La Argentina atraviesa por una situación económica seria y complicada. La persistente inflación ha generado la pérdida de competitividad de los productos en los mercados externos y el problema afecta esencialmente a las economías regionales, que son las que deben aportar un mayor valor agregado para la salida de sus productos a través de las exportaciones.
En Mendoza los efectos son evidentes. Han caído las exportaciones de nuestra principal industria de base agrícola, la vitivinicultura, mientras las crónicas económicas hacen alusión a la caída en el consumo de carne, a la crisis que comienza a observarse en la actividad avícola, a los graves problemas por los que atraviesa la industria frutihortícola y también a la escasa y a veces nula rentabilidad de la horticultura.
En ese marco de situación, existen especialistas que indican que hay una actividad, la minera, que puede aportar fuertes inversiones y, a la vez, la apertura de fuentes de trabajo. La actividad minera fue objeto de fuerte discusión durante años. El mendocino medio siempre se preguntó por qué Chile vive de la minería (constituye el 57% de sus exportaciones industriales) y en Mendoza no sucede lo mismo, siendo que contamos con la misma cordillera y que resulta muy difícil que las vetas de minerales terminen en el mismo lugar del límite geográfico.
Se aseguraba también, hace varias décadas, que la explotación minera no se planteaba en la Argentina porque las grandes empresas mundiales habían dejado a nuestro país como reserva a futuro, para explotarlas a medida que caían las reservas en el vecino país y hasta se realizó una extensa tarea de prospección para las provincias de Mendoza y Neuquén en un denominado Plan Cordillerano. durante la década de 1960-70, para establecer las posibilidades de explotación minera.
De acuerdo con lo señalado por una revista especializada chilena, las inversiones mineras en América Latina sumarán 300 mil millones de dólares hasta 2020, alentadas por una mejoría en las condiciones económicas de la región, la riqueza de sus yacimientos y una voraz demanda de Asia.
Destaca que la mayor estabilidad jurídica juega a favor de Chile y Brasil, mientras Bolivia y Venezuela, con la intervención del Estado, genera cautela entre los inversores y señala que las estimaciones determinan la posibilidad de inversiones por 100 mil millones de dólares en Chile, 70 mil millones en Brasil y 50 mil millones en Perú, el segundo productor de cobre en el mundo, después de Chile. Para fundamentar esa perspectiva, se indica que China, la segunda economía más grande del mundo, utiliza un poco más de 5 kilos de cobre por habitante al año, mientras países como Corea del Sur o Alemania están cerca de los 30 kilos.
Respecto de la Argentina en particular, el ministro de Planificación, Julio De Vido sostuvo, en una reciente exposición internacional, que la minería se ubica en tercer lugar entre los sectores exportadores del país, con valores que alcanzan los 15.200 millones de dólares, con un crecimiento del 117% respecto de 2003. Dijo que significa el 3,2% del PBI, el 7,4% de las exportaciones y un 1% de las empresas radicadas.
No se puede soslayar tampoco lo que señalan las entidades ambientalistas que se oponen a la explotación minera en la provincia.
Esencialmente porque fundamentan su posición en la necesidad de defender el recurso hídrico, cada vez más escaso como consecuencia del calentamiento global y que resulta fundamental para una provincia de clima desértico y con bajas precipitaciones anuales, como es Mendoza. Además, cualquier contaminación de un recurso hídrico en la zona alta, afectará tanto a la población como a la producción en las zonas bajas.
Cada uno de los sectores, entonces, aporta sus pro y sus contras, pero ambos deben ser evaluados científicamente y no visceralmente. No se puede desechar toda la minería o permitirla toda, sin más.