La Fiesta de la Vendimia ha logrado un reconocido prestigio, tanto a nivel nacional como internacional. Constituye en su rubro, sin dudas, la fiesta nacional más importante del país, y cada una de sus actividades, desarrolladas a lo largo de una semana conmueven y sorprenden a mendocinos y turistas, por la cantidad de gente que se vuelca a las calles para ser un actor más de la festividad y al Frank Romero Day para vibrar con un espectáculo impresionante dentro de un marco natural inigualable.
Y a modo de culminación de este último acto, se procede a la elección y coronación de la Reina Nacional de la Vendimia, que será la mujer que representará a la provincia y su principal actividad económica, la vitivinicultura, en distintos ámbitos, incluyendo actos oficiales.
El mendocino se siente identificado con la Fiesta. Es parte de ella, como el parque General San Martín o el Aconcagua. Por ese motivo también se molesta y enoja cuando alguna entidad u organismo pretende entorpecer la marcha de carruajes para realizar algún tipo de protesta. El desarrollo de los actos se cumple dentro de la normalidad, lo que permite la asistencia de la familia en su conjunto y concluye apoyando a la soberana electa, más allá del departamento al que represente.
A lo largo de los años, la Fiesta fue modificando algunos de sus actos para adaptarlos a los tiempos. Al desfile de camiones y algunos carruajes del primer año se le sumó la Bendición de los Frutos, para agradecer a Dios por los productos de la tierra, el agua y el esfuerzo del hombre. En los últimos años se produjo una apertura hacia diferentes religiones y cultos para que estén representados todos los habitantes de la provincia. Y el Acto Central debió repetirse entre dos y tres oportunidades ante la cantidad de gente que quería presenciar en vivo el espectáculo artístico.
Pero el caso de la Reina, específicamente, merece una consideración especial. La primera soberana nacional constituyó un verdadero avance para la época, adelantándose a los tiempos. Porque fue un homenaje al aporte de la mujer en la actividad rural. La distinción recayó en una cosechadora que fue buscada en la propia finca mientras cumplía su trabajo, destacando su actitud en un momento en que la mujer no tenía, ni siquiera el derecho de votar. Fue entonces un homenaje a “la mujer” mendocina, aunque con el correr del tiempo se establecieron algunas exigencias, especialmente relacionadas con las edades de las candidatas, situación que fue dejada, en los hechos, casi sin efecto ante el sentido común en que ingresaron tanto autoridades como posibles candidatas.
La elección de una joven mujer con el título de Reina va mucho más allá de un mero concurso de belleza, que por cierto sería legítimo, y ni que hablar respecto de una cuestión de género. Desde tiempos inmemoriales en sus fiestas, rituales y celebraciones el ser humano representó en la imagen de una mujer a la tierra y su fecundidad, a la vida y al amor.
Podría incluso pensarse que, en el caso de la Reina de la Vendimia, se expresa además cierta vocación de nuestro pueblo por la autoridad matriarcal de una reina, que con toda naturalidad es elegida entre un conjunto de jóvenes que no representan otra cosa que a su tierra.
Hacer de la elección de la Reina de la Vendimia una cuestión de género es quedarse en un igualitarismo mal entendido y en la superficie engañosa de una realidad mucho más profunda. Es no conocer a Mendoza y no comprender la fuerza de una tradición y una cultura que debemos mantener en homenaje a la mujer y su enorme aporte para que Mendoza siga siendo considerada una provincia bendecida por la calidad de su gente.
