Como aquel verso de Crimenes perfectos, la hermosa canción de Andrés Calamaro, pertenezco a la quinta que vio el mundial 78. Y eso te da muchos años de espera, de apuestas y decepciones.
Allá a comienzos de los 90 muchas jóvenes que iniciaban su recorrido evaluaban esas tentadoras ofertas de emigrar al país de sus abuelos.
Acuciados por ese tembladeral que fue siempre este suelo, se hicieron muchos pasaportes aprovechando la sangre europea que corría por sus (nuestras) venas.
Otros tantos nos quedamos. En el comienzo del nuevo siglo, ese éxodo disminuyó, es más muchos volvieron (algunos con una mano atrás y otra adelante como habían llegado los abuelos) y muy pocos con esa moneda nueva llamada euro.
Y retomaron su camino acá, de donde nunca debieron irse desilusionados. Por la convertibilidad, por la hiperinflación, por el mentiroso uno a uno y tantas porquerías más que nos vendieron a esos pibes que vimos el mundial 78. Y otros, esta dicho, nos quedamos.
Y acá vimos pasar modelos económicos, presidentes, propuestas y nuevas desilusiones. Hoy peinamos canas, habremos votado nuestro quinto o sexto ocupante del sillón de Rivadavia, y sinnúmero de elecciones legislativas (desdobladas sólo cuando le conviene al poder de turno). Ya vimos bastante. Conocemos mucho de lo que pasó, lo que ocurre y lo que va a venir.
Si lo midiéramos en mundiales (para los amantes de la redonda), una sola vez nos sentimos campeones, alguna vez arañamos la gloria (sub campeones) y muchas pero muchas otras nos volvimos sin gastar ni las suelas.
Así vivimos hoy: sabiendo que no jugamos en primera, que no somos los mejores del mundo, y que del granero del globo, solo quedan tiritas. Y me importa un bledo la famosa grieta.
No me interesa pararme de ningún lado. Si hace un par de años tomamos postura no era para entregarse como un vil fundamentalista a un nuevo proyecto, sino para cortar un vicioso proceso.
Una década que tuvo poco de ganada, y que había que reparar. Pero tampoco me trago ya el cuento de la herencia. Son más de dos años de pedirnos el esfuerzo para que algún día disfrutemos todos.
¿Y sabés qué? Ya no hay espacio para pedirnos más. De un lado y del otro, deberán saber que ya no se nos puede engañar.
Hablo sólo por aquellos pibes que están pisando los 50, (lustro más, lustro menos), y que esta comprobado fuimos el grueso del caudal de electores que llevó al poder a este gobierno.
Porque seguro ellos y ellas entenderán estas palabras. No somos "M", nos somos "K". Hicimos bien los deberes, defendimos a la patria ese año largo que nos lo requirió, y criamos a nuestros hijos así. Pero ya no nos pidan más.
El esfuerzo, el sacrificio, será para otros. Esta golpeada clase media no se para en los extremos. No quiere boletas extremas, no ofrece disculpas, no pide permiso.
A poco más de un año de volver a intentar cambiar algo, sabemos que nada cambió. Y sabemos que no queremos volver a parecernos, ni soñar, con Venezuela.
El voto que viene, no será castigo, será testigo de una nueva voluntad popular. Como siempre será la más sagrada decisión. Ojalá esta vez, no nos equivoquemos.