La “marca” malbec, una oportunidad

El hecho de que bodegueros y productores de California se encuentren implantando clones de cepajes malbec, constituye un orgullo.

La “marca” malbec, una oportunidad
La “marca” malbec, una oportunidad

Días pasados, a través de una información de la agencia de noticias Télam, los mendocinos tomamos conocimiento de que algunos bodegueros y grandes productores de California, Estados Unidos, están implantando clones de cepas mendocinas de malbec, para poder competir dentro de ese país con el vino varietal. El hecho no hace más que demostrar que la variedad insignia de los vinos argentinos ha ganado espacios importantes en las góndolas del mundo, una oportunidad que no podemos desaprovechar, razón por la cual debe insistirse -tanto desde el Gobierno como de la actividad privada- en mejorar la competitividad de nuestros caldos de manera tal que puedan desempeñarse con mejores posibilidades en la relación precio-calidad de los mercados más exigentes.

Para que ese posicionamiento se produzca en el caso del malbec, fue necesario que se conjugaran distintas variables. En primer lugar, la decisión de los bodegueros argentinos de salir a jugar en las ligas mayores, intentando insertarse en las góndolas internacionales ante la caída que se producía en el mercado interno. Grande fue la sorpresa que se llevaron cuando presentaron sus muestras en los concursos, al observar la receptividad que logró el malbec entre los expertos internacionales. De ese hecho a la inserción en los mercados hubo sólo un paso. De ese modo entonces, de algunos pocos millones de dólares que se exportaban a principios de la década de 1990, se llega a los casi mil millones de dólares en la actualidad.

También conviene considerar la situación que se da especialmente con los Estados Unidos. Sucede que históricamente los países vitivinícolas jugaban sus cartas a insertarse en el mercado inglés, por la exigencia de sus consumidores y por la forma en que esa aceptación resultaba determinante en otros mercados del mundo. Sin embargo, como esa franja era sostenida esencialmente por los vinos europeos y su historia, donde predominaba la denominación de origen, Estados Unidos salió a "competir" a través de los varietales, encabezando el denominado Nuevo Mundo Vitivinícola junto a otros países sin "tradición", como Argentina, Chile, Sudáfrica o Australia. Paralelamente, puso en funcionamiento su impresionante maquinaria publicitaria, impulsando series como Falcon Crest o películas como Entre Copas, destinadas a impulsar el consumo de vinos para favorecer económicamente a la zona de California.

De ese modo, un público ávido y conocedor descubrió las virtudes del malbec argentino, a punto tal que Estados Unidos se ha convertido en el principal mercado hacia el cual van dirigidos los vinos argentinos de exportación. Las calificaciones obtenidas por nuestros caldos en las revistas especializadas no hacen más que ratificar el buen posicionamiento alcanzado. Ese nuevo panorama se advierte en dos ejemplos. El primero de ellos, lo señalado por un fuerte inversor español, radicado en Estados Unidos, que adquirió un terreno, lo implantó con malbec y construyó su bodega en la zona de Carrodilla, Luján, porque cenando una noche en Estados Unidos pidió un malbec "para probarlo" y quedó impactado. El segundo, la decisión de los bodegueros norteamericanos de implantar clones de malbec mendocino a los efectos de convertirse en un competidor de nuestros caldos.

Al decir de algunos productores del país del norte, hay zonas norteamericanas, como es el caso de Napa Valley, cuya geografía es muy similar a la de Mendoza. Es factible también que con el cuidado de los cepajes y la alta tecnología en bodegas puedan lograr vinos de calidad. Pero la gran diferencia a favor de los caldos argentinos radica en la adaptación excepcional que la variedad logró en determinadas zonas de la provincia, a lo que se suma un clima ideal, con una gran amplitud térmica, que influye formidablemente sobre los frutos. Son aspectos importantes que paralelamente constituyen un gran desafío para los bodegueros mendocinos, en el sentido de que deben mantener y en lo posible superar la calidad de los vinos ante la competencia que se avecina.

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