Por estos días, el patio de la casa de doña Rosa de Antes ha quedado abierto al público, a mucha gente que se arrima de día y de noche, y que casi sin pedir permiso cruza el portón y se manda; algunos son vecinos del pueblo pero otros llegan desde lejos, todos atraídos por el mismo comentario que asegura que en el fondo de esa humilde casa de La Paz apareció la Virgen.
El patio donde ocurre el “milagro” es una lonja de tierra junto a una casa humilde que, en parte, está a la sombra de un olivo; al fondo hay una pileta de lona con un fondo de agua sucia, alguna loma con ripio y unas bicicletas amontonadas contra una pared; hay algo de leña a un costado, unos pedazos de hierro junto al tronco de un árbol y un foco que cuelga de un alambre a la salida de la casa; también unas sillas herrumbrosas y una huerta que divide el lote vecino.
Más acá, a mitad del patio y junto al olivo, hay un viejo baño descascarado y sobre el techo, un pedazo de lavarropas que alguna vez sirvió como tanque de agua. Parados a diez metros de allí, cerca de la vereda, todos ven dibujada en ese tacho de agua a la imagen de la Virgen y según uno pregunta, alguno asegura que se trata de Fátima y otro dice que es la de Lourdes: “Cuando el sol cae se ve clarito un aura celeste, es la Virgen de Luján”, dice Marta, que vive a pocas cuadras y que ha vuelto por enésima vez.
Todo el tiempo hay rezos, pedidos y agradecimientos; ahora mismo, a media mañana, unas veinte personas observan la imagen, gente que se irá renovando a lo largo del día y de la noche. “A la madrugada cierro el portón, para dormir un rato y para que no se me salgan los chocos”, dice Rosa, que vive de hacer empanadas y aclara que por la Virgen no acepta dinero: “Es mentira que hago esto para vender empanadas a los fieles”, se defiende por las dudas, sin que nadie le pregunte.
Un pueblo dividido
Ya se dijo, parados a diez metros del baño se ve a la Virgen sobre el techo, pero cuando uno se acerca el panorama cambia, la figura se vuelve menos nítida y surge entonces una mancha de trazo y color particulares. Rosa jura que se formó en apenas una tarde, a fines de febrero: “A la mañana no había nada y de pronto la vi sobre el baño. Ahí la llamé a mi cuñada y le dije ‘¿vos que ves?’ y ella me contestó ‘a la Virgen’”.
Vista de cerca cada uno confirma lo que ha ido a buscar: los escépticos ven una mancha de sarro sobre una chapa oscura, con un hoyo fortuito que simula un rostro. La mitad de La Paz cree que es eso, una mancha que chorrea por el borde de un tacho. “Hace cinco años que ese tanquecito no tiene agua”, retruca Rosa y agrega misterio al asunto.
Otra parte del pueblo piensa en la Virgen y en una mancha, pero de origen milagroso: “La Paz se llenó de evangelistas y lo que la Virgen quiere es que los católicos nos unamos”, arriesga José, que es celador de escuela, lleva un grueso rosario al cuello y pidió permiso para darle una vuelta a la Virgen: “Me van a decir que es solo una mancha, pero no hay manchas así de raras”.
Por la noche y con la fresca, el patio de esa casa en la calle Bandera de los Andes se llena de gente, se reza el Rosario y algunos piden por problemas de salud; suele haber más de cien personas. “Mi papá sufrió una trombosis que lo dejó medio rengo y de tanto venir a rezar ya anda mejor, sin el bastón”, cuenta una mujer; y otra más habla de una chica que luego de las oraciones pudo dejar el hospital. Esther viene desde Godoy Cruz y ha estado alguna noche en el patio de Rosa: “Con la luz apagada, le da como un brillo y se pone celestito”.
-¿Qué cosa?, ¿el tacho?
-No, ¡qué tacho! El tul que lleva la Virgen se pone celestito -dice Esther.
Cerca de allí están Pablo y Noemí, que son de Mar del Plata y están parando en casa de unos parientes; se arrimaron cuando escucharon la noticia y sacan fotos al baño. “Es todo bíblico, ¿no? La imagen de la Virgen y pegadito, un olivo; es mucha casualidad”, dice él y ella lo mira: “Es una señal de la Virgen, lo que tenemos que preguntarnos es qué quiere de nosotros”.
-¿Y qué es lo que querrá?
-No lo sé, eso es lo que tenemos que preguntarnos -insiste ella.
En la comuna prefieren no hablar del tema: “Es un asunto de la Iglesia; allá hay que preguntar”, dicen cerca del intendente Gustavo Pinto. La casa de Rosa es humilde, como lo son el patio y el baño donde apareció la imagen, transformado ahora en un improvisado altar que se llenó de flores, de rosarios y de cartas: “Vengo por mi problema de salud”, dice un pedazo de papel pisado por una botella y lleva una firma: Azucena.
Sobre ese altar, la familia ha pegado algunos carteles: en uno piden no dejar dinero y en otro, ruegan no cortar ramas del olivo: “Se las llevan como recuerdo de la Virgen, pero me están pelando la planta”, se lamenta la señora y un pariente asegura que las ramas más cercanas a la imagen están llenas de aceitunas. Me arrimo pero no parece.
-¿Ha pensado en bajarla?
-¿A la Virgen? No, cómo se le ocurre. Vinieron de la iglesia a pedir el tacho para estudiarlo pero ahí se va a quedar, arriba del baño -dice Rosa, que convida un mate y saluda con un gesto a un grupito de gente que viene llegando.
Qué dice la ciencia sobre este tipo de "milagros"
La ciencia tiene una explicación para la aparición “milagrosa” de imágenes religiosas. El fenómeno se llama pareidolia y la psicología explica que en ocasiones, un estímulo aleatorio, como el de una mancha, puede ser percibido erróneamente como algo familiar. Así, cuando observamos una estructura o forma irreconocible nuestro cerebro intenta darle sentido, comparándola con el conjunto de cosas ya conocidas.
Y es aquí cuando opera el inconsciente a la búsqueda de una imagen reconocible y donde entran en juego las creencias personales, dando como resultado el “hallazgo” de iconos religiosos, imágenes de fantasmas o tal vez, un rostro misterioso.
En ocasiones esa asimilación es un mecanismo rápido, pero muchas veces resulta complicado para el observador dar con la interpretación de un estímulo vago; sin embargo y cuando finalmente se establece esa relación, es también difícil volver a sustraerse a la interpretación alcanzada.
Para el cura, se trata de una cuestión de fe
El padre Beto llegó a la comunidad paceña hace menos de 20 días y a pedido de algunos fieles fue a la casa de Rosa a ver la imagen sobre el baño. Luego, en la misa habló del tema y aunque no confirmó ningún milagro, sostuvo que era una cuestión de fe y que aquellos que quisieran creer podían hacerlo, que la Iglesia no iba a oponerse.
“Lo hablamos con el padre Beto, que primero vio las fotos y luego fue hasta la casa y estuvo rezando en el patio. Creo que es una bendición para La Paz, para la familia dueña del lugar y una ayuda para fortalecer la fe”, opinó María de La Paz, del grupo de liturgia de la iglesia San José.
Los Andes intentó hablar con el sacerdote para un testimonio directo, pero no estaba en su parroquia y no pudo ser ubicado por teléfono.