Los datos no dejan de llamar la atención. Mientras expertos e investigadores aseguran que la plantación de álamos puede significar una salida económica importante y rentable, y con beneficios impositivos para impulsar la actividad, sorprende que la superficie implantada con madera en la provincia haya descendido 24% en los últimos tres años, sin demasiadas posibilidades de reacomodamiento a corto o mediano plazos.
Hace poco más de dos años, investigadores de la UNCuyo desarrollaron un trabajo en el que indicaban que “frente a la actual crisis que afecta a la producción agropecuaria, la actividad foresto-industrial surge como una de las alternativas de mayor potencialidad con miras al futuro. Se trata de un cultivo plurianual, que no es afectado mayormente por inclemencias climáticas...”.
Entre otras ventajas, los expertos destacaban que al ser un producto no perecedero puede cosecharse en cualquier momento, esperando el mejor precio y, a diferencia de los cultivos agrícolas tradicionales, requiere de una menor inversión inicial y de un menor costo anual de mantenimiento, aspectos que deben sumarse a las leyes vigentes de promoción, “por atractivas, porque se trata de un aporte no reembolsable para las tareas de plantación, mantenimiento de los dos primeros años, poda, manejo de rebrotes y raleos”.
Entre las “desventajas”, los investigadores destacaban que una de ellas es cultural, en razón de que los argentinos estamos acostumbrados a intentar recuperar las inversiones en poco tiempo (en el caso de la madera es a los 10 años), mientras hay países europeos, como Portugal, donde debe esperarse hasta 70 años para que el alcornoque permita realizar el primer aprovechamiento de la corteza y el restante económico, en razón de que la inestabilidad económica es tan frecuente que resulta complicado iniciar un negocio a diez años vista.
Sin embargo, pese a que las ventajas para invertir superaban ampliamente a las desventajas, los números que se conocieron días atrás respecto de la superficie implantada no dejan de sorprender.
Según los datos del área forestal del Ministerio de Economía, en la actualidad en Mendoza existen 6.197,3 hectáreas de bosque y 3.634,5 de cortina con destino a madera, siendo que los datos del inventario de forestales del IDR (Instituto de Desarrollo Rural), publicado en 2013, señalaban que se estimaba una superficie de entre 13 mil y 15 mil hectáreas y mucho más alejadas de las 18 mil existentes en la década de los ’90.
Es el Valle de Uco el que concentra la mayor cantidad de bosques implantados, con el 80% de madera en la provincia, región donde 85% del álamo se destina a envases de madera.
Si las variables coinciden a favor de la inversión, cabría preguntarse entonces a qué responde la reducción en las plantaciones. Una de las respuestas podría centrarse en lo que sucede en la economía, en razón de que se indica que las plantas de impregnación de madera para viñas están trabajando en 40% de sus posibilidades y el resto parado a la espera de que cambie el clima de negocios, mientras existe una menor demanda de madera para viña y parral y también para la colocación de tela antigranizo.
Otro tanto, respecto de la situación económico-financiera se da en el sector destinado a la fabricación de muebles. Todos esperan que, de producirse un cambio positivo hacia el año que viene, la situación se modifique sustancialmente. Es de esperar que así sea. Están en juego casi seis mil puestos de trabajo en la provincia, más aún cuando están en estudio otras herramientas para favorecer la actividad, como la disminución de los fletes de logística, que hoy está ahogando a los distintos estamentos.
