Tiempo atrás, con motivo de la conmemoración del Día Mundial del Agua, Los Andes se hizo eco de un estudio que determina que en Mendoza se consumen más de 450 litros de agua potable por habitante y por día, una cifra que supera con creces lo recomendado a nivel mundial: un consumo menor a 250 litros. La mencionada celebración fue establecida por las Naciones Unidas, con la intención de crear conciencia sobre la importancia del recurso, algo a lo que los mendocinos estamos muy poco habituados, en razón de que no tomamos verdadera conciencia de que vivimos en una zona de desierto y que el líquido al que podemos acceder es solo el que discurre desde la montaña por los deshielos.
No deja de sorprender esa caída llamativa en el cuidado de la cultura del agua. Mendoza fue pionera en ese sentido y hasta conformó el Departamento General de Irrigación, que ha sido tomado como ejemplo por otros países para adoptar medidas similares. Irrigación establece el manejo del agua dando prioridad al consumo humano, advirtiendo también que todo exceso en los centros poblados va en detrimento del riego agrícola.
En lo referido al consumo humano, su distribución corre por cuenta de Aysam, organismo que ha indicado que ha fijado como meta reducir el consumo de los 450 litros señalados a 350 o 300 litros diarios, tomando como base que mientras las plantas de Benegas y Potrerillos se encuentran en un estado normal de reservas, la de Alto Godoy ha ingresado a un estado “crítico”. Recomienda entonces hacer un uso “sumamente responsable y solidario” del agua potable, reduciendo los consumos normales a los mínimos indispensables. Asegura, en ese sentido, que todos los usuarios estamos conectados a un mismo sistema de redes de distribución y por ese motivo el derroche de algunos perjudica al resto.
Sin embargo, deberíamos partir de una base: las campañas pueden tener muy buena voluntad pero la gente “toma conciencia” cuando le tocan el bolsillo. De tener que pagar por cada litro consumido, sin lugar a dudas se evitaría cualquier forma de derroche. Es lo que sucede en el resto del mundo, como pasa en Europa, donde los inodoros cuentan con dos depósitos, uno más chico para los líquidos y otro más grande para los sólidos, o lo que ocurre en Chile, donde todas las casas, de cualquier barrio, cuentan con su medidor de agua potable.
En Mendoza, en los últimos años, se han dado circunstancias especiales. Hubo un momento, en oportunidad de la gobernación de Arturo Lafalla, en que se intentó establecer un sistema de pago por consumo y para ello se compraron centenares de miles de medidores que fueron inclusive colocados en el ingreso a las viviendas, pero que nunca fueron utilizados. En los años posteriores, especialmente durante la última década, los servicios públicos, como el agua, el gas o la luz fueron subsidiados y las tarifas se mantuvieron congeladas. No hubo inversiones y el sistema estuvo a punto de colapsar en razón de que se incrementaba la demanda, como consecuencia de las nuevas construcciones, y las redes eran las mismas. El año pasado se realizaron audiencias públicas para la fijación de la tarifa, a los efectos de que los usuarios pudieran expresarse, pero la modalidad de pago por consumo no ingresó en la discusión, razón por la cual quienes residen en zonas “residenciales” siguen pagando más, con lo que se produce una verdadera injusticia. La utilización de medidores es un aspecto que debería ser considerado por la dirigencia política ya que, además de ser una medida justa, evitaría posibles derroches y permitiría alcanzar los objetivos planteados por Aysam en lo que se refiere al consumo per cápita.
