La Súperliga ante el intento de sanar la crisis del fútbol argentino

Una mirada acerca del nuevo torneo y sus alcances, en relación a la comparación con las grandes ligas del viejo continente.

La Súperliga ante el intento de sanar la crisis del fútbol argentino

¿Cuánto tiempo es suficiente para volver a levantarse? A lo largo de la vida es normal oír la frase “a veces hay que tocar fondo para salir a flote”, aunque lo raro es cuando el dicho se transforma en un hecho. El fútbol argentino atravesó a lo largo de los últimos años una crisis de dirigentes y entrenadores que siempre estuvo en segundo plano y nunca se profundizó. Hasta ahora.

La llegada de la Súperliga, la nueva AFA comandada por Claudio ‘Chiqui’ Tapia y Daniel Angelici y la intención de convertir el certamen local en uno de los mejores a nivel mundial son los motivos que presagian modificaciones drásticas en la disciplina nacional.

Terminó el torneo de Primera División: Boca Juniors se adjudicó el título, cuatro equipos perdieron la categoría y se definió la clasificación a las competencias internacionales. Las treinta jornadas se cumplieron a pesar de todos los inconvenientes que atravesó la Asociación de Fútbol Argentino y el nivel de la actividad perdura como uno de los más competitivos del mundo.

Sin embargo, el fútbol de nuestro país se mantiene en una línea que preocupa: la situación de los directores técnicos. ¿Por qué los entrenadores no logran mantenerse en el cargo? ¿Pasa lo mismo en otros países? En cada presentación de los directores técnicos en el nuevo equipo que van a dirigir, existe un patrón común que siempre es mencionado: este deporte en Argentina es muy hostil para los encargados de manejar planteles.

Revisando lo sucedido en el último torneo del país, se puede visualizar que sólo ocho equipos sobre treinta empezaron y terminaron el campeonato con el mismo entrenador. Ellos son Boca Juniors, River Plate, San Lorenzo, Talleres de Córdoba, Banfield, Lanús, Atlético Rafaela y Patronato de Paraná; cabe destacar que los técnicos de los dos últimos elencos nombrados rescindieron su contrato con las respectivas instituciones al culminar el certamen.

Aunque eso no es todo. Resulta preocupante que, el escenario que atraviesan los clubes, también lo haga el Seleccionado Nacional. Ocho técnicos despedidos u obligados a dar un paso al costado en trece años cuando, en la década anterior, la albiceleste sólo tuvo cinco de 1974 a 2004.

Cuantificando la situación de Primera División, más del 70% de los elencos cambiaron, por lo menos una vez, su entrenador. No obstante, nuestro país no posee los peores números. En la última temporada, el 83% de los planteles del Brasileirao sufrió la pérdida de su entrenador. En Sudamérica, Chile es quien continúa el ránking; entre el torneo Apertura y el Clausura ocho equipos decidieron desvincularse de su coach.

En cuanto a las ligas más importantes del mundo, la diferencia con Argentina es abismal. Ninguno se acerca a los números que maneja nuestro fútbol, aunque hay un hecho que sorprende. El campeonato alemán -que normalmente se reconoce a ese país por priorizar proyectos deportivos a futuro- es el lugar en donde más cambios de técnicos hubo -en este último año- en el Viejo Continente. De dieciocho planteles, solo diez conservaron el mismo nombre en el banco de suplentes a lo largo de toda la temporada. Antagónica es la situación que protagonizan los torneos de Italia, Inglaterra, Francia y España; de menor a mayor porcentaje, ninguno superó en la 2016-17 la cifra de siete elencos con modificaciones en los cuerpos técnicos.

No obstante, existe algo que destaca al campeonato argentino de los demás. El deporte, en particular el fútbol, se vive a flor de piel en nuestro país. La pasión por cada equipo que uno es aficionado sobrepasa los límites y condiciona a los planteles. Así es como los directivos, entrenadores y jugadores padecen una presión más grande de lo normal. Pero eso no justifica la realidad que se vive en Argentina.

El resultado no se prefiere; todos quieren ganar. Nadie se entrena para empatar o perder. Pero lamentablemente, hoy se busca el resultado antes que todo. Nadie se interesa por lo que pase antes. Sólo se vive de lo inmediato para que, a la jornada siguiente, se permanezca en el cargo. En el día de la fecha no se tiene en cuenta el camino recorrido. Al director técnico se lo valora por lo que consigue. Los más castigados en estas situaciones son los entrenadores que plantean un proyecto a largo plazo. La idea, sumada al tiempo, es superior a cualquier cosa que se haga de forma momentánea o brote de la improvisación. La exigencia de los aficionados, de los dirigentes y de los propios periodistas, termina matando a esos procesos.

Esta radiografía de la situación del fútbol argentino de los últimos años denota un resultado claro: la disciplina en nuestro país se encuentra en un declive sostenido que alarma.

La inminente toma de poder de la Súperliga –que tiene como objetivo mejorar la administración económica y deportiva de las instituciones y del torneo- y la nueva AFA se posicionan como el último manotazo de ahogado en un caótico escenario que empeoró a lo largo de las temporadas. Con propuestas inclinadas a parecerse a las ligas europeas, Argentina puede resurgir de una vez por todas.

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