La Selección se mira al espejo y observa la imagen de su peor enemigo

Una alarmante baja de tensión ante Venezuela llevó al límite la duda sobre el futuro del equipo y puso en riesgo la clasificación a Rusia.

La Selección se mira al espejo y observa la imagen de su peor enemigo

Por Fabián Galdi, especial desde Buenos Aires


 El primer interrogante sigue sin estar despejado a metros de la curva final de las eliminatorias: Argentina aún no recuperó su lugar en la zona de clasificación y tampoco tiene asegurado el cupo de repechaje rumbo a Rusia. La segunda consulta toma características de la pregunta del millón: ¿cuál es el límite para crecer como equipo en la incipiente era Sampaoli? ¿El metro patrón para medirlo fue esta mini serie contra Uruguay y Venezuela? Ciento ochenta minutos de juego y sólo una media hora - la inicial ante la Vinotinto - para asentarse en la esperanza de una señal positiva de juego colectivo. Confusión de roles e identidad difusa resultaron la conjunción de dos performances en las cuales sendos empates mantuvieron al seleccionado con las mismas dudas que alejaron a Edgardo Bauza como cabeza grupal. Hoy día, la percepción generalizada está lejos de ser errada: si en Montevideo se sumó un punto, en River se perdieron dos.

Habrá tiempo de análisis y de autocrítica desde aquí hasta principios de octubre, cuando el duelo frente a Perú pueda comenzar a definir el pase o quizás el alejamiento al próximo Mundial. Lo cierto es que este inesperado uno a uno ante los venezolanos dejó espacio para reflexionar acerca de si el sistema de juego ultra ofensivo que expresa el actual entrenador en sus charlas con la prensa es tan cercano a la realidad o aún es parte de un imaginario por demás fantasioso. Ubicar jugadores en zona ofensiva no es necesariamente un sinónimo de ataque, ya que más de una vez los futbolistas se mueven por inercia y no producen espacios con diagonales hacia los vértices del área grande o se muestran por afuera como eventuales receptores de un pase filtrado entre líneas. Merodean, en lugar de estar. Y la premisa es que deben ser, en vez de parecer.

Todos los caminos -como siempre- conducen a Messi. A si es que se halla más protegido y con opciones de triangular en corto o en largo a través de los socios que se le arrimen. A si esta versión más cerebral e intuitiva y menos basada en la reacción más el vértigo encajan dentro del esquema. Ya no habrá un Leo zigagueante, capaz de amontonar en su derredor a cuatro o cinco rivales y sortearlos en fila. El de este presente es un crack en acto y potencia, pero con más pausa que velocidad extrema. Una cuestión generacional - también - tal como le sucedió a Pelé en México'70 y a Maradona en Italia'90, cuando los treinta años de edad asomaron al igual que ahora en el astro de Barcelona. Una edad justa para que el cinco veces Balón de Oro busque su máximo trofeo en suelo ruso: la Copa del Mundo alzada en sus manos. Sin embargo, ¿qué base sostiene a la nave insignia de esta Selección que no sea la de presumir que él todo lo puede? Y no es así: él solo no alcanza.

En la noche fría del martes, si algo le faltaba a la Selección era recibir un golpe de nocaut en el arranque del complemento. Una corrida, un mano a mano y la derrota parcial menos pensada. Los murmullos volvieron a copar la escena como en etapas anteriores de estas eliminatorias. La llegada de la igualdad - de la manera inesperada - hizo revivir la expectativa de una conquista que parecía estar anunciada. De a poco, la ansiedad pasó a ser la protagonista y sin actores secundarios. La angustia fue la dueña del Monumental. Y los gritos de aliento volvieron al modo murmullo, y éste a un silencio que paradójicamente se asemejó a un grito. Quién lo hubiera dicho, Argentina. El más accesible de los escollos terminó siendo el más complicado.

Este equipo presenta una extraña tendencia a la autodestrucción. Y destruye en segundos lo que llevó muchos minutos de elaboración. De un arranque explosivo, en sintonía de líneas y argumentos consistentes para abrir al rival se pasó a un embudo que lo llevó a sentirse inseguro en la construcción de la acción asociada. Hasta el instante final de los cinco minutos de adición se buscó a Messi como para que este resolviera en soledad todo aquello que los elaboradores y ejecutores debían ofrecerle: compañía. Ya no están Higuain ni Agüero - en menor medida - como depositarios de todos los males, tal como marcaba el inconsciente colectivo. De todos modos, tanto Dybala como Icardi necesitan asumir más riesgos y forzar en la creación y la definición. De acompañantes secundarios, no sirve. Ni ahora ni después: nunca.

Quedan Perú y Ecuador por delante. Seis puntos que darán la clasificación si es que quedan en poder de Argentina. A la teoría se le deben agregar rebeldía, determinación, audacia y compromiso. Como la historia lo demanda.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA