Hacia fines de mayo de 1978, cuando el clima del Mundial ya se había instalado muy fuerte en todo el país, Mendoza -que era una de las sedes junto a Córdoba, Rosario y Mar del Plata- se vio conmovida por la llegada de la selección de Holanda conocida como "La Naranja Mecánica" desde el Mundial de Alemania cuatro años antes (1974) cuando obtuvo el subcampeonato al ser derrotado en la instancia final por el local por 2 goles a 1.
Se recuerda que por la precisión y armonía de su juego, además de su gran contundencia ofensiva - a la Argentina le ganó 4 a 0 - liderada por el notable Johan Cruyff, uno de los mejores futbolistas de la historia, fue el gran candidato de aquel torneo pero se quedó en el partido decisivo.
Los Naranjas o Tulipanes pisaron suelo mendocino el sábado 27 de mayo exactamente a las 16.45 en un DC-8 Súper 62, de la compañía de bandera holandesa "Henry Hudson" (en homenaje al navegante y explorador inglés que al servicio de Holanda descubrió Nueva Escocia), propiedad la empresa Kominklijke Luchvaart Maatschappij - KLM - que cubría el vuelo entre Amsterdam en Holanda y la capital de Chile - Santiago - con escalas en Zurich, Moravia (Africa), Río de Janeiro, Montevideo y Ezeiza con dos frecuencias semanales y que modificó su ruta normal y aterrizó en las vieja pista del aeropuerto internacional de El Plumerillo.
Entre vítores y gritos de aliento - "Holland", "Holland" ("Holanda", "Holanda") - y pancartas con la inscripción "Holland Up" ("Holanda Arriba") - unas 3.000 personas, además de unos 200 periodistas locales y extranjeros, vistieron de fiesta y alegría la cordial recepción que se brindó a los visitantes tras una travesía aérea de 27 horas.
Unas 43 personas, entre directivos, cuerpo técnico, futbolistas y demás colaboradores descendieron perfectamente uniformados por la escalerilla del avión: traje color azul marino con un bordado en la solapa alusivo al Mundial 78, corbata al tono con una franja celeste en diagonal, camisa celeste clara y zapatos negros.
También actuó el Ballet Folklórico de Las Heras lo que le otorgó aún mayor brillo y cordialidad a la bienvenida, que tuvo un destacado marco popular.
En un vuelo de similares características el martes 23 se habían anticipado otros cinco dirigentes.
En Potrerillos
Apenas dos horas después - a las 18.45 - los holandeses se instalaron en el Gran Hotel de Potrerillos, que habían reservado y contratado en exclusividad para su alojamiento y preparación física y técnica con vistas a los compromisos futuros.
Para ello hicieron construir una cancha auxiliar que tenía las medidas reglamentarias exigidas por la FIFA y que después de dos meses de trabajo lucía impecable, además de una cancha de voleibol, una más de bochas y otra de tenis.
Las obras en el hotel incluían los accesos y jardines, instalación de farolas a luz de mercurio, sala de masajes, consultorio médico, lavandería, confitería, calefacción central y estufas a leña, salón comedor con capacidad para 120 personas (sólo ocuparon 45 lugares), salas de juego, con mesas de ping-pong y otra de billar y camas nuevas en los dormitorios.
Como alternativas de alojamiento fueron elegidos el Plaza Hotel y el Hotel Cervantes, ambos de la ciudad, donde se alojaron la mayoría de los periodistas holandeses que tenían la costumbre después de terminar su trabajo y enviar sus despachos de ir a tomar cerveza a la calle Las Heras, donde se reunían en bares o confiterías que les habían parecido muy agradables según sus comentarios.
El plantel quedó concentrado con los siguientes futbolistas: arqueros, Piet Schrijuers (1), Jan Jongbloed (8) y Pim Doesburg (18); defensores, Adrie Van Kraaij (4), Ruud Krol (5) (capitán), Piet Wildschut (7), Wim Rijsbergen (17), Wim Suurbier (20) y Ernie Brandts (21); volantes, Jan Poortvliet (2), Jan Schoenaker (3), Wim Jansen (6), Ariel Haan (9), Willy Van der Kerkhof (11), Johan Neeskens (13) y Jan Bonkamp (14) y delanteros, René Van der Kerkhof (10), Rob Rensenbrink (12), Johnny Rep (16), Dick Nanninga (18) y Harry Lubse (22).
Por curiosidad señalar que el número 15 quedó en blanco y que horas antes del viaje a Mendoza se produjeron las renuncias de Wim Van Haneguem - porque el técnico no le aseguró la titularidad- y Hugo Hovenkamp que fue reemplazado por Dick Schoenaker.
En cuanto al astro máximo, Johan Cruyff, renunció seis meses antes en desacuerdo por la dictadura argentina.
Primer paseo
El jueves 8 de junio resultó el primer día de descanso - sólo por la tarde, porque a la mañana se trabajó normalmente - y los holandeses fueron a recorrer el centro de la ciudad divididos en cuatro grupos, cada uno con su guía e intérprete oficial - Doroty Craw, María Inés Avendaño, Sonia Rose y Cecilia Dino -.
Se los vio pasear por la Av. San Martín y las calles 9 de Julio, España, Las Heras, General Paz y hasta entraron a la Galería Piazza. Aprovecharon para hacer compras y eligieron regalos para llevar a sus familias a su regreso a Holanda.
De manera especial visitaron casas de artículos regionales y compraron sombreros de paja, carteras de cuero, bolsos, botas altas de gamuza, zapatos, valijas, ponchos de lana, remeras con la imagen del gauchito que promocionaba el campeonato y hasta una cajita de música.
Los que más gastaron fueron Krol, Nanninga y Rep. Esa jornada recién almorzaron a las seis de la tarde en un restaurante de España y General Paz, donde eligieron pizzetas, ravioles, lomitos con champiñón, paellas, pecetos con hongos y pescados, según la elección de cada uno, platos acompañados por vinos finos, cerveza y agua mineral. Solo algunos pidieron postres: helados, strudel y postre italiano.
Se los notó siempre muy animosos, atentos, cordiales y sólo se advirtió una custodia muy discreta a su alrededor. Firmaron autógrafos y Claudio Von Foster, oficial de prensa de la delegación, aprovechó para regalar calcomanías, banderines y distintivos de la Federación Holandesa de Fútbol.
Se los vio con ropa deportiva (buzos), ojotas y la mayoría con lentes ahumados. Los más buscados fueron el capitán Ruud Krol, vocero del plantel, muy educado, muy respetuoso, intérprete mediante, además de su excelente técnica y recursos defensivos, los mellizos René y Willy Van de Kerkhof - siempre juntos y los más divertidos, que en el primer día en Potrerillos metieron dos caballos en la cocina del hotel, ante la furia del técnico que preguntaba a los gritos: "¿Quién hizo esto, quién lo hizo?" - y Rep y Neeskens que se hacían entender en un castellano bastante aceptable por su paso por el fútbol español.
Justamente se escuchó a Neeskens, volante del Barcelona de España, elogiar a Darío Luis Felman, entonces jugador del Valencia: "Okey, okey…es un gran jugador, muy buen delantero, rápido, goleador".
Manuelito
Otro hecho que llamó la atención, realmente simpático, con un contorno de mucha ternura, fue la actitud de John Nicolaas Rep, jugador del Bastía, de la Isla Córsica, en Francia, ex - futbolista del Ajax de su país y del Valencia de España, que como está señalado tenía un buen dominio del idioma castellano, quién en la concentración de Potrerillos se encariñó con un pequeño niño de 8 años, Manuel Alejandro Pons, hijo de un cocinero del hotel, y lo adoptó como mascota del equipo con el visto bueno de sus compañeros que comenzaron a llamarlo Manuelito.
El chico, simpatizante de Independiente Rivadavia, fue llevado en andas por Wim Rijsbergen después del debut de Holanda en el mundialista el sábado 3 de junio cuando derrotó a Irán por 3 goles a 0, con tres goles de Rensenbrink, dos de penal, que por otra parte fue el autor del gol número 1.000 en la historia de los mundiales al marcar en la derrota frente a Escocia por 3 a 2.
Los holandeses llevaron a Manuelito a Córdoba cuando cambiaron de sede y también lo invitaron a Buenos Aires para el partido de la final que perdieron 3 a 1 con la Argentina en tiempo suplementario.
Los choferes del plantel, Guillermo Horacio Brughera y José De Sanzo - apodado Rivelinho por el notable parecido con el famoso futbolista brasileño - también hicieron amistad con los futbolistas y antes de cada juego repartían flores a las damas en las plateas.
Resenbrink, el del gol 1.000
Hay futbolistas que se obsesionan con ser reconocidos como los mejores del mundo y perdurar en la memoria de todos los aficionados. Otro tipo de jugadores, por el contrario, tienen un carácter más reservado y no se sienten cómodos siendo el centro de atención.
Este es el caso del holandés Pieter Robert Resenbrink, uno de los mejores jugadores de la excepcional Naranja Mecánica, pero cuyo carácter discreto ha hecho que no sea tan recortado como los Cruyff, Neeskens o Johnny Rep.
El caso de Rob Resenbrink es un poco especial dentro de aquella brillante generación holandesa. No jugó en ninguno de los grandes equipos del país y desarrolló gran parte de su carrera en el fútbol belga, por lo que no era tan conocido en su país como las estrellas del Ajax o el Feyenoord.
Salió de la cantera del modesto DWS Amsterdam y muy joven firmó por el Brujas belga. Tras dos temporadas, en 1971 fichó por Anderlecht, donde jugó hasta 1980 y se convirtió en el líder del mejor Anderlecht de la historia, ganador de 2 Recopas y 2 Supercopas de Europa. Reunía todas las condiciones para ser uno de los líderes de su selección.
Era un extremo izquierdo brillante, capaz de meter más de 20 goles por temporada. En opinión de muchos fue uno de los mejores futbolistas de la historia, pero en la selección holandesa Johan Cruyff ejercía de líder absoluto y el enorme talento de Resenbrink quedaba en un segundo plano. Jan Mulder, compañero en el Anderlecht, dijo de él: “Resenbrink era tan bueno como Cruyff, sólo en su cabeza no lo era”.
El momento de Resenbrink llegó en el mundial de Argentina 1978, cuando la renuncia de Cruyff a participar le situó como el líder de una selección que aún contaba con varios de los jugadores que habían asombrado al mundo en Alemania '74.
Los holandeses empezaron con una victoria por 3-0 ante Irán y un hat-trick de Resenbrink. En el segundo partido empataron en cero con la potente selección peruana y consiguieron la clasificación in extremis con una derrota por 3-2 frente a Escocia en la que Resenbrink anotó un nuevo gol que, más allá de que fue de penal, quedó en la historia por ser el número 1.000 en la historia de los mundiales.
Estuvo después a centímetros de quedar como el Rey de Holanda cuando estrelló un tiro en el palo a segundos de que terminara la final frente a la Argentina, lo que le hubiera dado a Holanda el primer título de la historia.
Abonados a Los Andes
Durante los veinte días que estuvieron en la provincia, los holandeses fueron protagonistas exclusivos de las páginas de Los Andes.
Se destacaron por su amabilidad a la hora de atender a la prensa.