A las 15.30, la hora en que comenzó el partido, el termómetro marcaba 28°. La indisimulable humedad cercana al 90 por ciento ha convertido al estadio Roberto Meléndez en una gran olla a presión dónde se cuecen, a partir de ese instante, las aspiraciones de la selección nacional.
Pero tamaña jornada arrancó mucho antes de que los futbolistas argentinos abandonaran los pisos 4 y 6 del hotel de la zona nueva de Barranquilla donde operaron casi en secreto durante las 36 horas anteriores.
La ciudad amaneció gris de plomo, pero inundada por una peculiar marea amarilla. Todo ser viviente que se desplazaba en el espeso clima de la mañana calzaba el orgullo a flor de piel en forma de camiseta colombiana, y costaba encontrar en ese marco casacas albicelestes. A dos horas y media para el inicio, el clima que se vivía era como si se tratara de una final. La cumbia se escuchaba por los altavoces y contra el cemento repicaba el agudo silbido de cientos de cornetas.
El cielo se abría y el sol daba inicio a un inesperado freído a rayo lento, pero lentamente se nubló, por lo que empezó a rumorearse una posible suspensión del partido. Sin embargo, eso no importó. Dos horas antes, las cabeceras lucían llenas. La voz del estadio arenga a los hinchas, que a diferencia de los jugadores no necesitan dosificar la energía y la transformaron en un barullo incómodo. El clima era decididamente festivo.
Afuera del estadio, la fiebre crecía mientras se acercaba la hora del encuentro y por las últimas plateas de reventa llegabana pagarse hasta 250 dólares. “Este no es cualquier partido”se escuchaba decir. A Teófilo Gutiérrez un hincha le arrojó una camiseta del Junior, donde jugó hasta 2010. Es una Colombia hospitalaria y amable la que recibía la bendición de un partido de esta trascendencia.
El ambiente creció hasta la hora del inicio. Lo que vino después resultó un cambio de roles. La Argentina ausente del marco terminó convirtiéndose en protagonista antes de hacerse cargo de su primer triunfo en estas Eliminatorias para Rusia 2018. Y sus pocos hinchas se fueron felicces, tanto o más que la propia delegación. Ahora será cuestión de volver a enamorar en casa, y para eso, hay tiempo para trabajar.