La “lista” que mató al disco en el oído del público - Por Patricia Slukich

Hoy se han dinamitado los conceptos pilares de la producción artística.

La “lista” que mató al disco en el oído del público - Por Patricia Slukich
La “lista” que mató al disco en el oído del público - Por Patricia Slukich

El panorama global de las industrias culturales está sufriendo aceleradísimos cambios. Decirlo es una verdad de perogrullo, pero analizar el rumbo de esos virajes ya no lo es tanto. Es que la industria musical primero, y la audiovisual después, inició un quiebre de paradigma que la ha reenfocado hacia otros territorios de producción y creación artística.

En el terreno de la música el escenario, de absoluto desconcierto aún, ha dinamitado conceptos que eran pilares de la producción industrial y artística; todos ellos asentados en el disco como obra acabada y completa, más allá de que fuera de pasta, de vinilo o cd.

Estos sismas conceptuales se produjeron principalmente por la inserción de la tecnología en las prácticas de consumo: las audiencias, fragmentadas a unidades con un dispositivo por mano, dejaron han ido abandonando al disco como idea material de la obra artística; algo que forzó a los creadores a buscar alternativas diferentes, diversas y deformes de consagrar el encuentro entre sus producciones y el público.

Esta orquesta y su repertorio, los videoclips que reemplazan a la canción, la grabación de EP o incluso de temas individuales en las plataformas digitales son algunas de esas expresiones.

El asunto se convirtió en un circuito que, como un pacman, va deglutiendo cualquier intento de creación artística, tal y como hasta hoy se la concebía: las nuevas generaciones ya están dando muestras de que no existe para ellos la “obra total” , sino canciones que escuchan en listas prediseñadas que se arman según un criterio arbitrario y de marketing totalmente alejado al de los álbumes de donde las extraen.

El disco es, para los artistas que buscan materializar un momento creativo específico, un cuerpo conceptual dispuesto en un orden, con una duración y un arte de tapa que redondea el total. Pero quienes escuchan ya no lo hacen como práctica exclusiva, ni recorriéndolo en su sonido y soporte físico, sino tal vez no conocen ni siquiera al autor, pues la lista se llama “música para soñar” y en ella cabe: ¡el mundo! La pregunta es: si el disco ya no es el corpus de la obra, ¿qué lo es? Aunque aún no existe la respuesta, si podemos afirmar que mientras el streaming decida la batalla cultural y artística será arena estéril.

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