La responsabilidad colectiva

El mundo en general y la Argentina en particular están frente a un poderoso ejercicio de responsabilidad colectiva.

La responsabilidad colectiva
La responsabilidad colectiva

Casi sin darnos cuenta, hemos sido alcanzados por el futuro. Y fue así a pesar de que muchos confundieron las prioridades y, con una mezcla de ingenuidad e ignorancia, concluyeron que no iba a pasarnos nada porque estamos lejos de todo.

Pero el coronavirus no acepta explicaciones y vino hasta nosotros. Tal como decía aquella canción, el futuro llegó hace rato. Sobran los ejemplos de las consecuencias pagadas por quienes pensaron que era un problema remoto.

Como sea, y con las vacilaciones del caso, hemos comenzado a tomar medidas que para muchos son irritativas, quizá porque pensaron, como el ministro de salud de la Nación, que el verdadero problema es el dengue, olvidando la formidable capacidad del Covid-19 de atacar el corazón mismo del sistema capitalista y producir su parálisis.

En ese plano, son de escasa ayuda las actitudes irresponsables de quienes no practican protocolo preventivo alguno. Tampoco contribuyen las recomendaciones presidenciales de combatir la pandemia ingiriendo bebidas calientes. O las protestas airadas de los empresarios de la noche en las redes sociales porque no pueden abrir sus boliches.

Quizá un poco tarde se han extremado los controles aeroportuarios, a despecho de las visibles fallas de un sistema que de a ratos funciona como un colador, y del simplismo que implica hacer firmar una declaración jurada en un país donde las firmas perdieron su valor hace rato.

Pero en el doble ejercicio de responsabilidad que va de gobierno a gobernados, hay un elemento unificador: unos y otros deben cumplir y hacer cumplir.

Falta, por citar lo más visible, una política de contención en las extensas fronteras que Argentina mantiene con cinco países –fronteras notoriamente porosas–, tanto como acelerar la capacidad de respuesta en áreas sensibles.

Por caso, sabemos que por el momento estamos viendo una película ajena y que la nuestra comenzará a rodarse en los próximos 60 días, lo que debería obligar a acelerar la vacunación antigripal de los adultos mayores –que son millones–, quienes deberán luego apiñarse en vacunatorios y farmacias a la espera de dosis que podrían ser tardías.

No es este un tema menor, a poco que se mire.

Un Estado presente es el mejor ejemplo que se puede ofrecer a una población confundida y alterada por fake news y por las redes que transportan versiones de dudosa factura.

Y la certeza de que, en esto, los ciudadanos no pueden hacer trampa. Porque nuestro consumado ejercicio de la viveza puede tener consecuencias nefastas a nivel personal, familiar, grupal y social.

Lo cierto es que esta vez está en juego un poderoso ejercicio de responsabilidad colectiva, algo a lo que no estamos acostumbrados. Porque el futuro llegó hace rato.

La responsabilidad  colectiva implica ubicar cada cosa en su justo lugar, para no caer en el pánico que paralice ni en la desidia que minimice las consecuencias de la pandemia.

Ni lo uno ni lo otro, estamos frente a un problema para el cual es necesario que cada uno ponga lo mejor de sí mismo y los que tienen mayores atribuciones aún más.

Luego de la tempestad, nuestra sociedad, pese a los perjuicios sufridos, puede resurgir mejor si es capaz de poner entereza, generosidad y vigor en el combate.

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