Todo debía ser una fiesta. La inauguración de las remodelaciones de la Plaza España fue programada como una fiesta popular. Es que la tradición de la inmigración española había custodiado por muchos años las mayólicas que adornaban su corazón y los motivos grabados en ellas, desde la fundación de Mendoza a muchos episodios épicos. El tiempo y el mal uso que algunos habían hecho la llevaron a un deterioro y los vecinos pidieron durante bastante tiempo que el municipio de Capital se ocupara. Y lo hizo.
Después de varios meses de trabajo la obra quedó concluida y se preparó una fiesta con elencos juveniles de danzas además que se había previsto entregarle a los vecinos partes de las mayólicas que habían sido reemplazadas.
La idea era una fiesta popular que quedó trunca por la aparición sorpresiva de grupos de manifestantes que, con la excusa de un reclamo gremial, generaron un escándalo innecesario donde el público presente se vio inmiscuido en un conflicto sin tener ninguna responsabilidad.
Un grupo de empleados municipales, junto a dirigentes sindicales de ATE, irrumpieron en la plaza, en medio del acto con pancartas, gritos y reclamos en un ámbito que estaba previsto para otra cosa.
Este tipo de intervenciones por parte de dirigentes de ATE son habituales y lamentables. Y lo peor es que este sindicato no es el que representa a los trabajadores municipales ya que éstos tienen su propio gremio, que es el que negocia las paritarias con las autoridades del municipio.
Lo que claramente surge de este lamentable episodio es que se trató de una puja gremial, donde un sindicato trata de apoderarse de afiliados de otro sindicato y para eso promueve una medida de fuerza de gran repercusión pública como para “seducir” a otros afiliados. El problema es que como no tiene personería reconocida en el municipio, ATE no podrá representar a esos afiliados en las paritarias ni negociar ninguna condición, salvo armar escándalos como el que protagonizaron.
Es lamentable este tipo de prácticas sindicales donde se agravia en forma gratuita a la población, ya sea irrumpiendo en una fiesta popular o cortando el tránsito. Parece que los dirigentes sindicales creen que molestando a la población conseguirán coronar sus reclamos cuando el resultado es totalmente contrario. Lo único que consiguen es el repudio de los ciudadanos que quieren vivir en paz y que a sus diferencias las solucionen en los ámbitos que corresponden.
Ciertos procedimientos sindicales de ciertos sindicalistas no han cambiado nada. Parece que, a pesar de las renovaciones generacionales, las prácticas no han mejorado sino que, en muchos casos, se han puesto mucho más violentas. A los clásicos mecanismos patoteriles se les agrega ahora la agresión gratuita a miembros de la sociedad, a los que quieren involucrar obligatoriamente para su causa.
Una parte de los dirigentes sindicales no han entendido las reglas de convivencia en sociedad. Están acostumbrados a arrancar “conquistas” y se manifiestan con demostraciones de violencia. Una cosa es el derecho de peticionar o expresar su opinión y otra muy distinta es agredir a la población o violar los derechos de sus conciudadanos. Estos dirigentes carecen de los más elementales principios para convivir y están acostumbrados a “arrebatar” los derechos del resto de los habitantes en su propio beneficio.
La sociedad no puede avanzar con personajes que actúan así. La mayoría de nuestra sociedad está compuesta de trabajadores honestos que no soportan actitudes autoritarias ni de funcionarios, ni de empresarios, ni de dirigentes sindicales. El derecho de igualdad ante la ley sigue vigente en la Argentina a pesar de que algunos lo quieran ignorar.
