En este último tiempo los medios digitales, radiales y televisivos se han hecho eco de una realidad urgente, triste y vergonzante, la pobreza de nuestro país.
De un relevamiento que realizó el Estado junto a organizaciones civiles y movimientos barriales entre agosto de 2016 y mayo de 2017, se desprende que hay 4.100 villas en todo el país, que sumadas cubren una superficie de 330 km2, más grande que la Ciudad de Buenos Aires, y viven alrededor de 810.000 familias en ellas.
La provincia de Mendoza posee 205, distribuidas de la siguiente manera: Las Heras encabeza los departamentos con 30 villas, seguida por Guaymallén, con 28; Maipú, con 26, Luján de Cuyo, con 25, y en orden decreciente aparece el resto de los departamentos, con excepción de La Paz y Santa Rosa, que no cuentan con asentamientos inestables (fuente: losandes.com.ar).
San Rafael no está exento de esta realidad, en la nómina nacional de villas figuran varias.
Poco tiempo después que el Estado daba a conocer esta realidad a través de la agencia nacional Télam, diario La Nación dio a conocer el último informe del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, donde se menciona que la inseguridad alimentaria, una de las dimensiones de la pobreza, afecta a 6 millones de personas. En 2016, 50% de la población habría estado en situación de pobreza multidimensional (experimenta al menos una carencia) y 19% de la población en situación de pobreza extrema, que equivale a 8,5 millones personas.
También salió a la luz el último informe de Unicef que declara: (...) “47,7% de los chicos (5,6 millones) viven en la pobreza en Argentina...Pero de todos ellos, 1,3 millones, 10,8% de la población de menores de edad, crecen en la pobreza extrema...La pobreza infantil aumenta cuando es la mamá quien aporta el ingreso (55,3%) y más del doble (72,5%) si los padres recibieron menos de seis años de educación”. Como contraste, “cuando el jefe de hogar tiene un trabajo formal o tiene más de doce años de educación, la pobreza es cuatro veces menor...De allí surge también que las ayudas que las familias reciben del Estado (en general la Asignación Universal por Hijo, AUH) reduce 30,8% la pobreza extrema, pero en menor medida la pobreza general que sólo desciende 5,6%...”
Ni hablar de los resultados de la educación, en el nivel primario, en Lengua las cifras de los que no alcanzan los niveles indispensables representan 39,1% (público) y 16,7% (privado). En Matemáticas, en los cálculos, 41,6% no logró niveles satisfactorios y avanzados. De ellos, 52,2% pertenece al ámbito público, mientras que 24,3% al privado. A nivel secundario, 46,4% de los alumnos de 5° y 6° año del secundario no comprende un texto básico, mientras que 70,2% no puede resolver cuentas o problemas matemáticos muy sencillos. En el área de naturales, 36,3% tuvo el rendimiento más bajo, mientras que en sociales fue de 41,1 %.
Es increíble que esto nos suceda. Argentina es el país más rico del mundo en la relación entre habitantes y riquezas naturales, fue el primer país de mundo en quebrar el analfabetismo, allá por el siglo XIX; produce alimentos para 400 millones y puede potencialmente hacerlo para 1.500 millones, pero no puede alimentar a 40 millones.
La sociedad debe tomar seria conciencia de que estamos mal, estamos heridos de muerte, la vida que muchos viven es inhumana, no hay dignidad donde abunda la miseria, el hambre y la injusticia. No hay fórmulas mágicas para salir de esta realidad, pero si existen políticas y planificaciones eficaces, qué si se aplican, es seguro poder quebrar esta realidad que nos tiene anclados en el subdesarrollo.
Abel Albino, fundador de Conin, dijo recientemente: “Si nos acompaña el Gobierno y pone cloacas, no hay parásitos; y si tenemos agua corriente, no hay gastroenterocolitis; y si tenemos agua caliente y luz eléctrica, mejora la higiene. Y si el Gobierno nos permite hacer que cada niño reciba desde el momento de su nacimiento en adelante una caja de leche por mes, y cada mujer embarazada y nodriza cuente con cuatro cajas de leche por mes, salimos como una flecha”.
Chile, aplicando la primera infancia, el saneamiento ambiental, y una educación de calidad como políticas de estado, en un período de 30 ó 40 años, pudo quebrar una realidad muy similar a la nuestra, y hoy es el primer país de Sudamérica. En 1950, la tasa de mortalidad infantil chilena era del 150 por mil nacidos vivos; hoy es del 7 por mil. La expectativa de vida era de 38 años. En la actualidad llega a los 79 años para los varones, 82 años para las mujeres; el analfabetismo llegaba a 23%, hoy es 0,1%; sólo el 35% de los habitantes tenían educación primaria completa; hoy, el 99%.
Se acerca un nuevo proceso electoral nacional, y debemos elegir nuestros representantes legislativos nacionales, provinciales y municipales. Como sociedad debemos dar un salto de superación, exigir y exigirnos, no seguir viviendo con este drama estructural que venimos padeciendo desde hace décadas. Nuestros gobernantes y los que nos gobernaran deben poner en agenda esta realidad y diseñar políticas de estado que busquen promover el desarrollo integro, progresivo y sostenido en el tiempo de todas las comunidades.
Deben atacar la causa primera de nuestro atraso, la extrema pobreza, y esto se hace con cerebros sanos, millones de niños leyendo, agua potable y caliente, luz eléctrica y cloacas.
La primera infancia, el saneamiento ambiental y una educación de calidad, deben ser los pilares sobre los que podamos construir una gran nación.
Juntos debemos buscar salir de la miseria y el subdesarrollo, abandonar el atraso y alcanzar el progreso, a través de la promoción humana en todos los estamentos sociales.
Como decía la Madre Teresa (en la foto): “La desnudez no sólo es falta de vestido. Hay desnudez cuando se niega la dignidad humana, cuando se niega el respeto”. La clave está en la promoción humana.
Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de Diario Los Andes.