El futbolista lleva el 4-4-2 en sus genes. Las cosas parecían estar en armonía, los movimientos eran más naturales. Y se notaba un visible cambio de actitud con respecto al 0-3 de Jáuregui. Nada de salir jugando desde el fondo.
Pelotazo para adelante y apuesta a la segunda pelota. Así llegaron las dos primeras aproximaciones de Independiente por medio de dos disparos de media distancia de Cardozo para hacer revolcar en ambas ocasiones a De León. No busque ahora en el Gargantini demasiadas asociaciones ni tantos futbolistas metidos en los últimos metros del área de enfrente.
Así fue que a Tarragona lo dejaron dominar una pelota en la medialuna y el ‘9’ habilitó muy bien a Cerutti, que con un disparo al ras del piso abría la cuenta. La Lepra disputaba con vehemencia cada pelota, dejaba la piel y había puesto contra las cuerdas a la visita.
Pero siempre hay un pero en la vida de este Independiente. Viscarra quiso improvisar de manera inexplicable un pase con la cabeza a Aracena desde más de 35 metros, Blanco se avivó de la torpeza del lateral y a Yeimar no le quedó otra que cometer penal.
Blanco lo cambió por gol y la noche, que se insinuaba tranquila, volvía a alborotarse. Y para el complemento poco iba a cambiar.
Incluso lo pudo perder en un mano a mano que tapó Aracena y en una pelota que sacó sobre la línea Maidana. A este Independiente Rivadavia ya le pesan todas las rachas adversas que carga sobre sus espaldas.
Cada vez tolera menos las mochilas y las piernas pesan toneladas. La crisis mayor la tiene en la cabeza más que en los pies.