La ecuación económica de las granjas de producción intensiva de porcinos mostró un deterioro importante en el 2018. De todos modos, existen algunos elementos como para ser optimistas respecto de una mejora del negocio durante el 2019. Así lo expresó un informe del Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL),
Según el trabajo de Juan Manuel Garzón y Valentina Rossetti, la actividad se enfrentó a un contexto económico poco favorable, un menor nivel de actividad (recesión) y una moneda debilitada (fuerte salto devaluatorio), factores que impactaron negativamente sobre los márgenes del negocio.
Debe recordarse que para las granjas (y la cadena en su conjunto), el mercado interno es, por ahora y en el futuro cercano, todo o casi todo; más del 95% de la carne que se produjo el año pasado se colocó y consumió fronteras adentro.
Si bien los alimentos, por su naturaleza, resisten mejor los procesos de ajuste que otros productos, en un año recesivo, la comercialización se hace inexorablemente más pesada, los plazos de pago se alargan, la posibilidad de negociar precios con el comercio se reduce, etc. Además, en la cadena porcina se suma otro dato clave, la producción viene creciendo muy rápido desde hace varios años, por maduración de inversiones importantes realizadas en el pasado y por mejoras de productividad sostenidas; en el 2018 la producción se expandió al 10% anual, lo que requiere de un mercado interno en expansión capaz de absorber volúmenes adicionales sin exigir grandes sacrificios de precios, agregó el informe.
Por su parte, la devaluación no benefició a las granjas, al menos no en forma directa ni en la coyuntura. La devaluación llegó rápido y con intensidad a los costos mientras que pasó mucho más desapercibida en los ingresos. Muchos insumos, que ponderan alto en los costos totales, se encuentran plenamente dolarizados (granos, harinas) o siguen a la moneda extranjera muy de cerca (suplementos, medicamentos, combustibles).
Sí se pueden rescatar algunos efectos positivos de la devaluación sobre el mercado de las carnes, expresó el informe, que en definitiva deberían llegar también a las granjas, aunque menos potentes y más difíciles de precisar; se pueden señalar aquí el encarecimiento de las importaciones de carne porcina proveniente de Brasil (tema que generó mucha preocupación y discusión en la cadena en el primer semestre del año pasado) y el boom de exportaciones de la carne bovina, al que contribuyó seguro el mayor tipo de cambio.
Respecto a esto último, debe notarse que el gran competidor de la carne de cerdo en el mercado interno es justamente la carne bovina, por lo que una mayor exportación de esta última libera espacio de consumo que pueden luego llenar las otras carnes.
De todos modos, a pesar de este contexto, existen algunos elementos como para ser optimistas respecto de una mejora del negocio durante el 2019.
Por el lado de la macro, el consenso entre los analistas es que, si el gobierno sigue cumpliendo con los compromisos fiscales y monetarios asumidos, este año será mejor que el 2018; en este escenario de confianza, se espera que los salarios mantengan o incluso mejoren su poder de compra, que la inflación se "normalice", que las tasas de interés sigan altas pero varios peldaños abajo y que el tipo de cambio no muestre saltos bruscos, sino más bien siga de cerca (y por detrás) a la inflación; en este escenario, el consumo se fortalece respecto del año pasado y las exportaciones encuentran una mejor plataforma para expandirse.
Por supuesto que hay riesgos, cosas que pueden salir mal, alertó el Ieral, vinculadas a factores externos o exógenos que serían adversos para el país y también a factores domésticos, tanto económicos como políticos, que pueden tallar sobre la confianza y desmejorar rápidamente la macro y el escenario económico. Pero algo debe advertirse, la corrección de los desequilibrios fiscal y externo que requería la economía argentina empezó a producirse en setiembre del año pasado, y ya han transcurrido cinco meses, muy difíciles, por cierto, pero con resultados bastante satisfactorios en la corrección de esos desbalances.
Finalmente, un elemento que puede jugar a favor también de la actividad y ser determinante, es el cambio del ciclo ganadero y una reducción en la oferta de carne bovina que se vuelca al mercado interno. En 2018 se tuvo récord de producción y récord de exportaciones de carne bovina; es de esperar que este año las exportaciones sigan muy firmes, pero no así la producción si cambia el ciclo ganadero. En enero se tuvo un fuerte incremento de precios de hacienda, un factor que puede ser el disparador del cambio del ciclo, del paso hacia un escenario con menor liquidación de hembras.