Era un secreto a voces, se presumía por todos lados. Independiente Rivadavia no estaba en condiciones de seguir peleando un ascenso a la Primera división, aunque las matemáticas dijeran lo contrario. Puede haberse ilusionado en la primera parte del certamen, pero la realidad es la única verdad, como decía el General.
Y esa realidad marca que la reciente derrota en Misiones, 2-0 frente a Crucero del Norte, despidió al Azul de la carrera por subir. La calculadora no opina lo mismo, pero la chance que le queda es ínfima, ya que tendría que ganar los cuatro partidos que restan y esperar otros resultados. Prácticamente una utopía.
Con ocho temporadas consecutivas en la Primera B Nacional, la Lepra se presentó en este renovado y sorpresivo torneo como gran candidato a obtener uno de los diez boletos hacia la máxima categoría. Todo parecía indicar que lo lograría cuando conoció a sus rivales de la zona B, varios de ellos recién ascendidos. Pero falló, algo se rompió y dejó de funcionar. Y hoy lo paga con la frustración de saber que el tren pasó y que no se supo subir.
Ahora cabe preguntarse, ¿de quién es la responsabilidad, dirigentes solamente o también jugadores? ¿Realmente estaba preparado el club para dar el gran salto?.
Penúltimo (16) sólo por arriba de Sportivo Belgrano de San Francisco (13) y a poco del cierre, Independiente deberá hacer una intensa autocrítica general. Tanto dirigentes, como futbolistas y cuerpo técnico saben que comparten el peso de la situación.
La chance de jugar ante River o Boca en el campeonato de 30 equipos ya se esfumó, pero el año que viene habrá que iniciar otra vez el camino, tal vez con caras nuevas dentro y fuera de la cancha. Un camino en el que, de una buena vez, todos los que conducen el carro azul quieran ir para el mismo lado.