A Columbine lo podríamos comparar con algún departamento mendocino. Con Malargüe, por ejemplo. Un departamento (en el caso de Estados Unidos, un condado), de vida tranquila, que tiene en sus paisajes a las montañas de fondo y un lago que agrega belleza al conjunto.
Columbine, en Colorado, cuenta también como Malargüe, en Mendoza, con una población cercana a los 25.000 habitantes. Pero hay dos cosas que los diferencian, claramente, más allá del idioma de sus habitantes o del nivel de vida general: las regulaciones para la compra de armas de fuego y la trágica fama del lugar estadounidense.
Hace 20 años, la Escuela Secundaria que lleva el nombre del condado, se estremeció. Entre las 11.09 y las 12.10 se desató allí una de las masacres más resonantes y desquiciadas que hasta ese momento había vivido el mundo.
Era el 20 de abril de 1999 cuando los estudiantes de preparatoria Eric Harris y Dylan Klebold llegaron al estacionamiento de la escuela, frente al comedor. Habían planeado con anticipación una matanza que aún hoy resulta difícil de explicar más allá de atribuir una insanía mental en ambos que derivó en todo esto. Harris y Klebold habían preparado bombas de explosión programada con el objeto de provocar la muerte de la mayor cantidad de estudiantes posibles. Para asegurarse de que la mortandad fuera completa, se ubicaron en sus autos a la salida, armados con rifles y escopetas. Las bombas fallaron, así que decidieron entrar ingresar para perpetrar la matanza, y comenzaron a disparar incluso a estudiantes que se encontraban afuera.
Cuando entraron, los ruidos confundieron a los jóvenes del instituto. Algunos creyeron que se trataba de fuegos artificiales o de una broma. Pronto todos advirtieron que no había nada de falso en los sonidos detonantes y comenzó el terror.
Los dos jóvenes (de 18 y 17 años) no repararon en nadie: simplemente comenzaron a disparar a todo cuerpo que se moviera e incluso a perseguir a los estudiantes que corrían para huir. En la cafetería, el profesor Dave Sanders se dio cuenta pronto de que la cosa iba en serio y actuó con rapidez, organizando rápidamente la evacuación del lugar, lo que evitó una mayor cantidad de muertes cuando Eric y Dylan ingresaron al espacio de recreo. Sin embargo, su acto no evitó su propia muerte, ya que se encontró con Harris y este le disparó sin piedad. Aun así, consiguió arrastrarse hasta un aula, donde fue protegido por otros estudiantes que se habían escondido allí. Una de las alumnas, incluso, consiguió escribir un cartel y pegarlo afuera: decía "hay uno aquí que se está desangrando hasta morir". Lamentablemente el letrero no fue visto y Sanders murió por falta de asistencia.
El raíd mortal de los adolescentes asesinos continuó por toda la escuela, e incluso tuvo un paso macabro por la biblioteca, donde prácticamente intentaron cazar a los estudiantes que habían intentado esconderse bajo los escritorios.
Finalmente, pasadas las 12, Harris y Klebold se pusieron uno junto al otro y contaron hasta tres para, sincronizadamente, suicidarse de un disparo cada uno.
El saldo mortal del ataque fue 34 víctimas asesinadas más los dos atacantes, muertos por mano propia.
El ataque, además, generó un espanto en la sociedad estadounidense y puso en entredicho el control de armas y su venta libre. Michael Moore filmó sobre eso el célebre documental "Bowling for Columbine", que ganó un Oscar.
La locura personal de Harris y Klebold, igualmente, no explica todo el complejo asunto. Ambos quisieron imitar masacres anteriores en un país donde en más ocasiones se han producido estos hechos. Por algo suceden allí y no en otros lugares similares a Columbine en paisajes o población.