No nos engañemos, el hipster genuino es genéticamente incompatible con el planeta fútbol. Para él, el deporte rey es una manifestación de brutal primitivismo, lleno hasta los topes de una virilidad que aborrece. Es oír la palabra fútbol y su cabeza se remite a viñetas atroces. Si en la Antigüedad los cartógrafos escribían la leyenda hic sunt dracones (aquí hay dragones) para referirse a los territorios inexplorados a la hora de dibujar los mapas de la Tierra -adornando dichos confines con bestias terribles con forma de serpiente, dragón o león-, dicha región sembrada de fieras fue para el hipster el fútbol.
Para el Moderno ilustrado esas bestias se traducen en escenas costumbristas labradas en su cerebro de la infancia, como aquellas protagonizadas por Stoichkov bailando flamenco sobre los juanetes de Urizar Azpitarte, Goiko laminando el peroné de Maradona con un hachazo digno de un leñador de Ontario, Arteche escupiendo picadura de tabaco entre los filamentos agrestes de su bigote, o ‘Juanito’ Gómez marcando en la parrilla de sus tacos las sienes de Lothar Matthäus…
Por esta razón, el hipster ansiaba alejarse durante los Mundiales de los estadios deportivos y de los bares con pantalla gigante, aspirando a un encierro rural a lo Bon Iver en una cabaña de Wisconsin, donde beber smoothies de pomelo y leche de cabra recién ordeñada mientras leía a David Foster Wallace, era un privilegio, como también lo era recluirse en la franja diurna tras sus gafas de sol con montura de madera, atravesando una ciudad a toda prisa para esconderse bajo la manta del sofá.
Pero he aquí que el fútbol concebió un elemento de poderosa atracción en forma de pandilla, un grupo capaz de imantar el corazón de los hipsters más invulnerables y de derretir el hielo de su cultura antideportiva. Hablamos de Bélgica, que debutó en el Mundial con triunfo sobre Argelia y que después derrotó a Rusia para llegar a octavos de final. Son el hype del momento, el último grito, y si se busca “selección de fútbol” en Google, la primera sugerencia de autocompletado es “belga”, con eso está dicho todo.
Se trata de una reunión de tipos que parecen salidos de un videoclip de Arcade Fire, con los cortes de pelo reglamentarios del universo hipster: sienes rapadas y copetes perfumado en lo alto, melenas afrobeat como las de Fellaini o Witsel, flequillos locos, tupés crestados. Pelos esculpidos con la saliva que Miley Cyrus esparció en ‘Wrecking Ball’. Se trata del equipo con la edad media más joven (23 años), y uno se los imagina perfectamente usando cuerdas de ukelele en lugar de hilo dental, prestándose los vinilos de Sixto Rodríguez en la concentración, retocándose las cejas para que se parezcan a las de Jason Momoa, porque debajo de la camiseta asoman los cuadros de sus camisas hipster.
Cuando se enfrentaron a Argelia (2-1) el contraste fue brutal. Parecían los Mumford & Sons regateando entre risas por el precio de una alfombra en el zoco de Argel. Kevin De Bruyne, que gobernó el centro del campo con audacia adolescente, era Tintín en “El cangrejo de las pinzas de oro”, sólo le faltó ordenar el fútbol a lomos de un camello.
Courtois, que pareció leer a Salinger recostado en un poste, sólo interrumpió la lectura para despejar con sus tentáculos de Ralph Dibny las escasas embestidas de los argelinos. Y Vincent Kompany desarticuló a los mártires de la media luna manteniendo la mirada intimidante de Marsellus Wallace en la armería de “Pulp Fiction”. Se llevaron un botín fantástico con una remontada que esboza una trayectoria prometedora.
Después de que todos los equipos comparecieron en las palestras brasileñas, el hipster decantó sus afectos. El panorama no es muy estimulante que digamos. Brasil y Argentina despiertan más dudas que certezas. España e Inglaterra se quedaron sin Mundial.
Y solamente Italia deslumbró en su debut, edificando en Manaos la ópera con la que soñó Fitzcarraldo, una sinfonía en medio de la selva amazónica, con un súperelegante Pirlo encabezando la conquista de lo inútil frente a un coro de pálidos ingleses. Se dice que afortunadamente llegó Bélgica, Nación Hipster: una de esas cosas raras que nos gustan a los modernos y cuyo proceso de formación es similar a la España que ganó todo lo que jugó.
Significado de Hipster
Es una palabra inglesa que se utiliza para describir a un grupo de personas con un estilo propio y que por lo general inventan una moda, estableciendo nuevas tendencias alternativas. Es una subcultura asociada con la música independiente, con una sensibilidad variada arraigada en una moda alejada de las corrientes culturales predominantes, y cercana a estilos de vida alternativos.
El término deriva de “hip”, un adjetivo inglés usado desde la década del ‘40 con el sentido de “fresco” o “innovador”, en referencia a los jóvenes blancos y ricos que imitaban el estilo ‘negro’ del Jazz.