El vertiginoso paso actual del tiempo permite que los años que estamos viviendo los mendocinos del primer cincuentenario del pasado siglo XX nos traiga al recuerdo, con nostalgia, las viejas costumbres familiares, tranquilas, sin urgencias para visitar a familiares, vecinos y amigos. Como mendocino de “pura cepa” me entusiasma contarles a las nuevas generaciones cómo era aquella vida ciudadana, sus costumbres, los comercios y servicios, entretenimientos y algunas curiosidades de las calles más transitadas de la ciudad capital.
Transporte urbano de pasajeros
Nuestro centro contaba con un buen servicio público de pasajeros para aquellos años; lo encabezaban los tranvías eléctricos que hacían el recorrido Godoy Cruz-Las Heras, circulando por las vías extendidas a lo largo de la calle San Martín, con paradas sobre plataformas en todas las cuadras. La línea 3/5 unía el Parque con San José, Guaymallén, cruzando el centro en dirección este-oeste, con una frecuencia de 10 minutos. Eran coches cómodos, guiados por un motorman, que contaba con un boletero y un inspector, todos prolijamente uniformados, respetuosos y atentos. El valor del pasaje era de $ 0,10, y el que se denominaba “combinación” -ida y vuelta- de $ 0,15. No obstante la eficiencia del servicio, el gobierno de hace cincuenta años decidió levantarlo por considerarlo antiguo.
Por la calle San Martín también transitaban las principales líneas de colectivos, los que también contaban con paradas cada cien metros.
Los taxis tenían paradas establecidas también en nuestra arteria principal.
En las calles aledañas estaban las paradas de los “breck” o coches tirados a caballos para el transporte de pasajeros; las paradas más importantes eran: en calle Las Heras, frente al Mercado Central, y en calle Godoy Cruz, esquina San Martín, donde los coches ocupaban toda la cuadra frente al tradicional restaurante Biachini, al que concurrían grandes personajes. Fue ésta la última parada de coches tirados por caballos.
Bares, restaurantes, cafés y confiterías
El café Jamaica, en la esquina de Necochea y 9 de Julio tenía un gran número de mesas y contaba con mucha clientela. Era llamado “la bolsa de comercio” ya que allí se cerraban negocios de todo tipo, operaciones de compra y venta de uva, fincas, automotores, inmuebles... con papeles firmados o con sólo el valor de la palabra que, en aquellos años, era un verdadero contrato.
Sobre Necochea se encontraba el cine La Bolsa, con función continuada desde la mañana. Junto a éste, el café La Cosechera, seguido por el café Paulista. En la esquina con San Martín estaba la tradicional confitería Colón.
Sobre San Martín, el café Sorocabana fue el primer café “al paso”. Allí se daban cita personajes como el poeta Julio Quintanilla y un famoso “buscavidas”, José Gil, más conocido como el “Conde del Sorocabana”.
Finalmente recordaré el primer bar automático, La Gloria, en San Martín y Sarmiento, con la modalidad de introducir monedas para que una máquina sirviera cada pedido de comida y bebida, lo que se retiraba sin la intervención de persona alguna.
Las familias acomodadas reservaban mesas para el almuerzo dominical en el restaurante del hotel Villavicencio o en el viejo hotel Termas de Cacheuta, arrasado por un aluvión en 1934, reconocido hasta en el Viejo Mundo desde donde venían muchos turistas a disfrutar de las bondades de sus aguas.
Los cines
Éstos estaban encabezados por el Centenario, en Las Heras y 9 de Julio. Le seguía el Palace, en San Martín frente a Godoy Cruz, sala que en los ’30 recibió al inolvidable Carlos Gardel. También sobre nuestra avenida principal se encontraba el cine Avenida. Sobre las calles Buenos Aires y Lavalle estaban las salas de los cines Buenos Aires, Gran Rex y el Cóndor.
El único cine que recibía a todas las compañías que integraban los principales artistas de Buenos Aires era el Teatro Municipal, en la esquina de España y Gutiérrez, donde funcionaba el Círculo de Armas, en cuyo frente fue asesinado Carlos Washington Lencinas, de un balazo proveniente de la plaza San Martín.
Pistas de baile y diversiones
Los sitios más destacados en este rubro eran Los Diablos Rojos, esquina de Emilio Civit y Boulogne Sur Mer, El Danubio Azul, en Gutiérrez y España, La Bola de Nieve, donde hoy se encuentra la Galería Tonsa, y El Cabildo.
En el Parque funcionaban la Hostería del Cerro y la hostería El León, con pistas de baile, bar y comedor; eran los lugares preferidos por los novios y las jóvenes parejas.
Los pioneros de la vitivinicultura
Los verdaderos fundadores fueron inmigrantes que se afincaron en Mendoza para trabajar la tierra y plantar los primeros viñedos, frutales y olivares. Cuando, luego de muchos años de labor, comenzaron a producir abundantemente, los más emprendedores construyeron su propia bodega para elaborar el vino de mesa. Primero mencionaré a don Bautista Gargantini quien, en Rivadavia, llegó a tener viñedos de casi mil hectáreas de superficie. Sus herederos la vendieron a una empresa española.
En el mismo departamento, plantó viñedos y construyó su propia bodega don Domingo Catena.
En Maipú, el referente fue don Arturo Furlotti. En Luzuriaga, Gabrielli y Baldini, cuyo vino Tupungato fue famoso en todo el país.