La mancha venenosa era un juego de nuestra niñez. Consistía en correr para evitar ser “manchado” por el circunstancial “envenenado” ya que, inmediatamente, el veneno pasaba al tocado que, para colmo,debía inmovilizarse en el lugar con su propia mano. Y todos comenzaban a escapar de él. Al parecer la política argentina está jugando a la mancha venenosa. Todos tratan de escapar de Mauricio Macri y Cristina Kirchner que, paradójicamente, son los dirigentes que aparecen con más chances en las encuestas que sondean los humores preelectorales aunque, por ahora, sólo pueda asegurarse que Macri es candidato.
Mientras, el resto intenta jugar su propio juego: las escondidas. Cristina padece de un enmudecimiento táctico y todos juegan a las adivinanzas sobre si se postula o "se baja". Roberto Lavagna juega al ecumenismo y parece pretender ser ungido como "salvador"
de la grieta apelando a peronistas sin distinción, socialistas y radicales desencantados. Sergio Massa le guiña el ojo al kirchnerismo por las dudas de que la jefa resuelva bajarse. Juan Manuel Urtubey sigue en campaña, aunque nadie parece notarlo. Felipe Solá se lanza, idem. Y Daniel Scioli siempre está.
Los gobernadores ya hicieron lo suyo. Cada uno, con diversas excusas, desdobló y evitó “envenenarse” por el efecto negativo que Macri y Cristina pudieran representar para sus aspiraciones de poder. Todos, salvo María Eugenia Vidal que ha puesto en riesgo su reelección en Buenos Aires por fidelidad a “Mauricio y el equipo”. Lo mismo que Horacio Rodríguez Larreta, pero en un contexto muy distinto, claro. El miedo no es zonzo.
La Argentina es tierra de curiosidades: mientras los 24 Estados provinciales cerraron 2018 con un superávit primario equivalente a 0,4% del PBI, la Nación pena por alcanzar la meta de déficit cero y el Gobierno ve arder buena parte de sus chances electorales en la hoguera del FMI y en las impiedades del mundo financiero. Viene bien, entonces, tener la facultad de manejar discrecionalmente el calendario electoral y acomodarlo a las necesidades de quien tenga el poder.
Los economistas coinciden en que los “precios esenciales”, los beneficios sociales, el congelamiento de tarifas y las medidas anunciadas para las pyme no constituyen un plan antiinflacionario. El módico objetivo es que la inflación deje de subir y lograr un alivio para los bolsillos de quienes deben votar hasta el posible balotaje de noviembre. Nadie lo disimula: el “pacto de caballeros” es por seis meses, es decir hasta octubre, cuando se realiza la crucial primera vuelta presidencial.
Los radicales ven esto, que ya se empieza a llamar “plan otoño”, como la bala de plata de la gestión Macri. Hasta algunos que apoyan el frente con el Pro y la Coalición Cívica se animan a ponerle un plazo. Si en un mes los resultados no son los esperados, el futuro de Cambiemos puede estar seriamente en juego. Por las dudas, no se resignan. Siguen impulsando el plan V: que la gobernadora de Bs. As. reemplace a Macri en la candidatura presidencial y poner un vicepresidente propio en la fórmula. Por eso aún no tiene fecha clara (se habla del viernes 24 de mayo) ni lugar la convención en que la UCR decidirá si sigue en Cambiemos. Si en 2015, en Gualeguaychú, el clima fue caliente; ahora, puede arder Troya.
Mendoza no escapa a la incertidumbre. Están espantados por las encuestas. Sondeos que se mantienen en estricta reserva muestran que la intención de voto a Cristina ya supera a Macri por 10 puntos y que al Presidente sólo le va bien en Capital y en Godoy Cruz. El sálvese quien pueda de los intendentes del PJ les salió bien: en las primarias del fin de semana pasado cada uno retuvo su territorio. El Gobierno sólo aspiraba a dar pelea en San Martín y medían cuánto podían morderle a los Félix en San Rafael. Se trata de dos departamentos importantes para las PASO provinciales del 9 de junio y que aportan votos sensibles a la hora de elegir gobernador el 29 de setiembre.
En los laboratorios de campaña del oficialismo mendocino especulan sobre cuánto puede afectarlos la situación nacional. La elección que definirá al próximo gobernador se realiza 49 días después de las PASO nacionales y 28 días después de que las cuatro comunas justicialistas voten a sus intendentes ¿Qué pasa si Cambiemos pierde las primarias nacionales? ¿Cuál sería el efecto de lo que hoy aparecen como previsibles derrotas en San Rafael, Lavalle, Tunuyán y San Martín? Suena a quimera hacer futurología en este contexto.
¿Son Macri y Cristina candidatos tóxicos? ¿Los argentinos estaremos destinados a tener un próximo presidente que espante a, por lo menos, un tercio de la sociedad? ¿Es viable encarar así las profundas reformas que son necesarias para encausar la economía del país?¿Puede liderar esos cambios un presidente políticamente débil, con la credibilidad dañada o con graves causas por corrupción? Las encuestas cualitativas de consultores que trabajan para el oficialismo nacional ya detectan que cada vez más gente considera que ambos son parte del pasado.
Macri y Cristina están envenenados. La política argentina parece estar jugando a la mancha venenosa. El problema es que ya no se trata de un juego de niños. Como en toda elección, en esta, se define parte de nuestro futuro. Aunque por el habitual cortoplacismo no nos demos cuenta.