Jorge Sosa - Especial para Los Andes
Seducir es hacer que otra se sienta atraída o enamorada de uno utilizando los recursos necesarios para ello. Y los recursos necesarios son muchos. En el amor, por ejemplo, el vago hace incontables taradeces para que la piba que le gusta se dé cuenta de que él existe, de que él está ahí y es más, que él está interesado en ella, en toda ella contando las gambas y las caderas. Señas, sonrisas, guiñadas, salidas aparentemente simpáticas, mensajesitos. Todo vale a la hora de concitar la atención. Porque lo primero es concitar la atención, después viene el darse a conocer, el demostrar que uno tiene cierta valía y cosas que ofrecer. Por supuesto que ella también utiliza el terreno de la seducción pero en el caso de la mujer es más sencillo, le basta con estar nomás.
Pues en las elecciones se da un caso muy parecido, aunque no se busque una correspondencia amorosa se ejerce la selección para que entre todas las verduras que se ofrecen uno elija un nabo. La seducción es ejercida entonces por los llamados “candidatos”, nosotros somos los cándidos que tenemos que morder la carnada con anzuelo y todo.
Ellos tratarán de seducirnos. Con sonrisas en los afiches, con spot publicitarios que rebozan promesas, con declaraciones a la prensa para que se note que piensa (no siempre lo logran) y con caminatas para estrechar manos de vecinos o dar besos en los tersos cachetes de los niños. Son gestos de seducción. Están, en estos momentos en que usted me lee, pensando en qué hacer para que esa seducción sea más efectiva. Necesitan, imperiosamente, que los elijamos, que digamos “ese es” y metamos su nombre adentro de un sobre que irá a parar al fondo de una urna de cartón.
Cuando uno tiene una ideología y por ejemplo, en su familia, vienen siendo radicales desde aquellos tiempos en que Lencinas regalaba sacos, la cosa es más sencilla, porque esos ya eligieron, cualquier salame picado fino que vaya en la boleta de su partido lo van a votar igual. Pero la gran, pero la gran mayoría de la población, no tiene decisión tomada y entonces hacia ella van los puñales de la seducción.
¡Qué difícil es elegir bien cuando tantas veces hemos elegido mal! Porque lo que van a hacer los candidatos actuales es lo mismo que lo que hicieron los que ya son funcionarios y el problema, acuciante al final, es que no funcionaron.
A uno le gustaría sentarse frente a ellos y hacerles preguntas. Preguntarles por ejemplo si saben lo que es vivir con un solo sueldo, preguntarles si la plata les alcanza para llegar a mitad de mes, preguntarles cómo van a hacer para hacer todo lo que dicen que van a hacer. Preguntarles que van a hacer, efectivamente, para que seamos un poco más felices, para que las necesidades básicas de la vida estén cubiertas. Pero eso no es posible. Tenemos que conformarnos con los signos superficiales de seducción.
Se acercan las PASO. Son como un enfrentamiento de mentirita para que celebren algunos y se amarguen otros, sin motivo alguno, porque nadie pierde ni gana nada, es para saber cómo estamos, cómo son las aproximaciones. Pero debemos ir a votar igual. Que es el momento en el que los seductores se dan cuenta de si la seducción ha sido efectiva.
Van a tratar de seducirnos. Por lo menos pongamos cara de que nosotros fáciles no somos.