La “nueva” normalidad que nos espera

La “nueva” normalidad que nos espera
La “nueva” normalidad que nos espera

Debiéramos ir tomando conciencia de que la salida de la cuarentena demandará el establecimiento de una nueva normalidad. Y que esta será más cara que la que conocimos antes de la pandemia del coronavirus.

Varios estudios pronostican que el distanciamiento social deberá mantenerse por lo menos hasta 2022. Y los epidemiólogos nos recuerdan que en lo que va de este siglo se produjeron diferentes epidemias que representaron alertas antes de este evento.

Era esperable que algo semejante ocurriera y sin dudas algo similar podría suceder dentro de un tiempo. Por lo tanto, muchas de las medidas implementadas frente a esta pandemia no serán provisorias, sino que pueden durar años.

Entonces, el Estado no podrá seguir demorando obras vinculadas con la provisión de agua potable, imprescindible para la higiene personal; deberá reformular todo el sistema de transporte, y una conexión a internet por banda ancha de alta calidad y extensión se ha vuelto fundamental tanto para el teletrabajo como para la educación a distancia.

A propósito, ¿cómo harán las escuelas, sean públicas o privadas, para redistribuir a sus estudiantes? Ya no podrá haber una treintena de chicos (o más) por aula. ¿Ampliarán la cantidad de salas disponibles y contratarán más docentes? Esto demandaría más presupuesto. Pero en muchos edificios escolares resultará imposible, aunque esté el dinero. En cualquier caso, ¿hay docentes disponibles si se duplican las horas de clases?

En términos laborales, desde las grandes empresas hasta las más pequeñas, al tener que distanciar a cada empleado de sus colegas, se verán forzadas a disponer de más metros cuadrados o a decidir que la mitad de la dotación trabaje un día de modo presencial y el siguiente desde su casa.

Con todo, por los gastos de higiene y por otras exigencias de los futuros protocolos de seguridad –por ejemplo, cámaras que midan la temperatura y horarios ampliados para rotar personal–, sus costos subirán.

En paralelo, cada empleado, cada familia, deberán pensar en función de esta experiencia en si la vivienda donde viven hoy es la indicada para afrontar una situación de teletrabajo personal o de educación a distancia de los hijos, o ambas cosas al mismo tiempo. No sólo en términos de espacio, de distribución y de ubicación, sino también de equipamiento.

Para cada una de esas instancias, tanto el Estado como las empresas y las familias o las personas necesitarán dinero. Quienes lo dispongan estarán en mejores condiciones.

Se definirá así una nueva pirámide socioeconómica, con una casi segura reducción de la clase media.

La dirigencia política en su conjunto debiera diseñar un plan para esa Argentina que nos espera.

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