Noviembre de 2010, en Doha, Qatar: Messi recoge un balón por la banda derecha, encara y pasa, intensifica la marcha, vuelve a encarar y a generarse un espacio libre, mide y calibra, remata a colocar y es gol, golazo, uno a cero y primer festejo grande en celeste y blanco. Junio de 2012, en New Jersey, Estados Unidos: Messi toma contacto con la pelota en el lateral derecho, toma la decisión de cambiar el ritmo en una diagonal hacia el área, despeja el camino con toques de control y elige el palo alejado del arquero para concretar su tercera celebración en el mismo partido. El mismo rival, ni más ni menos que Brasil, azotado por quien presentaba sus cartas credenciales definitivas para consagrarse como una referencia ineludible en su vínculo con la Selección.
Tres semanas, apenas, son las que faltan para que Argentina vuelva a medirse frente al pentacampeón mundial. Un sondeo, apenas leve, bastaría para certificar que sin discusión alguna se señalaría a Lionel Messi como el jugador que más se espera en la lista que Gerardo Martino define a mitad de esta semana para el "Superclásico de las Américas", en Pekin, programado para el 11 de octubre venidero. Por encima de un referente consagrado como Javier Mascherano o un ya consolidado Ángel Di María, sigue estando Leo. Y si se confirma que ya se acerca el momento del regreso de Carlos Tevez, en el inconsciente colectivo argentino se estimula el deseo de verlo en juego asociado con la "Pulga".
Es llamativo, por otro lado, que se esté percibiendo una corriente de rechazo hacia la figura de Messi y encima generada en la Argentina. En las redes sociales se hace manifiesto un sector de opinión que va ampliando su base de desagrado hacia el diez, a quien se le cae con dureza endilgándole falta de compromiso con el equipo en las instancias definitorias del pasado Mundial. Es una mirada cargada de demonización, en la cual se ubica a Leo en el rol de culpable y sin términos medios. Una expresión de intolerancia hacia aquél que – según la vara con la que se lo mide – estuvo alejado de dar las respuestas que se esperaban en los momentos clave.
En la visión de buena parte del hincha argentino anida la cultura de la maradonización, como si ese esterotipo se mantuviera aún vigente en el fútbol moderno. Diego rompió los moldes en su época y seguramente también lo haría en ésta si es que fuera un jugador de estos tiempos, pero lo que debe entenderse es que los parámetros contextuales son diferentes. Aquella imagen del que "se cargaba el equipo al hombro" tuvo seguramente en Maradona a su última expresión. Los movimientos tácticos de un equipo de alto nivel competitivo – hoy día – evitarían que un conductor debiera tomar tantas responsabilidades para ser considerado una figura de tanta envergadura.
Messi gira alrededor de una estructura de equipo pero no necesariamente una estructura de equipo necesita girar alrededor de Messi. Ni siquiera en la etapa más brillante del Barcelona de Pep Guardiola se percibía tal dependencia del futbolista insignia. El volumen de juego era sostenido por la totalidad de las líneas, con intérpretes de excepción como Xavi, Iniesta, Puyol, Busquets y Piqué, por ejemplo, con Leo pudiendo darle el salto de calidad a la formación sin necesidad de que Barça fuera "messidependiente".
En el reciente Mundial, la idea base de Alejandro Sabella era cercana a la de Guardiola, más allá de la diferencia de estilo a la hora de la elaboración de juego. El entrenador de la Selección había marcado la línea con su ya emblemática frase: "El nosotros es más importante que el yo". En ese tono, el grupo fue captando que el trabajo en conjunto era la clave para llegar a un resultado exitoso. Eran once en cancha, no uno más diez.
En la primera fase de la pasada Copa del Mundo, las apariciones fundamentales de Messi habían destrabado las paridades contra Bosnia e Irán y luego su demostración de categoría infinita también se palpó en la primera mitad del juego contra Nigeria. Desde octavos en adelante, la formación en pleno tuvo que dar las respuestas grupales. Se le recuerda la exposición post Holanda a Mascherano, cuando explicó la posición de Leo en el Itaquerao: “Le pedimos que tuviera la pelota y que juntara rivales, para darnos un desahogo a los demás”. Y el diez cumplió con el pedido, dejando en un segundo plano a su eventual lucimiento personal.
Previo al amistoso que marcó el debut de Martino, en Düsseldorf, se había instalado la versión de que el propio Messi se había bajado de la Selección, más allá de que el cuerpo médico había evaluado que sufría una sobrecarga muscular. Ese rumor se sostenía desde su posible hartazgo a las críticas y falta de reconocimiento a su participación en la albiceleste. Sin embargo, luego del 4-2 a los alemanes, Leo tomó la iniciativa de lanzar un mensaje entrelíneas en las redes sociales y desactivó tales presunciones. “Siento no haber podido estar con ustedes esta vez. Este equipo tiene mucho que dar todavía y va a conseguir cosas en el futuro", escribió.
Ahora, cuando ya se conoce la lista elaborada por el nuevo DT de Brasil, Dunga, para el juego en China, la cual incluye a Neymar, ¿qué resonancia habría en la Argentina si Martino no convocara a Messi? Los "Pro" y los "Anti" Messi, ¿qué dirían? Lo cierto es que el actual presidente de la AFA, Luis Segura, sostuvo a principios de este mes que "seguramente" iba a ser designado Leo para el esperado duelo contra la "verde amarela", quizá el partido más esperado por los espectadores de todo el mundo luego del Mundial 2014. Resta que el "Tata" dé a conocer su decisión presumiblemente el jueves.
Desde fines de 2012 hasta principios de 2014, Messi atravesó vaivenes que nunca antes había experimentado, tales como: la presunta evasión de impuestos en España, la muerte de Tito Vilanova, la seguidilla de lesiones musculares, la eliminación de la Champions y la baja de perfomance del Barça. Sin embargo, su obsesión por marcar historia en la gran cita mundialista de Brasil lo devolvió al centro de la escena.
Sus detractores de hoy no tienen en cuenta sus goles decisivos para que Argentina ganara el grupo en la primera ronda y evitara la llave más complicada, que incluía a Alemania y Brasil antes de la final. Tampoco, la asistencia a Di María para el gol contra Suiza o el penal que abrió la definición ante los holandeses. Quizá, el mayor problema, siga siendo el de “maradonizar” a Leo. Él, no lo necesita: ha construido su camino con determinación y grandeza. Y la Selección no podría darse el lujo de prescindir de su aporte. Nunca.
Por Fabián Galdi fgaldi@losandes.com.ar