La sartén por el mango

Cornejo no sólo tiene el poder sino que también lo ejerce en toda su amplitud. Aumentó por decreto a los maestros y está a las puertas de ratificar su decisión en la Legislatura. Lo que viene para el resto de los gremios no parece ser distinto. Mando

La sartén por el mango

Por Luis Abrego - labrego@losandes.com.ar

Desde el regreso de la democracia, todos los gobernadores mendocinos han intentado plasmar en sus primeros cien días -con mayor o menor éxito- una impronta de autoridad. El tránsito hasta Peltier 351 suele ser duro y congestionado, y es por ello que la firmeza y la transmisión de seguridad es un gesto de ratificación hacia quienes lo votaron y de aceptación/resignación para quienes no lo hicieron.

En un contexto de crisis inédita, al extremo de escalonar el pago de los empleados estatales, “colgar” el cumplimiento de las obligaciones con los proveedores, paralizar la obra pública y poner en riesgo la prestación de servicios elementales, Alfredo Cornejo no ha sido la excepción. Esta semana, en su defensa de la salida del default en el Senado de la Nación, fue el único gobernador que avaló el acuerdo con los holdouts para cubrir gastos corrientes. El resto de los gobernadores coincidieron en el pago a los buitres y en la búsqueda de financiamiento pero para obras de infraestructura y crecimiento. Un lujo que hoy Mendoza no puede darse.

Ya desde la misma noche en que se impuso en las PASO (y pese a que aún nada estaba dicho sobre quién sería el sucesor de Francisco Pérez) el radical se tomó atribuciones de mando. Aquel gesto, que también se interpretó como destemplado, fue -en todo caso- sólo el aperitivo de lo que está demostrando ser su estilo de gobierno. Una pirámide en la que las decisiones se concentran en Cornejo, no sólo porque es el que manda, sino porque además es el que lidera. La investidura no implica liderazgo per se. Y cuando ambas vienen juntas el poder del mandatario crece. Pues en este caso, no solo lidera el gobierno, sino también el partido, la alianza que lo hizo ganar, los bloques legislativos y hasta la mayoría de los intendentes que lo acompañan.

Sus antecesores mandaron (no siempre) pero no condujeron con tanta homogeneidad. Por distintas circunstancias históricas, políticas, o personales, pocos gobernadores han sabido encolumnar detrás de sí de manera tan compacta, como hasta el momento ha demostrado Cornejo. Su mayor desafío será mantener ordenada la tropa el resto del mandato. Apenas van 100 días.

Tal vez los gobernadores de más ascendencia hayan sido Llaver y Bordón, pero ambos tuvieron resistencias internas; Gabrielli, Lafalla, Iglesias y Cobos se tornaron jefes sólo desde una facción partidaria. Jaque y Pérez ni siquiera eso. Cornejo, en cambio, lidera casi sin cuestionamientos entre los propios. Y es por eso que puede sumar al don de mando, otra característica que lo diferencia de sus antecesores. Porque, como buen administrativista, el gobernador no sólo ordena, sino que también controla.

El control es una fase primordial en el esquema de su concepción del poder. Control en el nombramiento de funcionarios, control en la orientación de las políticas, control en las variables estratégicas, control de gestión, control (o intento de anticipación) de lo que pueda hacer la oposición, control de la repercusión mediática de sus decisiones, control de la volatilidad del humor social a través de los sondeos.

Al fuerte ejercicio de la autoridad, Cornejo adiciona entonces una férrea decisión de tener (y demostrar) que es el que controla la situación. En ese sentido, la recientemente frustrada paritaria docente no es más que un claro ejemplo de ello. Más que en acordar un porcentaje de incremento, Cornejo ha pretendido (porque evaluó que tiene las fuerzas suficientes para hacerlo) dar un debate cultural sobre la situación de la educación pública en Mendoza, con claras muestras de autoridad (por eso su insistencia sobre el rol del gobernador como intérprete y defensor del interés público, en contraposición con la función del sindicalista que representa solamente el interés de sus afiliados) pero también dosificando la negociación hasta lograr exasperar al SUTE.

Un sindicato que, recordemos, desconoció al entonces gobernador electo cuando antes de asumir convocó a los gremios estatales a un primer diálogo que el SUTE decidió desairar con una carta de respuesta a la invitación dirigida -simplemente- al “intendente de Godoy Cruz”. Un error de apreciación política que le agregó dureza a un debate que ya se preanunciaba complejo más allá de ese desplante gremial.

Mal que le pese al SUTE, en cada nueva reunión paritaria el Ejecutivo llevó una propuesta superadora, o que al menos mejoraba la anterior. Esa última, la del 32,4% anual ofrecida en el último cónclave (con el ítem aula y el aporte nacional incluido) fue la que esta semana quedó plasmada en el aumento por decreto que el Gobierno justificó ante el rechazo sistemático y “la falta de diálogo”. Pese a los casi tres paros a cuestas en menos de un mes de clases, y con un minucioso plan de tratamiento exprés en la Legislatura, quedó en claro quién manda, pero también quién en definitiva tiene el control de la situación. Antes de tensar la paritaria, Cornejo ya sabía que no tendría mayores dificultades para imponer su decreto en la Legislatura. Si esas condiciones no hubieran estado dadas, la negociación y el tono hubieran sido distintos.

Un dirigente que lo conoce de toda la vida lo define así: “Alfredo no da ninguna batalla de la que no esté seguro que puede ganar”.

Es por ello que en ese contexto de cálculo y prudencia llamó la atención esta semana el paso en falso generado con la designación de Paulo Belloso, el ahora efímero ex funcionario de la Dirección General de Escuelas (DGE), cuyo nombramiento se conoció en simultáneo con el desembarco en la Legislatura del decreto de aumento a los docentes. Belloso, a priori un joven con experiencia y antecedentes académicos es la pareja de la hija del director general de Escuelas, Jaime Correas. Ese solo vínculo familiar debió haber llamado la atención del sistema autoinmune del cornejismo para desestimar su contratación en un gobierno que ha elegido cambiar paradigmas, dar debates de fondo y predicar con el ejemplo como táctica de diferenciación.

No lo advirtió el propio Correas, quien pese a no provenir “de la política” (como a él mismo le gusta decir) no puede alegar ingenuidad en materia de la valorización de una noticia y sus contextos; pero tampoco parece haberlo advertido el mismo Cornejo cuando incluso designó a Correas en la DGE. “Siempre resultará polémica la entronización de un polemista profesional” como Correas, podría ser la cita nunca escrita de un Maquiavelo criollo.

Lo cierto es que por estas horas el incremento docente por decreto ya tiene media sanción del Senado y se espera que mañana Diputados haga lo propio pese al tercer paro previsto, a los agravios al propio Cornejo (al que SUTE asimiló con Hitler) y a los senadores oficialistas en un contexto de virtual sitio a la Legislatura. Una vez más Mendoza asiste a la particular concepción que tienen algunos sindicalistas de la democracia: si no se hace lo que ellos entienden y creen, denuncian un estado totalitario.

Asombra y alarma, en este punto, que el justicialismo ceda a la tentación de dañar al adversario en vez de construir una razonable gobernabilidad. Especialmente cuando en el pasado reciente, el PJ sufrió las consecuencias de la presión que dice ejercerse en nombre de los trabajadores y que suele redundar únicamente en beneficio de las corporaciones sindicales.

Sin embargo, el conflicto docente ha impactado en el gobierno que aún así ratifica que era necesario atravesar esta tormenta e intentar salir fortalecidos para poder emprender las  paritarias que quedan. Para el resto de los gremios también está destinada la inflexibilidad puesta de manifiesto con los maestros.

Una seguidilla de decretos esperan nuevos fracasos en la paritaria para seguir el mismo trámite.

En todo caso, la ocasión será una buena instancia para discutir cómo construir una provincia más justa, con un Estado más sano. Ya está demostrado que cuando los gremios y sus dirigentes se dieron por satisfechos, el resto de la sociedad fue la que terminó indigestada.

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