La Llave-r del éxito

El sanmartiniano lideró el 1-2 de Fiat para adjudicarse la sexta fecha que el Súper TC 2000 disputó en Oberá, donde había liderado en 2010. Fue su segundo triunfo.

La Llave-r del éxito

La suerte lo acompañó pocas veces en su campaña deportiva. Así, se dio muchos golpes en el automovilismo nacional. Hasta quiso largar todo porque los resultados no llegaban.

Roturas inexplicables, toques que lo dejaban afuera de la lucha y momentos de incertidumbre (como su alejamiento de la más tecnológica cuando no consiguió butaca y debió elegir por el TC Pista) lo afectaron una y otra vez. Su camino estuvo lleno de piedras. Para Bernardo Llaver hubo más sinsabores que alegrías.

Entre los festejos, allá en el tiempo, quedó la victoria en los 200 Kilómetros de Buenos Aires junto a Mauro Giallombardo en el 1-2-3 de Toyota en 2010.

Después, con tantos amagues pero sin concreciones, llegó el tercer lugar de 2013 en El Zonda sanjuanino, también al mando del Corolla. Parecía el despegue definitivo. Sin embargo, fue el último champán que pudo saborear dentro del equipo que integró cinco años.

Con un presupuesto ajustado, y tras una olvidable temporada en la telonera del Turismo Carretera, el sanmartiniano volvió a su amor llamado Súper TC 2000.

El PSG16 Team, que en otras ocasiones lo tentó, le abrió sus puertas en 2016 para integrar un plantel joven de pilotos, sin figuras y con el camino libre para que cada uno defienda lo suyo.

Fue protagonista enseguida. No se notó la falta de práctica con casi medio año inactivo. Estableció brillantes parciales pero, nuevamente, los resultados fueron esquivos. Sucedió en sus pagos cuando estaba para ir al podio y el motor falló antes de recibir un golpe de Norberto Fontana.

Ocurrió en la cita siguiente de Alta Gracia, en el momento que fue tocado por Facundo Chapur y se quedó sin nada en la última vuelta. Lo vivió en Termas de Río Hondo, en una estrategia que falló para el cambio de cubiertas obligatorio y lo alejó de la celebración.

Brillar en tierra colorada

Una sonrisa se dibujó en su rostro cuando apareció Oberá en el calendario. Al margen de saber que estaba en un lejano 15º lugar del torneo, partió ilusionado porque sabía que el Fiat Línea se había mostrado firme.

Faltaba la estocada final, esa que en tantas oportunidades se ausentó, como en la carrera de 2010 -previa a la del Coliseo- que estaba para ganar y el matafuego se trabó sobre la pedalera y lo hizo perder aceleración hasta que un leve toque de Leonel Pernía lo dejó afuera con toda la bronca.

Repitiendo lo de Trelew, Córdoba y Termas de Río Hondo, volvió a meterse entre los diez mejores del clasificador siendo octavo. Al no penalizar para la grilla de partida de su serie ya que estaba fuera de los ocho mejores ranqueados, Berni quedó ubicado en el tercer cajón de la batería inicial.

De ahí en adelante, todo salió a pedir de nuestro crédito.

Sacó ventaja de la batalla que sostuvieron su coequiper José Manuel Urcera y Mariano Werner en el inicio. Es que el piloto del Peugeot 408 saltó a la punta pero el rionegrino se recuperó enseguida.

Ahí aprovechó para superar al entrerriano con toque incluido. La marca italiana ya tenía el primer doblete en su bolsillo.

Al ser la segunda serie (ganada por Matías Rossi) más lenta por el ingreso del auto de seguridad, Llaver partió tercero en la carrera decisiva.

No la tuvo fácil en el arranque porque Agustín Canapino lo apretó pero pudo dar cuenta del Granadero. Lo propio hizo el arrecifeño de Chevrolet.

Con Urcera adelante, Llaver comenzó a ver más grande al Cruze por los espejos. En la séptima vuelta lo contuvo en la recta principal (fue apercibido por barrer la pista) pero, dos giros después, Canapino se metió por adentro y Berni perdió yendo a la chapa. El tercer lugar era buen negocio.

Una puerta al triunfo

Sin embargo, lo mejor estaba por venir para el joven de 28 años. Marchando tranquilo detrás de Urcera y Canapino, recibió el regalo que siempre se negó. Fue en la 16ª vuelta, con sólo 6 para la bandera.

El usuario del moño se la jugó en el sector lento del circuito misionero, tocó a Urcera y ambos partieron para el pasto. Berni, que marchaba a la expectativa, saltó a la punta. Encontró la “llave-r” justa que abrió la puerta al triunfo.

Luego vino la devolución del lugar de Canapino a Urcera. Eso poco importó a Berni. En Oberá, que significa “lo que brilla” en guaraní, llegó la revancha tan buscada. Sucedió justo antes de los 200 Kilómetros. Ahora, no importa el presupuesto que aqueja desde hace tiempo. Es hora de festejar.

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