Por el solo hecho de que los grandes centros poblacionales crecieron a los costados de los ríos que cruzan la provincia, la población de Mendoza se encuentra expuesta a los problemas que generan las inundaciones cada vez que se producen tormentas importantes en la zona de montaña. En los últimos años, gran parte de esos problemas han sido atenuados como consecuencia de los diques (Potrerillos sobre el río Mendoza y la importante serie construida en el Sur), pero no dejan de preocupar cuando esas tormentas se producen entre el dique y la zona poblada, como también ha ocurrido.
Una nota de opinión, del especialista en temas ambientales Hugo Eberle, publicada días atrás por Los Andes, nos advierte que el fenómeno del crecimiento poblacional junto a los ríos es mundial y que las inundaciones siempre han existido, por lo que no se puede culpar a la naturaleza de las calamidades que provocan sino a los errores que se producen en el ordenamiento territorial. Destaca como ejemplo que la desmesurada concentración poblacional en las urbes ha obligado a los sectores más pobres a tomar riesgos extremos en la elección de sus lugares de asentamiento “en complicidad con las autoridades que pecan por omisión, incapacidad o negligencia”.
En la provincia contamos con decenas de barrios precarios que crecen en zonas denominadas “aluvionales”, que obligan a las autoridades a realizar costosas obras para morigerar posibles problemas, cuando lo coherente hubiera sido no permitir la construcción en esos lugares. Mucho más oportuno hubiera sido destinar ese dinero a la construcción de viviendas para esas familias necesitadas, pero erigidas en lugares más seguros y lejos de posibles inundaciones.
El especialista advierte también que en los últimos años y quizás como consecuencia del calentamiento global, las inundaciones se han incrementado de manera brutal. En Europa, el número de eventos en la segunda mitad del siglo XX prácticamente se ha duplicado, mientras en América y Asia también han crecido significativamente.
Otra especialista en el tema, Margarita Gaseón (dice Eberle en la misma nota) afirma que muchos pueblos del mundo han conseguido adaptar su vida a los ciclos de agua, como sucede en la India y Paquistán por efecto de los monzones o los países ribereños del Nilo, mientras en otros se han solucionado con muros de contención, con canales derivadores, diques o represas que en general ofrecen soluciones efectivas pero no siempre son garantía de buenos resultados, cuando lo que consiguen es salvar una ciudad inundando campos aledaños y hasta otras ciudades.
Según Eberle, en las regiones montañosas los efectos de la inundación suelen ser muy diferentes porque el relieve se convierte en un factor fundamental en el nivel de daño que pueda producir a una ciudad ribereña, destacando que los excesos de precipitaciones pueden provocar aluviones o deslizamientos que arrastran lodo y piedras, situación que se multiplica cuando se ha descuidado la limpieza de sus desagües, canales y acequias, que normalmente son obstruidos por basura urbana. Asegura entonces que recurrir a situaciones de emergencia constituye una muestra clara de la insuficiencia de las tareas de prevención.
El especialista mostró una verdadera película de lo que sucede en Mendoza por lo que su opinión es valiosa y para tener en cuenta. También su conclusión, cuando indica que la población debe entender que hay lugares en los que no se puede vivir y que los gobiernos deben asumir la responsabilidad de prevenir estos eventos a través de la fijación de programas específicos.