Los Kirchner jamás olvidarán los nombres de Lázaro y Amado. Esos nombres bíblicos y románticos se han convertido en una verdadera pesadilla para el reinado de Cristina y Máximo, su príncipe heredero.
Báez y Boudou son como una suerte de gran ventilador encendido que ensucia todos los días a la Presidenta, a su familia y a todo su gobierno.
En el afán de proteger al Vicepresidente y al empresario para evitar que ellos puedan contar la verdad de los hechos, el cristinismo ingresó en un callejón sin salida donde cada día puede explicar menos cosas y deja más gente colgada del pincel.
La Justicia investiga en varios casos, y en otros está muy atenta para actuar cuando finalice esta administración, en el 2015. Pero además, y esto es lo mas grave, hay investigaciones abiertas en Uruguay y en los Estados Unidos que avanzan a paso redoblado y a tambor batiente.
Y la Justicia legítima, la camiseta partidaria para los magistrados no llega al exterior. Es un manto de impunidad que apenas puede tapar algunas trampas domésticas. Tal vez por eso Cristina está tan nerviosa.
Porque los extorsionadores y repugnantes fondos buitres le están enviando mensajes inquietantes respecto de cuentas secretas que en cualquier momento pueden salir a la luz. Ya se sabe que un extorsionador es un delincuente despreciable. Pero también se sabe que quien no tiene nada que ocultar no puede ser extorsionado.
En el caso de Uruguay, la verdad va apareciendo porque en ese país la Justicia tiene ese objetivo y es realmente independiente. La propia Margarita Stolbizer le acercó documentación a una de las juezas y declaró que “hay elementos que pueden incriminar a los Kirchner en lavado de dinero”.
Las balas pican tan cerca que Cristina enmudeció hace algunos días, producto de una oportuna faringitis, y ordenó que varios de sus colaboradores pusieran la cara para recibir los cachetazos del costo político y moral. Los más suicidas/valientes de la obediencia debida y el verticalismo fueron Jorge Capitanich, Julio Alak y Ricardo Echegaray.
Todos trataron de explicar lo inexplicable. Todos pasaron a convertirse en cómplices de situaciones irregulares. Quien figura como ministro de Justicia pero no ejerce cometió el sincericidio de decir que “en todos los poderes suelen extraviarse expedientes”.
Apenas logró reconstruir 4 de las 22 páginas casualmente perdidas en el triángulo de las Bermudas de la Inspección Nacional de Justicia comandada por La Cámpora.
Papeles de la empresa más sospechada, como The Old Fund, desaparecieron mágicamente en el aire. Otra casualidad del patrón de las casualidades, Amado por todos Boudou. Omar Lavieri dijo que hace 22 años que recorre el periodismo de investigación y no recuerda que alguna vez se haya perdido un expediente de esa importancia.
Pero la cara no la ponen los muchachos de La Cámpora. Los soldados de Cristina hacen las operaciones pero la cara la ponen los demás. Fue patético que Echegaray asegurara como verdad revelada que se investigan las facturas truchas de Lázaro Báez pero que él no es socio de Cristina.
Tal vez no haya una sociedad donde ambos sean accionistas. Pero Báez y los Kirchner compartieron negocios y sociedad en varias empresas. Para construir y alquilar departamentos. Para regentear y alquilar hoteles y habitaciones que nunca se utilizaron.
Para tener un condominio en El Calafate de 87 mil metros cuadrados. Y como si esto fuera poco, Lázaro pagó el mausoleo faraónico que guarda los restos de Néstor. Y todo esto no es producto de un chisme o un rumor malintencionado. Es información confirmada en las propias declaraciones patrimoniales de la familia Kirchner que a esta altura no saben cómo corregir y emprolijar.
No solo se encubre a los delincuentes. Peor aún, se castiga a los honestos. Tanto Silvina Martínez en la IGJ como los inspectores de la AFIP de Bahía Blanca fueron despedidos por hacer con honradez y eficiencia su trabajo.
Y a esta altura la mancha de Amado y de Lázaro se hizo tan grande que ya salpicó y comprometió a medio Gabinete. Y a los medios adictos que tienen que disfrazar las cosas.
Ni Página 12, ni Tiempo Argentino ni Ámbito utilizaron el apellido Báez o Kirchner en sus tapas. Eligieron titular con las 1.200 empresas evasoras que están siendo investigadas.
Tiene razón uno de los editorialistas del humor más profundo, el amigo Sendra: dijo que “en algunos casos, además de expedientes se pierden principios, moral, ética, escrúpulos y decoro”. Nada más para agregar. Archívese y publíquese.
Gentileza: Radio Mitre