasa la prueba y sale a salvo, pero sólo basta una noche que el frío pase las posibilidades de defensa de la planta, para que se registre el daño. Así es la biología: a veces gana, a veces pierde.