La denominada Reforma Tributaria propulsada por el gobierno de Cambiemos ya es ley y, en el capítulo correspondiente a las Impuestos Internos, se produjeron cambios que pueden representar una interesante oportunidad para nuestra industria madre.
Puntualmente nos referimos al incremento de la alícuota del 8% al 14% para las cervezas industrializadas, uno de los principales sustitutos en el consumo de los vinos genéricos de baja gama de precios.
Según informes de especialistas, el incremento de la tasa efectiva de Impuestos Internos en las cervezas industrializadas se trasladaría casi en su totalidad al precio que paga el consumidor final por esta bebida, impactando en un aumento del 6%.
Por otra parte, un paper publicado por la Asociación Argentina de Economía Política (AAEP) nos dice que la elasticidad precio de corto plazo de la demanda de cerveza es de -0,86. Es decir que un aumento en el precio final del 6% haría que la cantidad de cerveza demandada se reduzca en un 5%, aproximadamente, ceteris paribus. Sin embargo, también existen opiniones autorizadas que proyectan un incremento del precio del 9% y, por ende, una caída del 7% en el consumo.
Actualmente, el consumo de cerveza en la Argentina ronda los 41 litros per cápita por año. Por tanto, si asumimos una disminución de esta variable entre el 5% y el 7%, significaría que los argentinos dejarían de consumir entre 90 y 125 millones de litros de cerveza industrializada por año, aproximadamente.
Por tanto, la pregunta que surge inminentemente es: ¿qué productos sustituirán esa demanda insatisfecha?
Sin lugar a dudas, esto representa una gran oportunidad para la vitivinicultura, ya que los vinos básicos de baja gama de precios representan una alternativa para el consumidor de cerveza.
Si bien es cierto que no existen estudios actuales que versen sobre la elasticidad cruzada entre el consumo de cerveza y vino en el mercado doméstico, un análisis econométrico realizado por el Lic. Alfonso Brandi que se remonta a unos 15 años atrás, sostiene que esta variable alcanza un valor de -0,43. Es decir que si disminuye el consumo de cerveza entre unos 90 y 125 millones de litros, el consumo de vino debería incrementarse entre 39 y 54 millones de litros por año.
En conclusión, si los actores de la industria vitivinícola aprovechan este cambio estructural otorgado por la nueva legislación y consiguen incrementar sus ventas en unos 45 millones de litros anuales, esto representaría un incremento de los despachos al consumo interno cercano al 10% y una reducción de los stocks vínicos esperados de alrededor de medio mes de comercialización, en forma permanente, lo cual mejora significativamente las chances de mantener los equilibrios entre los eslabones de la industria.