Incomprensible. Resulta difícil explicar lo inexplicable. Lo tenía servido en bandeja Independiente. Porque cuando Héctor Paletta le mostró la segunda amarilla y la roja a Martinena, el hincha de la Lepra se relamía con una victoria revitalizante justo antes del superclásico del martes.
Pero no. Independiente fue el caso testigo de cómo la superioridad numérica se transformó en inferioridad futbolística.
En el primer tiempo dejó en evidencia lo mucho que le cuesta a Independiente generar situaciones de gol. Con poco, Boca Unidos se ingenió para lastimarlo (tuvo dos muy claras). La Lepra se paró casi con un 4-3-3 que le dio vértigo. Todo a las apuradas, sin pausa ni elaboración de juego.
Boca se plantó bien en el fondo y el local no desnivelaba ni con el juego colectivo y tampoco lograba romper con el brillo de alguna de sus individualidades. Demasiado pobre producción para quebrar el cero. Pereyra siempre de espaldas al arco y los volantes que no se sumaban, no atacó en bloque. Mal primer tiempo, ordinario por dónde se lo miraba.
Terminó siendo como una derrota justo antes del partido más importante de esta primera parte del semestre. Fue una actuación decepcionante que deja mucha preocupación de cara a lo que viene porque Independiente no supo resolver un trámite muy favorable.
Jugó casi cuarenta minutos con dos hombres más en el campo de juego y estuvo lejos de arrinconar a la visita. A la carga Barraca, sin fútbol ni ideas. Sólo la actitud no alcanza.
Dejó al desnudo todas y cada uno de las limitaciones colectivas que tiene desde que inició el campeonato. Boca le dio todas las facilidades para resolver el pleito y no pudo. Sessa se terminó convirtiendo en figura tras contener tres pelotas clave dentro de un encuentro de trámite chato. Y tan cerca del clásico enciende las luces de alarma.