En la Argentina, el maní es una de las economías regionales con fuerte perfil exportador de productos industrializados. Según el Departamento de Información Agroeconómica de la Bolsa de Cereales de Córdoba (Bccba), para este año la estimación de producción en caja asciende a 1,1 millón de toneladas, 32% superior al ciclo pasado; a pesar de las 9.600 hectáreas anegadas.
De acuerdo con el análisis de especialistas del INTA, el aumento en los rindes se debe principalmente al clima y a las innovaciones tecnológicas adoptadas por productores del sector.
Mariela Monetti, especialista del INTA General Cabrera -Córdoba-, analizó el momento por el que pasa el cultivo en la provincia: "En general, el estado del maní es de bueno a muy bueno; se encuentra a comienzo de madurez (R7) y no se observan graves problemas sanitarios".
Con rendimientos que se estiman rondarán entre 35 y 41 quintales por hectárea en vainas, Monetti advirtió que la calidad dependerá principalmente del clima: “En especial, de las precipitaciones que ocurran desde ahora en adelante y de la ocurrencia o no de heladas tempranas”.
En cuanto al inicio de la labor de arrancado, se prevé que será durante la primera quincena de abril, aunque en algunos lotes sembrados más temprano, la tarea comenzó a fines de marzo.
Asimismo, Monetti se refirió a la sanidad de los cultivos y detalló que se observaron malezas del tipo Amarantus sp. y Conyza bonariensis.
“El carbón (Tecaphora frezii) avanzó en toda la zona y, en lotes de rotaciones cortas, se observó Esclerotinia sumado a focos importantes de arañuela (Tetranychus sp.), mientras que fue un año con muy baja presión de Cercospora”, señaló.
Clima, clave para la campaña
Aunque el clima es un aliado estratégico de los cultivos, muchas veces el exceso de lluvias seguidas por anegamientos juega una mala pasada. En lo que va del año, algunas de las mejores zonas productivas de la provincia de Córdoba se ven afectadas por precipitaciones superiores a lo normal.
Desde el Instituto de Clima y Agua del INTA advierten que el patrón medio de los últimos 100 años muestra que no hay una tendencia climática marcada sino, más bien, una gran variabilidad que se intensificó en los últimos años.
“Las grandes pérdidas del año pasado fueron consecuencia de las malas condiciones climáticas al momento de arrancado y cosecha”, recordó Monetti quien auguró “un aumento de rendimiento respecto a la cosecha del año pasado, si las buenas condiciones climáticas acompañan”.
A su vez, explicó que “el efecto climático negativo de la campaña pasada por exceso de lluvias y prolongados períodos de elevada humedad ambiental se manifestó en la baja calidad de semillas”.
Para contrarrestar esta situación, hubo una mayor selección de los lotes destinados a semilla, cuidadosos tratamientos con fungicidas y un aumento en el número de semillas sembradas por hectárea. “Este trabajo minucioso permitió obtener un buen stand de plantas finales, aunque con una mayor contaminación varietal”, indicó.
Según estimaciones de la Bccba, las precipitaciones de febrero de este año fueron entre 40% y 70% inferiores, respecto del año anterior para los distintos departamentos de la provincia de Córdoba, excepto en Pte. Roque Sáenz Peña y Río Primero donde la variación bajista fue cercana al 10%.
La presencia de lluvias durante febrero fue una constante en algunos de los departamentos del sur y sudeste de Córdoba, con complicaciones en campos anegados y caminos intransitables para la campaña en curso.
De acuerdo con la Bccba, la superficie perdida por anegamiento estaría en el orden de las 9.600 hectáreas de maní, 78% inferior en comparación a la campaña anterior.
Producción sustentable
Los laboreos del suelo, la intensificación de las actividades agrícolas, la ausencia de rotación de cultivos y la elevada extracción de nutrientes sin una adecuada reposición, deterioran el suelo.
Por esto, experiencias realizadas por el INTA, junto a las universidades nacionales de la región, permitieron identificar prácticas de manejo para asegurar un cultivo sustentable y de bajo impacto ambiental.
La rotación con gramíneas y una frecuencia de implantación no menor a cuatro años resultan fundamentales para reducir al mínimo el impacto y maximizar los rendimientos.