La misa de las dos iglesias - Por Carlos Salvador La Rosa

La misa de las dos iglesias - Por Carlos Salvador La Rosa
La misa de las dos iglesias - Por Carlos Salvador La Rosa

Hace más de 70 años que el peronismo es el más importante protagonista político del país. Hay cientos de causas históricas para ello, pero la razón institucional por excelencia es que el movimiento creado por Perón adoptó una organización copiada de la Iglesia Católica, con papas, obispos, sacerdotes y feligreses, cuya principal relación con el poder es saber hacer coincidir la doctrina fundacional con cada circunstancia histórica particular, a través de un pragmatismo del que carecen los demás partidos y las demás religiones.

Un pragmatismo que le permite sobreactuar la ideología del momento hasta devenir más “papista que el Papa”, según el dicho popular. Y de cambiarla por la opuesta, cuando es necesario, sin el más mínimo pudor.

El propio Perón en la década de los 60 usó una frase del Mayo francés para defender el accionar guerrillero de sus “formaciones especiales”, y cuando retornó a la presidencia en los 70 atacó a esas mismas formaciones con igual frase. En los 60 los defendía como revolucionarios, en los 70 los condenaba por terroristas, pero la cita era la misma:

"Ustedes son la guerrilla que vienen a combatir a los que quieren vender la muerte climatizada con el rótulo de porvenir”, decía el famoso letrero en el Barrio Latino de París en mayo de 1968.

Una ambigüedad entre tantas que le permitió sumar inconciliables que saltaron por los aires con su fallecimiento. Pero luego sus sucesores papales -Menem, Duhalde y los dos Kirchner- hicieron lo mismo. Menem en los 80 se pegó a Alfonsín hasta devenir por momentos más alfonsinista que Alfonsín y en los 90 fue más neoliberal que Reagan y Thatcher juntos. En el ínterin, Duhalde devino el obispo superior de la iglesia peronista cuya misión fue desterrar al viejo Papa en nombre de la doctrina peronista tradicional, ocupar transitoriamente el Papado y luego de acabar con el anterior Papa, nombrar al nuevo, quien a los dos años destruyó a su creador y adoptó como doctrina la que Perón había repudiado en su última presidencia, reivindicando a los jóvenes que el General echó de la Plaza el 1 de mayo de 1974. Y entonces el peronismo devino chavista.

Mientras que ahora, en otra vuelta de tuerca, un obispo llamado Pichetto está intentando desterrar a la anterior Papisa y encontrar algún otro Papa que “bolsonarice” al movimiento, incluyéndose él mismo entre los aspirantes al papado peronista.

De nuevo, en nombre de la misma doctrina, de la misma historia, del mismo fundador, y con los mismos obispos y sacerdotes (que se adaptan con rapidez notable a las nuevas encíclicas) se dice exactamente lo contrario de lo que se dijo ayer para mantener exactamente igual su estrechísima relación con el poder temporal, lo único que en verdad les importa.

Durante los últimos 70 años las relaciones entre la Iglesia Católica de verdad y la iglesia peronista tuvo todos los matices, tanto de discreto acercamiento conceptual al principio del primer peronismo como de guerra total al final del mismo. Hasta llegar a la figura de Jorge Bergoglio, al cual el kirchnerismo inicial elevó a la figura de su enemigo público número uno. Pero a la vista de lo que ocurriría después, hoy queda más que claro que el entonces obispo Bergoglio fue, como acérrimo opositor, una invención de Néstor y Cristina ya que el sacerdote lo único que hizo, con gran dignidad, fue mantener la independencia de la Iglesia frente a un poder político que quería colonizar todas las instituciones y/o corporaciones del país para ponerlas a su servicio, desde la prensa a la Iglesia, empresarios, intelectuales y todos los demás.

Por eso llama la atención que sea precisamente bajo su papado que un grupo de obispos argentinos de enorme afinidad con Francisco hayan defendido a la familia Moyano de un modo inusual a como suele comportarse la Iglesia, incluso con aquellos con los que simpatiza. Es que siempre su lenguaje diplomático -de gestos y símbolos más que de palabras- deja un lugar para la ambigüedad. Pues bien esta vez no hubo ninguna, todo fue transparente como nunca quizá lo había sido, tanto en los gestos (una misa hecha exclusivamente para los Moyano, digan lo que digan) como en las palabras (una homilía donde se criticó duramente a la justicia que está acusando de delitos comunes, no políticos, a los Moyano).

Algo sorprendente de lo cual es difícil encontrar un antecedente. Un hecho que de tan impresionante en sí mismo ya ni siquiera tiene mucho significado que el Papa hubiera sabido del mismo o no. Porque lo que importa es lo que ocurrió después: que casi nadie en la Iglesia dijo lo único que había que decir: Que se trató de un evidente error, ya que sólo favoreció enormemente a los Moyano y a su peronismo aliado y en nada a la Iglesia.

Muy pocos, como el siempre lúcido obispo de San Francisco de Córdoba, Sergio Buenanueva (muy conocido por los mendocinos por su estadía en el arzobispado provincial), dijeron lo que deberían haber dicho todos los obispos: "Ese no es el rol de la Iglesia para la vida de nuestro país.... Hay una gran molestia en muchos sectores de la Iglesia, porque hay una indebida identificación de la Iglesia con el peronismo. Hay posturas personales legítimas, pero que no puede trascender a otro nivel sobre todo en los pastores. Yo soy pastor de unos y de otros".

Uno de los grandes obispos de la iglesia peronista, Moyano padre, tuvo la prudencia que luego no tuvo ninguno de los suyos, al mentir casi en soledad: “No traten de hacerle creer a la gente que la Iglesia tomó una actitud partidaria”. Con sus palabras se intentó atajar de la lluvia de críticas que la misa merecería, para así echarle la culpa a los críticos de lo que realmente aconteció. Sin embargo, los que más fundamentaron el sentido político partidario del acto fueron los suyos propios, empezando por su hijo Pablo que comprometió provocativamente al Papa diciendo lo que toda la Iglesia argentina intentó, sin éxito, negar: “Sin dudas no se podría haber realizado esta movilización en la Basílica de Luján sin la venia del Papa”.

Y allí nomás lo acompañó otro sindicalista moyanista, Omar Plaini, al afirmar que “es obvio que el Papa estaba enterado”.

Pablito y Plaini le deben haber dicho a papá Hugo algo así como: No seas tonto, no digas que ni el Papa ni la Iglesia tomaron una actitud partidaria, porque lo que nosotros necesitamos es que la tomen, que nos defiendan de los que nos quieren meter en cana.

Y para peor, no fue la "prensa canalla" sino periodistas ultra K quienes desde el diario "Tiempo Argentino" dijeron sin tapujos toda la verdad.
Gimena Fuertes afirmó que "El peronismo y la Iglesia se mostraron unidos frente a la basílica de Luján para llevar a cabo un contundente acto político bajo el formato de una misa".

Pero si hay una nota que se debe leer palabra por palabra es la de Claudio Mardones, que dice todo lo que piensan los obispos peronistas que intentaron con ese acto en Luján copar a la verdadera Iglesia Católica para ponerla a su servicio: “Aunque fue un pretexto formal, la propuesta del Frente Sindical para realizar un acto frente a la Catedral de Luján le permitió a la Iglesia Católica exhibir una parte de los lazos desplegados desde Roma para unir al peronismo, con el auspicio silencioso del Papa Jorge Mario Bergoglio. Pero también para tender un puente con un socio político inestable pero popular, que le permite afrontar el crecimiento de los movimientos evangélicos y el acercamiento de sus pastores más conservadores con el Pro”.

Más sinceridad imposible. Los obispos peronistas que fueron a Luján quieren al Papa como jefe espiritual de su movimiento para que los ayude a unir todas sus partes y de ese modo vencer a Cambiemos y librarse de las acusaciones de la Justicia. No quieren un Papa que ayude a unir a todos los argentinos, sino que los una a ellos contra todos los demás. Quieren incorporar a la Iglesia Católica como una rama más del movimiento nacional justicialista. Algo que tuvo su acto fundacional es esa incomprensible misa de Luján. Algo que la Iglesia, con su experiencia milenaria, debe corregir de inmediato poniéndole un límite rotundo a quienes la quieren utilizar de modo tan alevoso. O al menos poniéndole un límite a los obispos católicos que pretenden ser miembros de las dos iglesias.

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