La maestra tiene razón

Es necesario recuperar el principio de autoridad en los colegios. La maestra y las autoridades educacionales deben ser respetadas, como sucedió durante décadas y luego se perdió, especialmente en los últimos diez años.

La maestra tiene razón

Pasó durante décadas y sigue sucediendo ahora. En la decisión de una persona joven (hombre o mujer) por elegir una carrera, en el caso de la docencia, se prioriza la vocación por sobre la profesión. El trabajo docente exige sacrificio, mucho amor por los chicos, predisposición para superar momentos difíciles, una consideración especial por la responsabilidad que le genera estar preparando intelectualmente a las próximas generaciones, entre muchos otros aspectos, a cambio de un salario exiguo que apenas alcanza para la subsistencia, porque si alguien abrazó la carrera docente para asegurarse un futuro económico auspicioso, evidentemente se equivocó de elección, al menos en la Argentina.

Pero hay algunas variables que se priorizaron en tiempos pasados y que lamentablemente se fueron perdiendo a lo largo de los años, muy especialmente en el último decenio. Desde siempre los docentes cobraron sueldos muy bajos y en muchas oportunidades se veían obligados a recurrir a prestamistas para que les cambiaran los bonos que recibían como remuneración. Eran las épocas en que se acuñó la frase “tiene más hambre que maestro de escuela”.

Sin embargo, había un aspecto que los gratificaba y era la consideración social. El docente era respetado en el círculo social en el que se movía y mucho más en el ejercicio de su profesión. En el caso del chico que volvía del colegio con una nota alertando sobre su conducta, la respuesta de su progenitor era: “La maestra tiene razón”, y recién después el padre concurría al establecimiento educacional para conocer las razones del llamado de atención.

No podemos asegurar que fuera ése el sistema ideal porque también existían algunas situaciones que era necesario modificar, pero el tiempo y algunas decisiones de los gobiernos produjeron un cambio que terminó resultando negativo. En muchos de los casos no se trató de errores en los objetivos sino en la implementación. Se decidió, por ejemplo en la última década, priorizar la inclusión del alumno en las escuelas por sobre la calidad educativa.

Se buscaba, con razón, intentar que el chico permaneciera en el establecimiento educacional, donde de una manera u otra recibía educación, en lugar de estar deambulando por las calles, con todos los peligros que ello significa. Pero ese aspecto no determinaba que, por alcanzar ese objetivo, se permitieran actitudes como la falta de respeto o la agresión hacia el docente por parte de los propios alumnos o de los padres de los mismos. Con el agravante de que por esa actitud no existía reprimenda alguna por parte de las autoridades. Poco a poco, entonces, el respeto a la autoridad se fue haciendo más laxa, hasta quedar perdido en el tiempo.

Advertida de la situación mucha gente -la que tenía posibilidades económicas para hacerlo- decidió trasladar a sus hijos desde las escuelas públicas hacia las privadas. Unas y otras tienen los mismos planes de estudio que deben alcanzar al final del año lectivo, pero la gran diferencia se centra en la disciplina, en primer lugar y la cantidad de días de clases, en segundo término, entre otros aspectos.

Los números son más que claros: según Alieto Guadagni, director del Centro de Estudios de la Educación Argentina, de la Universidad de Belgrano, desde el siglo XIX la matrícula de la escuela primaria estatal siempre creció, pero en 2003 se inició un éxodo de la escuela estatal. En 2011 asistían a escuelas estatales primarias casi 300 mil niños menos que en 2002. Está avanzando año a año desde 2003 una acelerada “privatización”, en una evolución opuesta a la registrada en el período 1996-2002, cuando de cada 100 nuevos inscriptos en la escuela primaria, 85 optaban por una estatal.

Recuperar el respeto por la autoridad del docente no se soluciona con dinero; de nada valió que el gasto en educación superara el 6% del PBI, como se decidió en 2003. Hay que sostener ese presupuesto pero deben implementarse otras variables, como las que prometió el gobernador de la provincia en su discurso de asunción, cuando dijo que se priorizará el principio de autoridad en las escuelas de la provincia, como punto de partida.

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