La prisa - Por Jorge Sosa

Correr, siempre correr. Estamos preparados para la prisa, nos ponemos la prisa junto con los zapatos y salimos...

La prisa - Por Jorge Sosa
La prisa - Por Jorge Sosa

Nos bombardean con horarios, es decir nos segmentan la vida para que uno cumpla con el deber que le ha sido asignado. ¿Qué deber? ¿El de llegar temprano a un trabajo donde nos retribuyen con sueldos inhumanos? ¿El de llegar temprano a un banco donde nos siguen esquilmando? ¿El de cumplir estrictamente con una cita que no tiene forma si no tiene horario?

No tenemos tiempo para la contemplación, para pararnos a tiempo, como decía en un monólogo anterior, para darnos cuenta de que estamos vivos y anda la vida merodeando por ahí sin que nos demos cuenta.

Correr, siempre correr. Estamos preparados para la prisa, nos ponemos la prisa junto con los zapatos y salimos hacia el día a correr. No me alcanza el tiempo, decimos, y es al revés, nosotros no alcanzamos al tiempo, se nos escurre de los dedos y se va bien adelante para seguir llamándonos.

¡Apúrese, mi amigo! ¡Apúrese! Si usted se para detiene a todos los que vienen detrás de usted y esto se transforma en un embotellamiento de compromisos. Nos empujan, y estamos tan acostumbrados a que nos empujen que le ponemos el hombro a la mano que impulsa.

Tenemos el día segmentado, y estamos tan acostumbrado a ello que no nos damos cuenta que los días pasan, segmentados, y uno es igual al que pasó y será igual al que viene; entonces no tenemos tiempo para disfrutar.

Las ciudades son el territorio de estos apuros, apuro para ir a trabajar, para ir al médico, para hacer un trámite, para ir al baño, para comer. Es dable preguntarnos si el apuro nos hace llegar primeros. ¿Primeros a qué? Indisolublemente al cansancio.  El cansancio llega por haber intentado cumplir con la prisa de ese día de cansancio, no por haber caminado intentando encontrar la vida en los pequeños detalles que guardan para ella las ciudades.

El reloj no sabe cómo es la paciencia y nos achica el tiempo, entonces no tenemos oportunidad para darnos el gusto de saborear cosas esenciales como la literatura exigua del silencio, como la oportunidad de meditar sobre nuestra importancia mirando el cielo en una noche de verano, como darle al amor el suficiente espacio como para que se entregue de cuerpo entero, o como apreciar el crecimiento de nuestros hijos días tras días y nos sorprendan con sus maravillosos disparates.

Decimos debo cumplir con las obligaciones, pero, ¿no sería también una obligación darnos algunos minutos de contemplación, de análisis, de discurrir hacia dónde va el mundo y obligatoriamente hacia dónde nos lleva? ¿No sería una obligación rescatar de cada día una porción de él que nos ayude a mejorar, a ser mejores?

La sociedad está preparada para la prisa. Etimológicamente prisa es participio de apretar, oprimir, presionar, y es eso precisamente lo que nos ocurre. No vamos libres, vamos con encargos en nuestras espaldas y uno de los más importantes es llegar a tiempo. Todo debe ser con premura para que la máquina no se pare y las cosas dejen de ocurrir.

Una vez escribí un cuento donde todos los habitantes de un pueblo se despertaban sin que nadie los despertara a la misma hora de la noche y se juntaban frente al horizonte del Este para ver amanecer. Esa es una noticia importante, que otra vez amaneció, y el sol no tiene prisa, ni nadie que lo apure es enteramente sol a la hora de iniciar el vuelo.

Darnos tiempo para las cosas importantes, hermosa tarea. Sacarle la lengua al horario y cumplir con nosotros mismos. Puede que nos dé buenos resultados.

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