“Los glaciares se derriten. El derretimiento o retroceso de los glaciares en los picos más altos de México, América Latina y del mundo es ‘alarmante’ por la velocidad con la que ocurre (… )”. (Los Andes, domingo 8-9-10, p. 26 Mundo).
“Estamos viviendo el periodo de sequía más intenso en 110 años” (25-7-19 pp. 1-2) y empezamos a convivir con la amenaza de incendios como los recientes en Potrerillos y Valle de Uco, y la escasez generalizada de agua.
Tras años de estudios y trabajos y muchísimos recursos invertidos en pos de legislar sobre uso del suelo, protección del piedemonte, administración del agua, defensa de las áreas cultivables, del árbol, de los paisajes culturales, de la naturaleza en su amplio espectro, ¿qué tenemos? Medidas parciales, acciones contradictorias, irracionales, oportunismo y poco más.
Falta un prisma unificador que guíe, estructure y jerarquice las acciones. Que sería el que considere todo desde arriba hacia abajo, desde las alturas de los glaciares y la nieve, de cuya existencia depende todo lo demás, con la perspectiva ineludible del cambio climático. Que ya existe y obliga a cambiar nuestros hábitos mentales, las valoraciones e incluso el lenguaje (ya no más aquello de “el hombre en su lucha contra la naturaleza”, “el dominio del hombre sobre la naturaleza”, y tantas otras zonceras).
En este marco de la realidad contemporánea, sorprende el anuncio de proyectos turísticos en flagrante contradicción con toda la pauta de protección ambiental, y que, frívolamente, se presentan como un horizonte de felicidad total. Se trata de “Dos nuevos proyectos para mejorar la oferta turística invernal” (Los Andes 1-7-19, pp. 1-2). Nuevos centros de esquí a mayores alturas, buscando la nieve que ya no existe más abajo. (Recordemos el caso Penitentes, cuyas ruinas siguen ocasionando gastos, los subsidios para hoteles de montaña, proyectos en Puente del Inca, casinos… ).
Los proyectos incluyen la construcción de 7 hoteles, 10 restaurantes, una villa turística, medios de elevación, etc., etc., en el Valle de Uco y Malargüe, dentro de un “área natural protegida” (¿!!!?).
Tiempo atrás, otro medio publicitaba un emprendimiento similar, de origen suizo, para construir el centro de esquí resort Las Cuevas (8 o 9 edificios con 3.000 camas, gastronomía, y más), en la ladera del cerro donde está emplazado el Cristo Redentor. Este monumento pasaría a ser -me figuro- un elemento decorativo del tipo enano de jardín.
No se habla de la integridad de la belleza natural, se da por supuesto que las obras quedarán bonitas, pero no es así.
Lo grave es que a la par de la pérdida de valores tangibles e intangibles, hoy las ganancias del negocio turístico se concentran más y más en las empresas de transporte navieras y aéreas.
En estos días Los Andes (suplemento de Turismo domingo 8-9-19) da cuenta de lugares deteriorados por el exceso de visitantes, tanto ciudades como sitios naturales. Algunos de estos en muy breve tiempo.
La mole de un crucero gigantesco tapando la vista de Venecia, el Everest cubierto de basura o Machu Picchu desmoronándose son ejemplos atrozmente elocuentes.
Volviendo a Mendoza: la Ley de Glaciares duerme. Se la frenó por no haber incluido a los glaciares pequeños. Después se supo que hubo otras razones…
En los proyectos que mencionamos -de enorme trascendencia ambiental- se hace referencia a vagas “autorizaciones”, asumidas en nombre de “la provincia”.
Se habla de convocar a un plebiscito para determinar si queremos seguir eligiendo la reina de la Vendimia anual.
Creo que el tema que señalo, el del uso de los recursos naturales, agregado al de la soberanía territorial, como el caso de la venta de campos de frontera (“… proyectos en Campo de Los Andes”, diario Los Andes 21-7-19, p. 8) y tantas situaciones que nos sobresaltan a diario, no pueden quedar libradas a niveles de decisión burocráticos e inconsultos.
* Ex docente. Titular de Historia del Arte Americano y Argentino, Facultad de Artes, UNCuyo