Hace apenas semanas Neymar reconocía sus miedos ante un Mundial al que llegaba desde una lesión y con un país aún receloso tras el trauma de 2014. Pero volvió, metió dos golazos y embarcó hacia Rusia pidiendo que nadie contenga la ilusión. Brasil parece lanzado y él también.
Con la ligereza de quien se quita un tormento de encima, 'Ney' aterrizó exultante en Rusia. Venía de dejar sentado a un defensor austríaco para marcar el segundo golazo desde su regreso a las canchas, y de a poner de nuevo a bailar a esta 'canarinha' que llega pletórica.
Pese al cansancio, fue el más sonriente de sus compañeros en el desembarque de madrugada en el aeropuerto de Sochi. Alegre, lanzó saludos a la cincuentena de hinchas que le aguardaba pasadas las 3 de la mañana, posó divertido ante la cámara e incluso entró bailoteando al lujoso hotel de concentración al ritmo de las tradicionales canciones rusas de la recepción.
Aunque todavía dice estar al 80%, Neymar vuelve a ser él dentro y fuera de la cancha.
"El trauma por la lesión ya acabó. Estoy volviendo físicamente. Este periodo de preparación fue muy bueno para recuperar la confianza", afirmó tras la victoria en Viena (3-0).
Su seguridad, y la de una 'canarinha' que sigue teniéndole en el centro, salía volando del Ernst-Happel, donde marcó su 55º tanto con la selección, igualando a Romario como el cuarto artillero de la historia de la pentacampeona del mundo.
Pese a que según las cuentas de la Confederación Brasileña aún le queda un gol, el atacante del PSG celebró el tanto levantando los brazos como el 'Baixinho' y el propio Romario le dio el visto bueno desde las redes sociales.
"Con 26 años, Neymar todavía va a superar muchos récords corriendo", escribió el campeón del mundo en 1994 y ahora senador.
Por delante, aún le quedan las gestas de leyendas como Pelé, máximo goleador de la 'canarinha' con 95 tantos, Ronaldo con 67 y Zico con 66.
De todos, sin embargo, ha recibido las bendiciones y así es difícil amarrarse las ilusiones cuando hay un Mundial arrancando en pocos días y Brasil brilla en todas las apuestas.
"Hay que confiar, soñar, no hay que reprimirse. Podemos decir que somos brasileños y se puede soñar. Estamos soñando cada vez más. Soñar no está prohibido", pidió desde Viena.
Ya ha tenido bastantes dramas esta Seleçao que tan mal se lleva con la pena. Tite quería que sus futbolistas volvieran a divertirse de amarillo y le salió casi perfecto. Desde su llegada a un equipo en ruinas hace dos años, apenas ha perdido un amistoso de los 21 partidos que ha dirigido, por 17 victorias y tres empates.
Con los contundentes triunfos ante Croacia y Austria, su 'canarinha' llega a este Mundial con la mejor campaña de pre-Copa desde el equipo campeón en 1970, según una comparativa realizada por el diario Folha de Sao Paulo. Pero otros ya pasaron por ahí. Y se despeñaron.
Todo eran alabanzas al grupo de Luiz Felipe Scolari antes del Mundial-2014, tras su aplaudida victoria en la Confederaciones de 2013, hasta que cayó al abismo ante Alemania.
"Ahora hay que contener la euforia", alertó el reconocido periodista Juca Kfouri desde su columna en el periódico de este lunes.
Aunque no hay nadie más obsesionado con el equilibrio que el propio Tite, que pese a reconocerse orgulloso tras la última prueba de la Seleçao afirmó que aún le queda margen.
"Quiero y sueño con una Copa. Todos los integrantes quieren el título. Pero hay que estar atentos al trabajo. Quiero el rendimiento de este domingo en todos los partidos", aseguró.
La hora de la verdad llegará el domingo en Rostov, cuando la Seleçao debute ante Suiza y se acaben los ensayos y las promesas. Con semblante afable pero muy serio, Tite se santiguó al subir al autobús que les llevó de madrugada al hotel de concentración. El Mundial que tanto esperó su Brasil herido ya ha comenzado.
Tras un primer día de descanso en la soleada Sochi, donde ya están acomodados en un lujoso complejo a orillas del mar Negro, la 'canarinha' iniciará el martes los trabajos en esta ciudad balneario que les ha recibido con temperaturas similares a las del verano carioca.
Solo los lejanos picos nevados que se adivinan en el horizonte recuerdan que este lugar fue la sede de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014. Entre la multitud de turistas rusos con toallas, flotadores y sombreros que recorren el paseo marítimo eso parece ahora en otra vida.
Como la propia catástrofe de Brasil hace cuatro años.