"Leí a Tejada (al Tejada de “Amanecer bajo los puentes”) debajo del mismo puente en el que él dormía y del que nació su texto, ahí en Costanera y Uruguay”.
Bastaría eso para querer irse de gira estudiosa con ese cantor de corte punk y ojos de puma, capaz de citar de un tirón, tras un solo trago, a Rimbaud, Baudelaire, Anthony Burgess, Atahualpa, y de soltar de memoria la resolución por la cual no debería trabajar cantando en los colectivos.
Pasa que no puede dejar de cantar. Esa urgencia es parte del latido de R.I.C.K.Y (alias Juliana Rosas, alias Javier Vega, alias Mandinga) y la lleva tatuada en su brazo.
Se identifica más con la palabra ‘decidor’, en el sentido mítico, perturbador y de eterna disrupción que tiene esa figura. En cambio, ‘artista’ le parece un término elitista del que se abusa demasiado. “Por eso el hombre al cantar/con emoción verdadera,/ echa su pena p'ajuera/ pa que la lleven los vientos,/ y ansí, siquiera un momento/se alivia su embichadera”, revive a Yupanqui.
A un lado está su sombrero, lleno de talismanes y “firmas”, como la de Pablo Lescano, hechas con la brasa de un cigarro en la trasnoche de una zapada. Al otro, su tambor, a quien llama Eugenio, suerte de compañero espiritual con el que recorre la escuela de la vida.
No hace falta nada: memoria impresionante, su cabeza es un caldero en el que se foguean los poetas malditos, el anarcopunk, el folclore, el hip hop, la payada. Lo cual se agradece en estos días tan fríos, una fogata imaginativa a tope.
Días antes, R.I.C.K.Y había hecho sonar su canto acompañado por la caja norteña; regaló el final de un tema que escribió hace casi diez años, “Amaneceres”, el largo texto compuesto mientras dormía, todas las noches, en el tercer cantero detrás del Quintanilla. Ya había soltado esas estrofas junto a Manu Chao, en 2011, cuando el Clandestino invitó a subir al escenario a la gente de La Gloria.
Y esa misma canción se coló por las conciencias y se hizo parte del rugido de combate urbano. “Estamos haciendo una canción tuya”, le dijeron los chicos de una banda de rock local. Contestó: “No es mía; a mí me tocó escribirla. Ahora es de ustedes”. Y no es que no tenga ego, aclara, es que concibe que el “decir” se realiza cuando la canción viaja por sí, cuando ya no existe el autor.
R.I.C.K.Y (es la sigla de Resistencia Integrada por Cultos del Kilombo Yonqui) escribe sus poemas y canciones desde, al menos, tres heterónimos constantes. Uno es Juliana Rosas, a través del cual canaliza una poesía queer, un canto que procura borrar las fronteras entre géneros. Con Juan Vega, destila su veta más social, su denuncia, su barrio adentro.
“No se puede naturalizar la miseria; no se puede naturalizar que tus vecinos se maten, no se puede naturalizar el hambre, esa es una deformación bestial”, dice el hombre de 29 años que padeció la muerte de su hermano de 13 por una bala perdida.
Pero el canto no se le agota nunca, es que ha vivido muchas vidas: ha sido murguero, malabarista, rapero, viajero, pernoctador de todas las plazas de provincia del país, narrador oral, fundador de talleres barriales, lector compulsivo, agitador cultural, cantor de taberna y bondi.
“Al principio te sentís desnudo, cuando te parás a cantar. Después me di cuenta de que no se trataba de mí, ni de mis miedos, ni de mi autoestima, sino que uno es un medium de una voz colectiva que necesita decirse”.
Por ese afán espontáneo, hasta ahora, no ha grabado nada. Pero ahora sabe que esas decenas y decenas de poemas y letras, aparte de la edición artesanal en la que se volcaron, deberían ir a parar a un disco. “Más bien para descomprimir el disco rígido de mi cabeza”.
En en el borde de una nueva etapa, R.I.C.K.Y observa su personaje, lo analiza y sabe perfectamente lo que no quiere: entretener. “Esa es la diferencia entre el cantante y el cantor, dice, el cantante es el que entretiene al patrón”.
Tiene una creatividad llena de matices pero no sólo los que se logran a base de lecturas y calle, es la memoria que le ha dejado huellas. ¿Y un sueño? “No sé si sueño, más bien creo que tengo esa nostalgia rara, que recuerdo un futuro. Me gustaría que mi hijo (está por ser papá) me escuchara cantar otra cosa, que se preguntara como una extrañeza por qué cantaba antes sobre chicos matados a palos, que la violencia fuera arqueológica. Pero es una utopía, claro”.
Fragmento de "Amaneceres"
"bienvenidos a miedoza la violentoza donde la cosa acá en la fosa cada día está más peligrosa bienvenidos a mierdoza la violentosa donde nunca cambia la cosa ya que la gente que gobierna es gente ociosa morbosa y muy viciosa bienvenidos a mendrogoza la violentoza donde nunca cambia la cosa no importa la cara q trafique ni dirija arriba ni lo rica ni buena que sea su saliva después dicen que las balas matan y los diarios hablando peste de tu barrio y el mío se olvidan de todas nuestras soluciones jaque mate final del y una postdata si hay fierros en las calles es porque algunos jueces los bajan para que algunos se maten y otros se callen disculpen se me zafó un poquito de tinta es que nunca me banqué la hipocresía de vivir como ganado mierda".
Fragmento de "Artista Inspirado"
Te importa tres pitos lo q pasa a tu lado
porque solo te vale babearte mirando tu imagen
llena de adornos colocados cuidadosamente
por todo el puterío que llevas y traes
haciéndolo pasar por poesía.
te encanta.
te encanta que hablen de vos,
vos,
vos,
solo vos.
no tenés idea de las ganas de cagarte a tropadas que poseo
pero no lo voy a hacer
no me sirve si lo hago seguirías alimentando tu inspirado ego
y no lo cambiarías nunca por inspirar
a la mierda con tu artista inspirado.
si yo yo te vi ensartado por más de un cuerpo
en la misma noche que antes
te vi picudeando y luciendo tu fetiche
en más de un tumberío poético
presentado por editoriales de prestigo
ocupado por la víctima que te gusta mostrar
para lukear la lástima y mendigar tu fama
sos salame,
salame que nisiquiera es tipo milán