Lionel Messi una vez más fue magistral, una vez más se fue sin marcar. El astro condujo la “masacre” sobre Paraguay participando en todas las jugadas de gol, pero sin suerte propia en la red.
¿Por qué en el Barcelona sí y con la Selección no? Se preguntan todos y él también. Porque después liderar la conquista culé de la Liga de España, la Copa del Rey y la Liga de Campeones de Europa, se esperaba en Chile-2015 a un Messi “extraterrestre”.
Gambetas, pases maravillosos, pero el gol no llegó. De los 46 goles que Messi tiene con la Selección, tres fueron contra Paraguay: dos en las eliminatorias a Brasil 2014, uno en Córdoba y otro en Asunción, y luego el penal que cobró en el primer partido de la fase de grupos.
Primer tiempo
En el túnel, antes de comenzar las acciones, Messi llegó tranquilo, serio y saludó a sus compañeros. Sólo rompió el semblante serio para saludar a una dama que se le acercó. Un breve hola, le ofreció para volver a la fila.
Y vino el gol de Marcos Rojo (15) con un centro de Messi a la altura del punto penal, que el lateral supo aprovechar empujándola en medio de una confusión. Seis minutos después, una bonita salida de Messi desde el campo de defensa, rápido, muy rápido hasta la entrada del área donde se la cede a Javier Pastore, que remató mal.
El segundo tanto llegó también a través de la Pulga, que en el mediocampo se la pidió a Zabaleta, aceleró de manera impresionante y desde fuera del área la centró para Pastore, que la metió en el arco con un tiro rastrero.
Messi asistía el segundo, pero seguía sin goles en el partido. El abrazo del “Mago” le bastaba por el momento. “¡Messi, Messi!”, escuchó desde la tribuna.
El descuento de Lucas Barrios lo vio desde en la mitad de la cancha sin inmutarse.
Segundo tiempo
Lo que hablaron en el vestuario se quedó allí, pero antes de entrar en el campo, el capitán formó un círculo con sus compañeros, se dieron una última palabra de apoyo, una arenga, una palmada.
Y no había terminado de sonar el silbato de Ricci cuando llegaba el tercero en los pies de Di María, asistido por Pastore, pero a quien había dejado libre un pase de Messi. La batuta estaba en las manos del rosarino, que comenzó la jugada del cuarto gol con unas de esas salidas eléctricas, en las que superó y dejó a Aguilar y Valdez en el piso. Un pase a Pastore que no se la devuelve, aunque estaba solo, pero que aprovecha Di María para anotarse el segundo de la noche.
Pastore se reivindicó después devolviéndole el balón en el área a una jugada que Messi comenzó, saltando defensas, pero que no pudo rematar, se enredó.
Messi habilitó a Di María para que diera el centro que el Kun cabeceó para poner el quinto en el marcador. En esa Messi de nuevo la sirvió para que el “Pipita” disparara un misíl.
Hubo clima de final en las tribunas
Las gradas del remodelado estadio Ester Roa Rebolledo de esta ciudad estuvieron divididas por la rivalidad entre argentinos y chilenos. Los hinchas albicelestes desplegaron sus tradicionales banderas, aunque los fanáticos chilenos, que fueron mayoría, se hicieron notar con sus camisetas rojas y se levantaron en cada ataque de los paraguayos. Hubo además en el coqueto estadio trapos con los colores rojinegros,
identificatorios con Gerardo Martino y Lionel Messi, como la que Villa Gobernador Gálvez y la de Coronel Aguirre.
Los chilenos se hicieron sentir con su tradicional “Chi-Chi-Chi-Lé-Lé-Lé” y provocaron de inmediato la silbatina de los argentinos. “Es la bandera que me ha dado Dios”, se leyó en una bandera argentina justo enfrente de los bancos de suplentes.
Los fanáticos de la Roja de Jorge Sampaoli ya desde la entrada en calor del equipo de Ramón Díaz gritaron “Paraguay, Paraguay”, dejando en claro cuál iba a ser su postura durante el cotejo. Además, abuchearon a los jugadores argentinos cuando éstos fueron nombrados por la voz del estadio, mientras los Albicelestes intentaron taparlos con aplausos, en especial cuando apareció Lionel Messi en la pantalla gigante.
Los chilenos crearon un marco como si jugara su seleccionado y cantaron hasta el himno de su país, tal como lo hacen en el estadio Nacional de Santiago.
En tanto, los pocos paraguayos que hubo llevaron dos estrellas gigantes por la cantidad de Copas América que tienen en su historia, con los años en que fueron campeones (1953 y 1979).