".. En la ciudad de la Santísima Trinidad del Puerto de Santa María de Buenos Aires, a treinta días del mes de marzo de mil setecientos noventa y tres años, yo, el Dr. Don Pantaleón de Rivarola (…) puse óleo y chisma a Juan Manuel José Domingo, que nació el mismo día, hijo lexítimo de don León Ortiz de Rozas (…) y doña Agustina Teresa López…". Así comenzó uno de nuestros capítulos más brutales, llegó al mundo Juan Manuel de Rosas.
Napoleón alguna vez dijo que el porvenir de un hijo es siempre obra de su madre. Doña Agustina López, fue una mujer fuerte, decidida y por momentos cruel, aunque ciertos historiadores prefieran no hacer hincapié en ese aspecto.
Militante del autoritarismo, hacendosa, dio a luz año tras año a veinte rubios y rollizos retoños. Especie de deidad domestica que se hacía cebar mates por una negra esclava, permitiéndole acercarse sólo de rodillas. Sus hijos, aún ya adultos, le obedecían con entrega feudal.
Lucio V. Mansilla, nieto de doña Agustina, contó que esta consideraba a su marido un plebeyo y en las discusiones solía expresarlo: "¿Y tú quién eres? Un aventurero ennoblecido (…) mientras que yo desciendo de los duques de Normandía; y mirá, Rozas, si me apuras mucho, he de probarte que soy pariente de María Santísima…".
Alguna vez Don León le recordó quién llevaba los pantalones, a fuerza de un par de latigazos tenues, aclarando que sólo la dejaba mandar por el gran amor que le tenía. Así, en cuanto a familia, hogar y administración de bienes ella tuvo esos "Poderes Extraordinarios" que el Restaurador consiguió del país.
Aparentemente los padres de Rosas se amaban profundamente. Dormían en habitaciones separadas porque ella, criando casi todo el tiempo, no quería afectar el sueño del esposo. Sus hijos emparentaron con familias de abolengo, incluso con un descendiente de mismísimo Atahualpa, inca caído por obra de Pizarro.
La comida familiar era siempre excesiva, casi barroca, pero los utensilios simples. Por este motivo a Agustina no le agradaba ir a casa de Mariquita Sánchez de Thompson y Mandeville, solía decir: "Déjame, hija, de comer en casa de Marica que allí todo se vuelve tapas lustrosas y cuatro papas a la inglesa, siendo lo único abundante su amabilidad. La quiero mucho, pero más quiero el estómago de Rozas".
Mariquita terminó en el exilio durante la dictadura rosista, quizás a Juan Manuel tampoco le gustaron sus escasas papas unitarias.
Ya anciana, la parálisis afectó su cuerpo, quedando postrada en una cama. Aun así, y viuda desde 1839, siguió comandando todo: casa, familia, compras, ventas, etc. Incluso intercedió ante su hijo por la vida de prisioneros políticos, como el médico Almeyra, quién según sus palabras "no es unitario ni es federal, no es nada, es un buen sujeto; y así es como Juan Manuel se hace de enemigos porque no oye sino a los adulones".
Este episodio ocasionó una larga discusión, que terminó cuando el dictador fue a pedir perdón de rodillas a su madre, anunciándole la liberación del galeno.
Agustina nació para dominar y eso hizo hasta después de muerta. Al fallecer una de sus hijas y su yerno, se hizo cargo de esos nietos, a quienes favoreció en el testamento inmensamente.
Su abogado le advirtió que eso no serviría porque era ilegal y por ende el documento no tendría validez, a lo que ella respondió "Ya verás si se puede; escribí, nomás, escribí (…) sé que he criado hijos obedientes y subordinados que sabrán cumplir mi voluntad después de mis días: lo ordeno".
López de Osorio murió a los 76 años, en diciembre de 1845. Poco después de que Francia e Inglaterra comenzaran el bloqueo a Buenos Aires. ¿Qué sucedió entonces? Dejemos al mismo Mansilla contarlo:
"… El testamento se abrió; la primogénita, doña Gregoria, dijo: ‘Vayan a ver qué dice Juan Manuel’. Así se hizo. Don Juan Manuel no leyó, diciendo: ‘Que se cumpla la voluntad de madre’. Los otros de ambos sexos, sabiendo lo que había dicho el hermano mayor, contestaron lo mismo sin leer. Sólo Gervasio, el hermano menor, se lo hizo leer.
Meditó, y después de reflexionar, dijo: "Que se cumpla la voluntad de madre. Pero vayan a decirle a Juan Manuel y a Prudencio que nosotros somos ricos, que de lo nuestro se tome para integrar la hijuela que a las hermanas mujeres corresponde..."
Y así se hizo, y la voluntad prepotente de doña Agustina López de Osornio prevaleció contra la ley (…) De tamaña mujer nació Rozas…"