La Mendoza que necesita volver a ser

El autor explica que el 60% de lo que produce la economía local se concentra en tres actividades: turismo, petróleo y agroindustria. Considera que hay que recuperar la visión estratégica.

La Mendoza que necesita volver a ser

Sin dudas, gran parte de la actual crisis provincial es por pérdida de visión y liderazgo de nuestra clase dirigente, incluyendo, por supuesto, a los políticos que gobernaron últimamente, pero también a buena parte de la dirigencia empresarial, que miró bastante para otro lado.

La crisis del Estado mendocino (exceso de empleados públicos, problemas para pagar sueldos y coparticipación a municipios, casi nula obra pública, etc.) se veía venir con claridad, y fueron pocos los dirigentes empresariales que “pegaron el grito en el cielo” en su momento, y no al final, cuando “el agua ya nos tapaba el cuello”.

La crisis fiscal era fácilmente previsible, ya que el gasto público hace mucho que crece a una velocidad superior a la que crece la economía (o sea la recaudación de impuestos).En el año 2003 (asume Cobos), la relación gasto público/PBG era de 11,5%, cuando asume Jaque (2007) ya era 15%, y cuando llegó  Pérez (2011) ya era 21%.

O sea, el peso del Estado sobre la economía local avanzaba cada vez más rápido, y la mayoría de la dirigencia empresarial miraba para otro lado, porque la macro seguía creciendo y las ventas empresariales más o menos seguían bien, hasta que post cepo cambiario (2012) la economía se frenó (estanflación), empezaron los problemas de caída de ventas, y Paco Pérez, en vez de empezar a corregir el exceso de gasto estatal, no tuvo mejor idea que seguir aumentando el empleo público como sustituto del empleo privado, llevando la relación gasto público/PBG a niveles aún superiores a los que había dejado Jaque.

Resulta que Mendoza no es una rica provincia sojera-cerealera (beneficiada por el boom de los commodities hasta 2013), sino que somos una laboriosa economía, con escasez de agua de riego, y encima poco diversificada, donde el 60% del producto bruto lo generan tan solo tres sectores: comercio-turismo, petróleo-gas y agroindustria (en ese orden), donde encima a los dos últimos no les ha ido muy bien que digamos en los últimos años.

O sea, mientras nuestro poco diversificado sector privado perdía dinámica, nuestro sector público crecía y crecía, en una suerte de keynesianismo bobo, que nos hacía depender cada vez más del financiamiento privado caro (dólar linked) o de la billetera (condicionada) de Cristina.

De esta forma, hoy nos encontramos arrancando 2016 con un escenario económico duro: exportaciones en picada hace tres años; pérdida de mercados a manos de Chile; crisis en el vino, la fruta, la metalmecánica, entre otros; escasa generación de empleo privado en blanco, etc. Tan solo el turismo parece haber mantenido una performance aceptable (si bien los números del Ministerio de Turismo fueron de dudosa credibilidad en los últimos años), en gran parte ayudado por los crecientes “feriados largos” y el dólar blue al que podían cambiar muchos turistas extranjeros.

Tomemos también el caso del Fondo de la Transformación, que sigue operando con un capital similar al de su creación en la década de los ‘90, pero con una economía local que hoy ya es más del doble que en la Convertibilidad. ¿A ninguno de los últimos gobiernos se le ocurrió pedir un crédito para ampliar su capital de giro? Parece que no, pero para seguir metiendo gente al gobierno sí hubo financiamiento, y bastante generoso por cierto. Un despropósito.

Y así hemos terminado llegando a una situación donde en Mendoza el salario promedio privado (en blanco) es inferior a la media nacional, con la agravante de que Mendoza es una provincia “cara” para vivir, dada su impronta turística. O sea, salarios bajos y costo de vida alto para los mendocinos, un combo para nada halagüeño.

Párrafo aparte merece la destrucción de la DEIE (el “Indec mendocino”) de la última gestión, donde la inflación que se vino calculando fue mentira, el desempleo fue mentira y el PBG fue mentira, entre otros indicadores base para las políticas públicas. Al igual que a nivel nacional, va a costar un tiempo recomponerlo.

Pero sin embargo, la esperanza está intacta. Mendoza es una provincia de gente laboriosa y preparada (tenemos una de las tasas más altas de graduados universitarios sobre población total). Tan solo falta recuperar la visión estratégica de nuestra dirigencia política y empresarial (el adónde queremos ir), reordenar el gasto público (más para obra pública, menos para gastos corrientes) y esperar que se arregle rápido la macro nacional (dólar, inflación, crédito), para que vuelvan a renacer los proyectos públicos y privados que le devuelvan la grandeza a esta provincia, grandeza que el mendocino promedio no se resigna a perder. Ese es el desafío para los años que vienen, esperemos que nuestros dirigentes se pongan a tono.

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