La semana pasada, China impuso una tarifa especial de 80% a las importaciones de cebada australiana, al tiempo que rechazó cuatro cargas de carnes provenientes de Australia por no cumplir reglas sanitarias de la República Popular.
Las plantas frigoríficas afectadas por el rechazo chino son las cuatro principales del país, encabezadas por JBS, de capitales brasileños; y entre las cuatro representan más de 35% del total de las importaciones cárnicas australianas, en un negocio de U$S 1.200 millones anuales.
China es la principal socia comercial de Australia, que destina a su mercado más de tres cuartas partes de sus exportaciones de carnes (U$S 35.000 millones en 2019, en un intercambio bilateral que alcanzó a U$S 140.000 millones en ese periodo).
En cuanto a la cebada, las importaciones chinas aumentaron 67% entre 2014 y 2017 (pasaron de 3,87 millones de toneladas a 6.4 millones en esta etapa), con un precio del producto que disminuyó 31% en esos 3 años (U$S 288,72 vs. U$S 198,05 por tonelada).
También está en marcha de parte de China una revisión de los criterios de compra del mineral de hierro australiano, que en más de 67% del total se dirigen al mercado de la República Popular, y que es el principal producto de exportación de Australia.
El objetivo chino es adquirir este insumo fundamental para su producción manufacturera en diversos países africanos (Nigeria, Zambia, República Democrática Africana, entre otros), que tienen grandes reservas del estratégico mineral, y de los cuales ya es el principal socio comercial ( la República Popular es la mayor socia comercial de 144 países en el mundo).
Los países africanos dependen para su producción de mineral de hierro de las inversiones y de la tecnología de la República Popular.
Más de 90% de las importaciones australianas son recursos naturales (el mineral de hierro a la cabeza); y de todos sus productos, China es de lejos el principal mercado.
Esto es lo que torna su situación extremadamente peligrosa ante la agudización de la competencia estratégica entre Estados Unidos y China, ahora centrada en el origen del coronavirus; y en la que el gobierno australiano del primer ministro Scott Morrison ha sumado al país del lado norteamericano, debido a su elevada dependencia de la República Popular, además de su pertenencia geográfica y geopolítica a la región Asia – Pacífico.
Esto ocurre cuando el precio de la carne vacuna australiana ha aumentado 45% en los últimos tres meses, debido al alza de la demanda china, tras el destrozo ocasionado por la "fiebre porcina" a partir de octubre de 2018 (se han perdido más de 450 millones del stock de cerdos en ese periodo); y cuando el dólar australiano se ha depreciado 14% en relación al estadounidense, que a su vez se ha valorizado más de 30% en el último año.
Al mismo tiempo, la sequía de tres años que ha azotado al continente australiano ha provocado una notable disminución del stock ganadero, que es hoy de sólo de 25 millones de cabezas, la cifra más débil desde la década del '50, mientras que el ovino –que fue el signo de la presencia de Australia en el mercado mundial- se ha hundido a menos de 100 millones de unidades, la menor cifra en los últimos 100 años.
Australia es el principal exportador de carnes del mundo avanzado, en tanto que Brasil es el mayor exportador mundial; y domina completamente la franja de carne vacuna de alta calidad del mercado chino (más de 60% del total).
China y Australia tienen un acuerdo de libre comercio (FTA) desde 2009; y el ingreso con arancel cero (0%) de sus carnes al mercado chino le otorga una nítida ventaja comparativa de 12% / 25% sobre sus competidores.
El conflicto entre China y Australia le abre una enorme oportunidad histórica a la Argentina en el segmento decisivo de las carnes de alta calidad y elevados precios, que son sólo 2% de las importaciones de carne china, pero que son consumidas primordialmente por la nueva clase media de 440 millones de habitantes con ingresos comparables a los norteamericanos (U$S35.000 / U$S 45.000 anuales). Para este sector la cuestión no es el precio, sino la calidad del producto, lo que incluye la marca (las “carnes argentinas” son las mejores del mundo).
Las grandes oportunidades de negocios se rigen por la regla de que si no es ahora es nunca; por eso todo depende la velocidad de reacción de la Argentina para aprovechar esta nueva situación del mercado chino.
La celeridad en las decisiones es más una cuestión de instinto que de marketing.
Por Jorge Castro