La Sinfónica y el legado de Mahler

La Orquesta de la UNCuyo inicia su ciclo con una de las obras más conocidas de este compositor, que despierta la veneración de los públicos.

La Sinfónica y el legado de Mahler
La Sinfónica y el legado de Mahler

Con la interpretación de la “Sinfonía N° 4″ de Gustav Mahler, la Orquesta de la UNCuyo inicia esta noche un ciclo en el que repasará algunas de las composiciones sinfónicas más importantes del siglo XX.

Para esta obra, que se podrá oír por primera vez en la sala de conciertos de la Nave Universitaria, el conjunto dirigido por su titular, Rodolfo Saglimbeni, contará con la talentosa soprano local Griselda López como solista.

Un paseo por las nubes

La "Sinfonía Nº 4" de Mahler marca la despedida del compositor del "universo Wunderhorn". Hasta entonces, la casi totalidad de sus obras (canciones y sinfonías) estaban inspiradas en los textos recopilados por Armin y Brentano en "El cuerno mágico del muchacho".

La obra nació, una vez más, como un intento de Mahler por componer un poema sinfónico, pero seguiría el mismo destino que sus "Primera" y "Segunda", convirtiéndose en una sinfonía. Una que, por su carácter luminoso (al menos en apariencia), el parentesco sonoro con las sinfonías de Haydn en el primer movimiento, y su más reducida instrumentación, parece un respiro antes del vendaval de las que iban a venir.

Iniciada en 1899 (dos años después del nombramiento de Gustav Mahler como kapellmeister de la Ópera Imperial de Viena) y concluida en 1900, la "Cuarta" fue estrenada en Munich el 25 de noviembre de 1901, con la Orquesta Kaim, bajo la batuta del compositor. Resultó una sorpresa para el público, que esperaba algo de aspecto menos "clásico", acaso una creación tan monumental como sus predecesoras. Así, el estreno fue un relativo fracaso que poco haría prever el futuro de esta pieza que puede considerarse, junto a la 1 y la 5, como la más popular de Mahler.

La "Sinfonía Nº 4" está atravesada por la dulzura e inocencia en correspondencia con el poema elegido para el movimiento final, en el que aparece una soprano: "La vida celestial". Es que tras el intento por construir un poema sinfónico-vocal en seis partes, Mahler descarta los segmentos vocales del plan inicial y sólo guarda para el final la canción inspirada en "Des Knaben Wunderhorn". "Lo que quería, en realidad, era escribir un humoresque sinfónico, pero la cosa acabó teniendo las dimensiones normales de una sinfonía", dejó escrito el autor, al respecto.

Así, su cuarta sinfonía acabó teniendo el siguiente esquema en cuatro movimientos, de unos 50 minutos de interpretación:

1. Bedächtig. Nicht eilen. Recht gemächlich.

2. In gemächliger Bewegung. Ohne hast.

3. Ruhevoll (Poco adagio).

4. Sehr behaglich (con texto de Des Knaben Wunderhorn).

El primer movimiento de esta obra (Bedächtig. Nicht eilen) se inicia con unos célebres cascabeles y los oboes a un ritmo vivaz, que se atenúa con la entrada de las cuerdas. La aparente trivialidad a lo Haydn de este segmento oculta en realidad un complejo entramado de temas que se suceden, entre los que se deja incluso oír lo que podría considerarse un anticipo de la trompeta de llamada de la "Sinfonía Nº 5". Se imponen, sin embargo, dos temas, sobre los que Mahler trabaja una forma sonata de gran virtuosismo.

La cándida belleza de este movimiento es seguida por una segunda parte, en la línea de un scherzo, más rústica y cuya principal característica es el sonido del violín principal, que debe estar afinado medio tono más alto para sugerir cierta diabólica maldad.

El tercer movimiento, con la forma sonata-rondó, es el lento (Ruhevoll. Poco adagio): una de esas páginas mahlerianas que derrochan sutil belleza, en el que es el segmento más largo de la obra.

El final lo compone el Lied en el que puede cantar una soprano o un niño (Mahler imaginó que allí cantaba un ángel que contemplaba la belleza del cielo), y que finaliza con un pianísimo ensoñado y conmovedor.

Allí se cantan, lejos de la espiritualidad etérea, las bellezas materiales del cielo, un paisaje en el que abundan la sensualidad corpórea, las buenas comidas y la fiesta. Un paraíso tangible e infantil, con reminiscencias epicúreas y elementos islámicos, si se permite la observación para un Lied de un compositor que acababa de convertirse, por razones prácticas, al catolicismo.

Si, como decíamos, la "Sinfonía Nº 4" de Mahler tuvo un comienzo errático, hoy se muestra como una de sus obras más interpretadas y más grabadas.

La belleza de su creación, su brillo frágil y su menor nivel de exigencia en cuanto a efectivos orquestales, hace posible ese presente.

En Mendoza

Para el público mendocino, oír una obra de Mahler es casi una excepción. A pesar de que estamos ante un compositor que, desde 1960 a esta parte ha conseguido una difusión, una veneración poco equiparables a las de otros músicos, la dificultad de sus piezas y la magnitud que exige, ha hecho difícil que suenen en nuestras salas.

Aun así, la "Cuarta" podría pensarse como la que más frecuentemente ha sido interpretada (de hecho, hace un lustro la Sinfónica la tocó bajo la dirección de Mario Perusso). Las otras obras que se han tocado en Mendoza son las sinfonías 1, 2 y 5, así como algunos ciclos de canciones. El grueso de la obra, sin embargo, sigue sin sonar en vivo aquí, mientras que en los escenarios del mundo es uno de los compositores más frecuentemente programados.

La ficha

Sinfónica de la UNCuyo

Director: Rodolfo Saglimbeni.

Solista: Griselda López (soprano).

Hora y lugar: a las 21.30, en la Nave Universitaria (España y Maza, Ciudad).

Entradas: $ 160 y $ 130 (para estudiantes, jubilados y personal de la UNCuyo)

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