La mágica Alhambra, de moros y andaluces

El famoso palacio está en la ciudad española de Granada, último bastión musulmán en España.

La mágica Alhambra, de moros y andaluces
La mágica Alhambra, de moros y andaluces

Washington Irving fue un celebrado escritor y periodista estadounidense del siglo XIX. Estudió la carrera de abogacía pero la ejerció muy poco. Sus pasiones eran viajar, leer y escribir.

Alcanzó fama con su pluma. También fue diplomático. Uno de sus libros, el más conocido en el mundo de habla hispana, se llama "Cuentos de la Alhambra".

La obra relata su viaje a caballo de Madrid a Granada en 1829 acompañado por el embajador de Rusia en España. Llegados al castillo rojo, su compañero de viaje retornó a Madrid para atender sus obligaciones oficiales y él permaneció largos meses en la fortaleza que se encontraba en estado de abandono, y se dedicó a recopilar historias y tradiciones de las épocas en que El Reino de Granada era el último bastión musulmán en Europa.

A mis 21 años, cuando conocí a la que es hoy mi esposa, era un lector muy curioso. Encontré esa joyita entre sus libros y la devoré en unos pocos atracones de lectura. Me resultó muy atrapante. No tenía hasta ese momento ni noticias del autor ni de "El Castillo Rojo" (eso es lo que significa "Alhambra").

Todavía lo conservamos, está entre los pocos ejemplares seleccionados que rescatamos de nuestra biblioteca en Mendoza y llegaron con nosotros a Sherbrooke, nuestro lugar de residencia actual en Canadá. Es un librito de tapas azules editado en 1951. Una perla.

Me propuse desde aquel primer momento visitar ese lugar encantado. Pasaron unos cuántos años hasta que finalmente nos dimos el gusto de hacerlo. Hace ya un tiempo.

Don Washington describe muy bien el lugar y relata su historia. En la segunda mitad reproduce cuentos populares locales que son encantadores.
Este libro sigue siendo la referencia obligada, al extremo de que en el sitio mismo es prácticamente el único que se ofrece en venta al visitante.

El mágico Castillo Rojo

El castillo se encuentra muy cerca de la bellísima ciudad granadina. La visita se hace de a pie. No vale la pena motorizarse pues la magia empieza en el momento mismo en que uno principia a remontar la cuesta.

La Puerta de las Granadas, los Bosques Encantados de la Alhambra, las fuentes y las muchas referencias que uno va hallando a medida que avanza lo van introduciendo en el mundo mágico de la cultura árabe de Al Andalus (el nombre que los musulmanes le dieron a ese enorme reino que conquistaron en el siglo VIII).

Si uno tiene la fortuna, como nos ocurrió, de coincidir pasando por ahí con un par de guitarristas flamencos en el garaje de una casa cualquiera (no en el tablao de un restaurante sino un escenario informal y sin público), pues ya tiene recuperada con creces la inversión en tiempo y dinero que el viaje le demande.

Recuerdo que era un taller de guitarras (un "luthier", como decimos en Argentina) y caminando la vereda alcanzamos a ver apenas la silueta de dos guitarristas sentados uno frente a otro y una botella de vino en una pequeña mesa.

Nos demoramos casi media hora en completo silencio y sin dejarnos ver, totalmente embriagados de esa música y sus maravillosos embrujos. Fue una recepción de lujo que nos regaló el destino.

Más allá y más arriba, pues todo el camino se transita en pendiente, nos esperaban La Alhambra y sus secretos.

El último "rey moro" de Granada, Boabdil, cayó en la trampa que le tendió Fernando II, esposo de Isabel. Este rey, como no deja de remarcarlo el propio Irving, era un muy astuto estratega militar y tenía talento innato para la diplomacia.

Se propuso unificar bajo su mandato la Península Ibérica y comenzó esa proeza desposando a Isabel, de la que parecía estar sin embargo sinceramente enamorado.

La unión de los reinos de Aragón y Castilla produjo un desequilibrio de fuerzas en la región que fue muy bien explotado por Fernando. Sus miras eran largas. Su proyecto muy ambicioso. Era tarea para varias generaciones de reyes pero él la completó en vida.

Al margen de la ponderación ética o los reparos que pudieran hacérsele, su trabajo fue magistral. En 1491, sólo le faltaba hacerse de Granada y su mágico Castillo Rojo.

Conocedor del carácter de su rival, un rey sensible y amante de las artes que había poblado su corte de filósofos, músicos, arquitectos, pintores y más artistas y que anhelaba vivir en paz, Fernando tejió alianzas de amistad con todos los pequeños califas y jefes musulmanes cercanos a Boabdil.

Éste, que no era cobarde ni falto de carácter, como lamentablemente lo registran algunos historiadores, llegó a convencerse de que podía conservar su reino, establecer una frontera con los cristianos del norte y convivir en paz con ellos.

Mientras tanto, Fernando se armó en secreto, más que nunca, consolidó su compleja maraña de alianzas que aisló políticamente al rey granadino y cuando se sintió fuerte, proporcionalmente a la debilidad de su rival, sencillamente le hizo la guerra.

Boabdil y sus caballeros pelearon con bravura una lucha que desde el primer día estaba sentenciada.

El 2 de enero de 1492, los Reyes Católicos se presentaron en persona en la ciudad de Granada para recibir la rendición del rey moro y, de su propia mano, las llaves de la ciudad. Un famoso cuadro de Francisco Padilla y Ortiz registra ese dramático momento, que debió de ser amarguísimo para Boabdil y sus vasallos.

El hombre partió a un duro destierro. Encontró amparo en un ignoto rey que lo aceptó a su servicio y murió poco después en batalla, peleando una guerra ajena.

En la comitiva de los Reyes Católicos, se dice, se encontraba el propio Cristóbal Colón quien apenas 9 meses más tarde iba a pisar sin saberlo tierras americanas.

Esa fecha, el 2 de enero, tiene hasta el presente una simpática connotación en La Alhambra.

El lugar es bellísimo y ofrece unas espectaculares vistas de Granada, que no es menos bella. Un poeta mexicano educado en España, Francisco Alarcón de Icaza, escribió aquellos versos tan expresivos dirigiéndose a una mujer que encuentra en la calle a un mendigo ciego. Le dice:

"Dale limosna, mujer, Que no hay en la vida nada Como la pena de ser Ciego en Granada".

La Alhambra es más que un castillo. Consta de dos grandes cuerpos, el castillo propiamente con su ciudadela y la llamada El Generalife, que era fortaleza y cuartel.

El buen gusto y el refinamiento reinan por doquier y cada sitio tiene su historia que vale la pena conocer. Intrigas palaciegas, amoríos, traiciones.

Destaca la terrible matanza de los Abencerrajes, un linaje completo de nobles caballeros eliminado a traición por un rey celoso y timorato. Puede visitarse la sala donde fueron degollados uno a uno. Los techos exquisitamente decorados con arabescos, el Patio de Los Leones y su deliciosa fuente y mucho más.

Durante los días de nuestras visitas (fuimos varias veces a recorrer todas las instalaciones), la fuente estaba en reparación y los leones, que son macizos de mármol, habían sido retirados. Fue otro golpe de suerte, pues igualmente podían visitarse en una sala separada, pero además por el hecho de encontrarse fuera de su emplazamiento habitual, pudimos apreciar el sistema de circulación de agua que alimenta la famosa fuente.

Los magrebíes eran (y son) maestros en el uso del agua y encontraban gran placer en ornar sus construcciones con fuentes, algunas muy ingeniosas y bellas.

El entorno, por añadidura, es fantástico, en un marco de lomadas con abundante vegetación natural y bien cuidados jardines. Irving describe un sitio en ruinas después de las guerras de la ocupación francesa y supimos que así se mantuvo hasta después de la Guerra Civil de 1936-1939. La restauración ha sido excelente y seguramente muy costosa. Hoy es una perla para no dejar de ver.

Reinaron allí varias generaciones de reyes moros, de diferentes dinastías. Durante la Dinastía Nazarí se construyó la llamada "Torre de la Vela", que se puede visitar y subir hasta el campanario. La vista de Granada desde ese punto es magnífica. Los visitantes pueden, si lo desean, hacer sonar la campana (la actual es de 1793, no es la original). Dada la cantidad de visitantes, no para de sonar.

El dos de enero, por el contrario, el campanario está reservado al acto oficial que rememora la toma de la ciudad por Fernando e Isabel. Ese día la campana se mantiene en silencio hasta el momento culminante del acto en que da sus campanadas más solemnes.

La tradición granadina dice que toda doncella que suene la campana durante el mes de enero se casará ese mismo año.

Los Reyes Católicos ocuparon el castillo e hicieron de Granada su residencia preferida, tanto que a su muerte –Isabel falleció doce años antes que su marido–, sus cuerpos fueron sepultados en la Catedral de Granada, otra visita imperdible para el turista.

El emperador Carlos I, nieto de Fernando e Isabel, también tomó posesión de la Alhambra y construyó  allí su propio castillo.

El contraste de estilos es chocante, con mucha ventaja para el castillo moro, en mi modesta opinión. Pero la visita al Castillo de Carlos I es también muy interesante. Un artista holandés extraordinario y muy avanzado para su época como fue Maurice Cornelius Escher, visitó el sitio y dejó plasmada su visión en unos cuántos dibujos con su estilo único. Suelen organizarse exposiciones de su obra en el lugar.

Claro que la visita no se agota en La Alhambra, los jardines y El Generalife y su enorme colección de historias, reales algunas, fantásticas otras. La ciudad de Granada ofrece también cantidad de sitios bellísimos e interesantes y una gastronomía espectacular. Arquitectura finísima, riqueza histórica y una colección de vinos deliciosos.

Lo ideal, según mi experiencia, es alojarse en la ciudad, lo más cerca posible de la entrada a la Alhambra (nosotros conseguimos habitación en un pequeño y coqueto hotel apenas a un paso) de manera de empezar temprano las visitas (en plural, una sola no es suficiente) y aprovechar luego las noches para pasear por Granada y cenar en cualquiera de los muchos restaurantes que ofrecen espectáculos de folclore andaluz.

Sabor folclórico

Claro que para aquellos exigentes que deseen el mejor nivel profesional, curiosamente, lo recomendable es ir a Madrid, donde se concentran los artistas que han logrado trascender en su arte. Pero Granada ofrece el sabor auténtico del folklore de las entrañas, ese que se hace con el alma y se transmite por cada poro de la piel.

En cualquier sitio encuentra uno un par de guitarristas, cantaores y cantaoras, bailaores y bailaoras que al son de las castañuelas ofrecen un delicioso bocado de auténtico sabor flamenco andalú'.

Es hermoso vivir esa experiencia.

Cuando sienta uno que el alma está plena, que se han descubierto muchos de los rincones de la Alhambra, pues será el momento de repetir la experiencia pero esta vez caminando la ciudad que tiene también mucho que ofrecer.

No alejarse de Granada sin dar una última vuelta caminando por La Alhambra y respirar de nuevo sus aires embrujados.

Terminadas las visitas a la ciudad y al castillo rojo, muchos rumbos interesantes se ofrecen al viajero.

España es un destino que reboza sitios de interés.

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