La primera batalla fundacional de Macri

El Presidente se negó a trocar con Cristina Kirchner gobernabilidad por impunidad. La estrategia para fortalecerse políticamente mientras intenta ordenar la economía y la relación con el peronismo.

La primera batalla  fundacional de Macri

Mario Fiore - mfiore@cimeco.com - Corresponsalía Buenos Aires

Mauricio Macri está decidido a transformar las debilidades con las que el jueves se hizo cargo de la Argentina en sus principales fortalezas. Consciente de que llegó a la Casa Rosada porque el 22 de noviembre un poco más de la mitad de los argentinos (el 51%) prefirieron ponerle fin al ciclo kirchnerista, el Presidente tiene por delante meses que serán muy complicados en materia económica, los cuales además serán especialmente críticos para construir relaciones de poder sensatas con el peronismo, que sigue siendo la principal fuerza política del país, tiene superioridad en el Congreso y gobierna más de la mitad de las provincias.

De la muñeca con la que maneje las variables económicas totalmente alteradas que le dejó Cristina Kirchner como herencia, dependerá el plan de Macri de gobernar con el PJ de su lado y no en su contra.

En su discurso ante la Asamblea Legislativa, Macri evitó hablar de la bomba que anida en la economía argentina. Prefirió referirse a las oportunidades de crecimiento que el país sigue teniendo si las cosas se hacen de otro modo, y derrochó gestos de colaboración y de apoyo a los gobernadores -especialmente los del PJ- que lo escuchaban atentos desde uno de los palcos.

Tras recorrer el país durante los largos meses de la campaña, el nuevo presidente sabe que casi todas las provincias atraviesan tiempos difíciles para sus economías regionales y que muchas de ellas tienen situaciones de quebrantos como las que dominaban las finanzas públicas a finales de los '90. 
Por eso Macri les dijo a los mandatarios: "Saben que pueden contar conmigo". Sin embargo, el nuevo jefe del Estado no tiene la "chequera" frondosa con la que primero Néstor Kirchner y luego Cristina Fernández lograron la obediencia de los caciques del interior.

Hoy el déficit fiscal es equivalente a un 8% del PBI, el Tesoro nacional está tapizado de deudas intersector público, el Banco Central tiene sus reservas en estado crítico y la inflación lejos de aplacarse está iniciando una nueva curva ascendente (el fin del cepo cambiario será sin dudas la primera gran prueba de ácido de la gestión macrista).

Macri tiene un plan para desplegar ofensivamente mientras pasan los primeros chubascos económicos y mientras la Casa Rosada logra consolidar una nueva relación, más sana, con las provincias (el Presidente recibe hoy a todos los gobernadores para dar el primer paso en ese sentido).

El nuevo gobierno pondrá toda la carne en el asador para instalar en la opinión pública como primera gran batalla fundacional del macrismo la lucha contra la corrupción. No por nada, el nuevo jefe del Estado dedicó casi la mitad de su primer discurso ante la Asamblea Legislativa para mostrarse taxativo (con frases como "voy a ser implacable con todos, sean propios o ajenos" o "no hay principio ideológico que justifique prácticas abusivas") y apoyar a su vez la actuación de la Justicia "independiente".

Fueron minutos decisivos de su mensaje que buscaron orientar los cañones hacia Cristina Kirchner y sus colaboradores más problemáticos, aunque jamás se haya referido explícitamente a ella, como tampoco lo hizo a la crisis económica.

La tensión que dominó la corta transición entre el gobierno saliente y el actual, con el sainete del traspaso de mando como plato central fue provocada fundamentalmente porque Macri no aceptó ningún acuerdo bajo la mesa con Cristina Kirchner. Fuentes del nuevo oficialismo aseguran que ella ofreció colaboración desde su rol de líder del Frente para la Victoria (FpV) y pidió a cambio a su sucesor que "interfiriera" en la avanzada que están desplegando los jueces, desde la Corte Suprema para abajo, en contra de la administración que ella encabezó.

Pero el macrismo cree ver en esta cosecha de tempestades que la ex presidenta supo sembrar, y que hoy la acechan bajo distintas carátulas de causas judiciales, una oportunidad para fortalecerse en sus primeros meses en el poder.

Por eso es que algunas fuentes parlamentarias creen que además de un paquete de leyes económicas, Macri enviará en febrero al Congreso una serie de iniciativas para darle más herramientas a la lucha contra la corrupción, como la ley que le dé protección a los arrepentidos u otra que permita recuperar el dinero robado por los funcionarios y sus cómplices durante el ejercicio del poder.

Serán leyes señeras que no tendrán resultados en lo inmediato pero que le servirán al Presidente para ganar legitimidad más allá de lo electoral. 
Si Néstor Kirchner tuvo un punto de quiebre positivo en sus primeros meses de gobierno al desarmar la Corte Suprema "adicta" de Carlos Menem, Macri busca ahora imitarlo con una gesta similar: castigar firmemente todos los desbordes de la larga fiesta kirchnerista.

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