Los nubarrones se volvían más oscuros y los helicópteros más numerosos ayer en el cielo de Barcelona. Y la policía irrumpía en la fiesta de los independentistas catalanes confiscando urnas y cargando contra algunos manifestantes que defendían el referéndum prohibido.
Hacia las 10.30 locales (5.30 argentina) resonaron disparos de balas de goma cerca de un centro de voto, marcando un cambio brutal en una jornada que había comenzado con ambiente festivo.
Desde las cinco de la madrugada, cientos de barceloneses se habían congregado frente a numerosos colegios en un intento de impedir el cierre, ordenado por la justicia, de los locales destinados a la votación.
El gobierno regional catalán había preparado en secreto durante semanas este plebiscito prohibido por el Tribunal Constitucional, ignorando las advertencias del ejecutivo español de Mariano Rajoy.
Al alba, de Girona a Barcelona y de Manresa a Figueres, miles de catalanes lanzaban así un desafío al Estado español bajo el grito de “¡Votaremos!”. Ante la pasividad de la policía regional, los Mossos d'Esquadra -atrapados entre su dependencia del gobierno catalán y su obligación de hacer cumplir las órdenes judiciales-, la Policía Nacional y la Guardia Civil españolas pasaron a la acción.
En Barcelona y también en Girona, bastión del presidente independentista Carles Puigdemont, un centenar de kilómetros más al norte.
Allí, la Guardia Civil rodeó el centro deportivo donde el líder catalán debía votar, para luego forzar las puertas y confiscar las urnas ante los activistas que cantaban “L'Estaca”, símbolo de la resistencia antifranquista, con el puño en alto.
Al mismo tiempo, en Barcelona, Marc Carrasco, de 52 años, reponsable del colegio electoral de la escuela Ramon Llull, relataba nerviosamente la escena que acababa de vivir. “Se han llevado seis o siete urnas, porque aunque públicamente se decía que había dos mesas teníamos muchas más urnas, 8 o 9, y se las han llevado casi todas”, reconocía, precisando que aún así “aquí no se continuará votando, este colegio queda cerrado”.
Bajo una fuerte lluvia, una cincuentena de agentes de la Policía Nacional con equipamiento antidisturbios había intentado desalojar una a una a las decenas de personas que bloqueaban el acceso al centro.
“Ha sido una imagen potente porque estábamos dentro cantando Els Segadors (himno nacional catalán) y se iban oyendo golpes violentísimos para poder destrozar la puerta”, explicaba Carrasco.
“Se han llevado las urnas por la fuerza, porque los presidentes de las mesas agarraban las urnas con las dos manos y se las arrancaban literalmente de las manos”, agrega.
Al marcharse, los agentes se encontraron cara a cara con varios centenares de activistas sentados en la calle, que les cortaban el paso y, según los testigos, pasaron a la carga.
“Intentaron dispersarnos con esto, que lanzan y lo único que hace es ruido”, cuenta a la AFP Jon Marauri, un socorrista de 22 años, mostrando un cartucho sin carga. Pero como nadie se movía “entonces utilizan esto”, agrega enseñando un balín de goma.
Otro testigo, David Pujol, de 37 años, muestra una herida en la pierna izquierda sufrida en esta carga, y una periodista vio a los socorristas introducir a un segundo herido en una ambulancia.
“Vine desde Mallorca para ayudar a la lucha por la democracia”, afirma, explicando que estaba ayudando al otro herido cuando la policía volvió a cargar y recibió un fuerte impacto en la pierna.
Imágenes difundidas en redes sociales mostraban disturbios en otras localidades catalanas.
“Yo no quería votar, pero voy a votar que sí a la independencia porque el gobierno ha actuado fatal”, aseguraba Gemma Martínez, técnica de laboratorio de 49 años.