Por Jorge Sosa - Especial para Los Andes
Ya estamos metidos en otra gran fiesta de los mendocinos: la Fiesta Nacional de la Vendimia. Una organización que mueve a miles de personas con el objetivo de celebrar la nueva cosecha, menos a los cosechadores, porque están cosechando y porque entre todos no juntan ni para una Mendobus para venirse al centro.
La Fiesta de la Vendimia es un hito en la vida de los mendocinos. Nada es igual antes y después de la Vendimia. Son increíbles las pasiones populares que despiertan los actos centrales. Detengámonos por ejemplo en la filiación con las reinas. Aún el más indiferente toma partido y elige su candidata. Es decir elige una cara. Porque si bien las candidatas tienden a ser altas, (las coronas las enaltece más), delgadas pero bien formaditas, aquí no se elige un cuerpo, se elige una cara. No es como la reina del Mar por ejemplo que se muestra en malla y entonces ni los jurados que la eligieron saben decir que color de ojos tiene. Acá mandan los ojos, la naricita, la boca, el color del cabello. Nada que quede más abajo. Nada.
A los efectos de numerar la farra sumemos la cantidad de gente que reúnen los festejos: si tenemos en cuenta que la Vía Blanca llega a juntar 100.000 personas, el carrusel 300.000 mil y la Fiesta Central algo así como 100.00 personas en las cuatro noches, estamos hablando de medio millón de personas involucradas. No es un dato menor. Son mas o menos como ocho superclásicos Boca River, con público visitante.
Analicemos la actitud de los espectadores. En el Carrusel no solamente van a ver, van a ver si se traen algo de lo que tiran desde los carros de las reinas o desde los vehículos de las promociones. Hay gente que invierte varias horas en fabricarse esos largos palos con un recipiente en la punta para recibir adentro del artefacto: una manzana de Tunuyán. Ocurren circunstancias curiosas: hay tipos que tienen parral en su casa, amigos con fincas, o viven al lado de una viña, y se matan a trompadas por la propiedad de un ramito de uvas arrojado por una chica de una corte. Es increíble. El asunto también tiene sus riesgos, porque si a algún distraído le llega a caer en la cabeza un melón del carro de Lavalle puede olvidarse de todo lo que vio por principio de amnesia.
Y podría extenderme a otros lugares comunes, como el canto de los votos, con los consabidos voto por Sannnnnn...... Martín, para crear expectativa con San Carlos y San Rafael, o el eterno voto por todas las reinas, que es un voto indeciso, demagógico y anticonstitucional. Porque en este país, al menos que yo sepa, el sistema que se impone es el democrático, y para la democracia el valor es el mismo: un elector un voto. Sin embargo en nuestra fiesta, el que vota por la Reina de Maipú, por ejemplo, su voto vale uno, pero el que vota por todas las reinas su voto vale diecisiete. Es una violación a la Constitución.
Hay otros lugares comunes: los periodistas que se suben al escenario y no dejan ver nada de la coronación; y la Marcha de la Vendimia que solamente en tres días recauda en Sadaic lo mismo que La Bamba en todo un año.
Da la sensación de que Mendoza tuviera dos comienzos de años, el fin de año oficial, el de las reuniones familiares, del clericó y los chocos que se vuelven locos con los cohetes, y la Fiesta de la vendimia. Es más, da la sensación de que, para nosotros, el año comienza efectivamente, realmente, tangiblemente, el lunes siguiente a la Fiesta de la vendimia.
Difícilmente algún mendocino quede ajeno a los festejos, salvo como dijimos, los verdaderos vendimiadores. Ellos no pueden, ellos tienen que trabajar para que el resto pueda divertirse.